Por: Rafael González Zubieta

Es difícil creer que en pleno Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla, cerca de Constantina, se encuentren las almas de Manolete y Camará, en el Salón Taurino del Cortijo de Las Bernabelas, propiedad de Manuel Flores Cubero “Manolo Camará”. Es difícil de creer pero así es. Manolo Camará ha dedicado, con muchísimo cariño y mimo, dos amplios salones de su finca de Las Bernabelas a dar cobijo a multitud de objetos, recuerdos, carteles taurinos y maravillosas fotografías, testimonios de las vidas de dos hombres que han dejado una profunda huella en la historia de la tauromaquia, binomio perfecto que fueron Manuel Rodríguez “Manolete”  y José Flores Camará. Para los que sentimos con el corazón todo lo relacionado con la Fiesta, aquel  salón taurino es casi un santuario, que a primera vista emociona y sobrecoge, pues se siente que el espíritu de estas dos personas está allí, quieto, dormido y tranquilo, con el canto de los jilgueros y los gorriones de fondo. Manolo Camará retirado desde hace ya tres años del mundo del toro, vive la mayor parte de su tiempo refugiado en aquel paraíso terrenal que se encuentra en el norte de la provincia de Sevilla. Allí pasa los días rodeado de su amplia y maravillosa familia, con sus recuerdos, sus pájaros perdices, entre jabalíes, corzos y ciervos,  y la satisfacción de haber dejado a la “Casa Camará” en el mismo pedestal que la dejara su padre. Ha tenido la inmensa bondad, por la amistad que nos profesamos, de mostrarnos este maravilloso secreto suyo y de su familia. Es como si nos hubiese abierto su propio corazón, pues nos fue mostrando con entusiasmo paulatinamente, todos los objetos que allí permanecen con el tiempo parado a sus espaldas.

El salón taurino de Las Bernabelas  tendrá una superficie de unos treinta metros cuadrados. Una estancia agradable con una amplia chimenea al fondo y una cabeza de toro disecada a la izquierda. Los techos con gruesas viguetas antiguas, y todo enjalbegado con cal al estilo antiguo. Entrando a la izquierda en una vitrina de tres cuerpos se exponen con extremado mimo, diversos  objetos que presidieron las vidas de Manuel Rodríguez “Manolete” y José Flores “Camará”. Todos los objetos expuestos van acompañados de sus correspondientes fotografías que testifican su autenticidad. Impresiona al primer golpe, el traje de luces con el que Manolete tomo la alternativa en Sevilla el 17 de julio de 1939 de manos de Chicuelo, un traje heliotropo y oro ya descolorido por el paso implacable del tiempo, así como un pantalón beige y los zapatos de paseo que Manolete llevó puestos a Linares aquel fatídico 28 de agosto de 1947, antes de vestirse de luces para ir a encontrase con la muerte. Allí están los pasaportes de Manolete y Camará, la coleta de José Flores Camará, la maquinilla de afeitar que uso Manolete la tarde de Linares, aun sin limpiar, pues el diestro cordobés acostumbraba a hacerlo al volver de la plaza. Aquel día no pudo volver, y esta conserva aun el jabón seco y los pelillos de su barba pegados en  la cuchilla. Su pitillera y la cerillera. El reloj Longines que se compró en 1940 junto a su apoderado después de hacer la primera liquidación.

Colgadas en el centro de la vitrina están las medallas que Manolete llevaba colgadas al cuello el día de su muerte junto al escapulario que perteneciera a El Guerra. A la izquierda las gafas de sol con las que tantas veces fue fotografiado Camará. El abotonador  usado por Camará para abrochar la taleguilla al torero. En la parte derecha se encuentra la capillita que Manolete llevaba consigo a los hoteles a la que rezaba y se encomendaba cada tarde antes de salir a las plazas a jugarse la vida: una estampa del Cristo de los Faroles, una capilla de San Rafael Arcángel, una estampa de la Virgen de los Dolores, una foto con la imagen del Cristo de la Salud de Ecija y un altarcillo con la Virgen del Pilar que fue propiedad de “Lagartijo”. Una tía de José Flores emparentada con “Lagartijo” se la regaló a Manolete y le tenía un especial apego.

Allí se encuentra también ese importante documento que ha marcado un hito en la historia del apoderamiento, en el cual Manolete otorga a Camará amplios poderes notariales para administrar todos sus bienes a su antojo. Se expone una radiografía de la clavícula izquierda del torero, fruto de una lesión sufrida en Alicante en 1945, y las agendas de mano de Camará de los años 1944 y 1945, donde el apoderado iba apuntando los lugares por donde toreaba Manolete, los trofeos que lograba y el dinero que cobraba en cada plaza (entre 215.000 a 250.000 pesetas de la época). En la vitrina casi escondido, está el guante blanco de piel de una señora de Barcelona que fue “Miss Ojos” y que se lo tiró a la plaza a Manolete una tarde de triunfo. Ese guante iba siempre en el equipaje del torero como un talismán que le daba suerte.

Dentro de la vitrina se ven fotos insólitas como una en la que el torero cordobés se ríe a carcajada limpia, otra con el pintor Zuloaga, con Arruza y Gitanillo de Triana, o dando la vuelta al ruedo en la Maestranza en 1941 con el rabo de un toro de Villamarta en las mano derecha, algo bastante inusual en la plaza sevillana. Imágenes del torero vistiéndose de luces con sus ayudantes o descansando en el hotel  y una de Juan Belmonte dedicada al torero de Córdoba.

Colgada en uno de los pilares de esta sala  se encuentra enmarcada una carta manuscrita de Wiston Churchill dirigida a Manolete, en la que le daba las gracias por haberle regalado la cabeza de un toro  de Baltasar Iban, disecada que llevaba en la testuz  la V blanca de la victoria. Un documento curiosísimo y desconocido que da idea de la dimensión social que llegó a tener el torero cordobés. Al otro lado del pilar  cuelga una foto de Manolete toreando en Barcelona a un toro de Miura y debajo la reproducción litográfica de esa imagen dedicada y firmada por Antonio Ordoñez a quien en esos días era su apoderado José Flores Camará, en la que dice textualmente refiriéndose a Manolete que “ese era su torero”, al que siempre admiró.

En la sala contigua al Salón Taurino del Cortijo Las Bernabelas, una mesa de billar  preside la estancia, y en sus paredes se cuelga una extraordinaria colección de carteles taurinos de la época de novillero de Manuel Rodríguez “Manolete”, junto a trofeos y fotos de la vida taurina de Manuel Flores Cubero, mezcladas con las de su padre y varias litografías de La Lidia y revistas de 1920 alusivas al torero José Flores, que una vez retirado seria el apoderado más importante que ha dado la historia.

Para Manuel Flores Cubero “Manolo Camará” el futuro de este pequeño pero maravilloso museo esta claro: “si algún día mis hijos no pueden mantener esto he dejado dispuesto que todo lo que hay aquí vaya a parar al Museo Taurino de la Real Maestranza de Sevilla, donde sé con certeza que van a valorar y cuidar muchísimo todo esto”.

Fotos: Ladislao Rodríguez Galán. Escalera del Éxito 260