Tiempo de sobra para hacer preguntas, desentrañar misterios, saber realmente los secretos, no cosas como cuándo un toro es girón, negro, cornipaso o veleto, sino acercarme a ese sutil y riguroso lindero, el que permite ver los toros con los ojos de los que viven cerca de ellos.

 

-Esta corrida ya está vendida. La señaló el patrón.

Seis cárdenos de muy bella lámina nos observaban inmóviles, si acaso uno que otro se espantaba las moscas con el rabo. Bajos de agujas, fuertes de culata, hondos de caja, cepas finas y pelo lustroso. Uno de los seis, imponente, muy claro, casi ensabanado, aburrido de mirarnos echó a andar hacia el bebedero. Lo siguieron los demás entre embestidas, galopes y peleas. Nosotros continuamos el camino bordeado de magueyes y nopaleras. La tarde se paladeaba en un diciembre de muy bajas temperaturas abrigada por la conversación cálida de los amigos. Más adelante otra media docena con mucha fachada, los hocicos chatos, la pinta de la casa, pastaba bajo los sabinos; las garzas protegidas por el pacto de no agresión que les concedieron los bravos, correteaban entre ellos.

-Corren malos tiempos. Lamentó el amo observando la torada fuerte y cornalona. Tal vez, presumiendo que ya nadie se interesaría por ella, porque los encierros al igual que la fruta se pasan con el tiempo y ya no se venden. Si acaso, de uno en uno, para las fiestas de los pueblos.

 

Alcanzamos una vereda. -¿No fue por aquí donde galopan Ana Claudia Talancón y Daniel Jiménez Cacho?. Pregunté reconociendo el paisaje visto hace poco en la película Arráncame la vida. La respuesta fue afirmativa y la conversación cambió de rumbo al cine, a la belleza de la protagonista, a la personalidad del actor y al talento de los dos.  De allí, un saltó a la historia. Caciques como el General, personaje de la cinta, nos llevaron a charlar sobre la Revolución.

 

–Contradictorio lo de tierra y libertad, quien tiene tierra no puede tener libertad.

-Sí, pero la frase no es de Zapata, sino de los hermanos Flores Magón. Ellos eran catrines y no sabían nada del campo.

Luego, la conversación se desvió por otros derroteros hasta llegar a las raíces de la pugna entre tlaxcaltecas y poblanos, la fundación de la ciudad angélica:

-El mandato de la reina Isabel de Portugal está labrado en el monumento a los fundadores frente al templo de San Francisco: “En un solar de Tlaxcala se funde la ciudad de los Ángeles para puebla de los españoles y sede del obispado de Tlaxcala”.

 

-De ahí la animadversión.

Como casi siempre pasa entre taurinos se habló poco de toros. Simplemente la tarde pasó entre el mugir del ganado, los cantos de los cenzontles, un sol redondo y rojo que cayó tras los montes, mientras el cielo se iba limpiando y aparecían los primeros luceros. No aprendí de toros, pero si de historia, de cine y mucho de la existencia. Que a fin de cuentas valió la pena, porque en la verdad del toreo, está en parte la verdad de la vida.

 

 

 

 

 

 

Desde Puebla (México), crónica de José Antonio Luna