Antonio Díaz Cañabate en sus crónicas taurinas en el periódico ABC por el año 1962 un tal día como el 19 de octubre toreaba Diego Puerta Paco Camino y “Palmeño” con toros de  Carlos Núñez, dejaba escrito de puño y letra en el recorte del periódico de dicha crónica.—A los hermanos Gorrión, tan amables que todavía no he podido pagar una copa en su casa, como tampoco podré pagarles, el regalo de su amistad, a la que correspondo con todo afecto. Antonio Díaz Cañabate.

Tico Medina “Crónicas de España” allá por el 5 de noviembre 1968 dejaba escrito…..Casa de los Gorriones: Parada obligatoria. El mejor queso, con un año de vida en el aceite. El mejor vino con cinco inviernos en la bodega. Los dos hermanos. Carteles de toros. Cuadros bodegones de Cerezo. Y una taberna de las pocas que quedan, don Cañabate. Como la de Antonio Sánchez, en Madrid. Una alhaja para el palique. Un paladar. Son de Curro Romero. Señal de que anda el duende sobre el mostrador. Y un jamón histórico en el sótano entre los barriles. “Fue cuando la guerra del catorce. El mismo día que se firmó el armisticio, lo indultaron. Lleva medio siglo ahí abajo con un monumento a la paz”. Como una escultura al jamón. Duro como el pedernal. Pero ya más retratado que la chelito.

Julio Estefanía El Ruedo semanario Gráfico de los Toros dejaba escrito un 22 de octubre de 1968…

……llegar a los toros de Jaén y no acudir, aunque sean unos breves minutos, a la “jaula” de los “gorriones” es dejar incompleta la visita del Santo Rostro. Recuerdo que hace años, en compañía de nuestro admirado compañero Antonio Díaz-Cañabate, hicimos nuestra primera visita al amable “nido” de los “gorriones”. Bajo ese título igualitario se congrega un buen grupo de amigos, todos ellos, claro está, muy adictos a las cosas españolas, y, por lo tanto, a la Fiesta de toros. Nos sirvió en nuestra visita de cicerone un popular periodista, modelo de caballerosa cordialidad, buen amigo de sus amigos y de todo el mundo: Rafael Alcalá, que lleva desde hace muchos años la corresponsalía de El Ruedo en la capital del Santo Reino. El distinguido colega fue quien, por el camino, nos fue explicando la génesis del popular colmado, que todas las personas de algún relieve cuidan de visitar cuando llegan a la población.

-Esta casa fue fundada hace nada menos que ochenta y siete años, pues data del 1881, y los actuales dueños son los nietos de aquel don José María López Cruz fundador.

Fue el colmado típico bautizado con el nombre de “El Gorrión”; ¿A qué se debe su nombre? ¿Quizás a la añeja costumbre de tener a las puertas de las tiendas una jaula con pájaro? ¿A lo que tiene de símbolo como agrupación alegre y fraterna?

Lo cierto es que de día en día, y durante casi un siglo ya de existencia, el típico rincón donde se trasiega en paz y gracia de Dios el fino de Manchego, entre chácharas de campo y de toros, ha venido constituyendo un ponto de cita de propios y extraños, sin discriminaciones sociales de ninguna especie, pues es asilo espiritual y punto de cita lo mismo del caballero de alcurnia que del sencillo productor. Algún imán han de tener siempre las cosas para que un lugar resulte atrayente, y la especialidad de este simpático rincón jaenero es doble y singular, como nos dice nuestro amable cicerone:   -Aquí se sirve, con los caldos cordobeses, jerezanos y sanluqueños, los mejores vinos manchegos, trasegados de muy viejos barriles –nos aclara Rafael Alcalá- tienen exactamente la edad del establecimiento: los ochenta y siete años nada menos. Son de manera riquísimas, que hacen mejor su decantación.

El otro imán resulta que es el queso: el sabroso, españolísimo, gustoso queso manchego, que se conserva -en esta prodigiosa tierra olivícola- en los mejores aceites de la provincia, duplicándose así el estupendo sabor de sencillo y celtíbero manjar. Con tan buenos ingredientes, la cháchara en buena relación al pie del mostrador o en torno de una rústica mesa es en placer tan simple como saludable, optimista y normal.

Terminada la charla, consumidas las copas y las “tapas” cada “gorrión” a su nido y en paz.

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“El Gorrión tienen, cómo no, un simpático museo en miniatura. No va a competir, claro está, con el que en Madrid, para admiración del mundo tiene don Padre Chicote; pero en la antañona bodega, descendiendo por pina escalera de recios peldaños, el visitante del “nido” puede admirar un pequeño, pero interesante museo de bebidas, en el que figuran botellas de hace poco menos de cien años; algunas botellas raras con marcas de prestigio y exótica presentación producen admiración y envidias de los aficionados a esa clase de colección. Pero lo que desde luego llama la atención al visitante es un jamón… No se conserva mejor en el Museo de El Cairo o en el “British Museum”, de Londres, una momia egipcia como está conservada esa pieza singular, gloria y orgullo de la taberna castiza de “El Gorrión”. Allí está el raro, curiosísimo ejemplar, pendiente de una cuerda, en inmovilidad de piedra, en la vecindad de una alegre “bota” que sin duda llegó de las tardes toreras y pamplonicas de San Fermín. Ese colgado jamón es una pieza valiosísima del museo; es un recuerdo de paz y de amistad entre los hombres; una especie de hito de la Historia, como si, por paradoja, un trozo de cerdo que hubiese adquirido valor de auténtica reliquia civil. Desde liego que la presencia de ese jamón momificado, trocada su carne en dureza eternal, a modo de pétreo recuerdo fósil o de enorme mineral suspenso en la cueva, tiene su historia. Y fue siempre el amable Rafael Alcalá el que nos explicó la razón del “jamón momificado”.

-La razón es un poco sentimental y, a la vez, bastante sencilla. Hay que retrotraerse a una distancia de nada menos medio siglo. Fue en la noche del 11 de noviembre del año 1818, hace ya la friolera de cincuenta años. A todas partes había llegado, con la natural alegría. La noticia la firma del armisticio; ¡11 de noviembre de 1918! Fecha esperanzada en una paz CONTINUA, entelequia, vana esperanza que no cristalizó… Pero resulta que todo el mundo quiso festejar la fecha de la paz. Coincidió la firma del armisticio con la llegada de unos buenos jamones, de la sierra granadina, a “El Gorrión”. Entonces, a la vista de un soberbio ejemplar –pesaba la pieza más de 10 kilos-, el diseño del colmado, con la aprobación de amigos y clientes que celebraba la paz, decidió “indultar” el ejemplar aquel… Y, desde entonces, allí está, fosilizado, lo que fue perfume y sabor. Y han pasado nada menos que cincuenta años, medio siglo, precisamente dentro de menos de un mes. ¿Qué poema gracioso le hubiera dedicado el ingenio de Baltasar de Alcázar a ese momificado jamón…?

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No se puede uno marchar de tan amable rincón –y es deber del periodista dar a conocer todas esas cosas que tiene raigambre castiza y española- sin dar un vistazo a la interesante colección de recuerdos – fotografías, carteles, etcétera- relacionados con la Fiesta nacional. La inmensa mayoría de los “gorriones” son muy adictos a la Fiesta nacional y no olvidamos su ruego de elevar su saludo a la Dirección y Redacción de El Ruedo. En el libro de honor de la ornitológica entidad hay autógrafos muy valiosos e interesantes, pues por “El Gorrión” desfilan muchas personalidades españolas y extranjeras llegadas a Jaén….

Con sus quesos riquísimos, sus vinos depurados de la tierra, su cordialidad constante, su museo y su jamón convertido en momia, el casi centenario nido de “El Gorrión” ofrece el viajero visitante toda la simpatía y el españolismo hospitalario de ese noble Jaén, relicario de la Santa Faz.