La tauromaquia federativa y catártica

Es esencial recordar que la afición a los toros — consecuencia de la tauromaquia – es federativa: tiene la propiedad excepcional de reunir y hacer amigos, personas de profesiones, nacionalidad, origen social, antecedentes muy diferentes de opiniones políticas opuestos, y que de otra forma nunca tuvieron la ocasión de solamente acercarse.

 

Quien podría imaginar varios escritores famosos, un pintor de fama mundial, frecuentar un enólogo de provincia, encontrar en él un vínculo, reunirse con frecuencia en su casa, y comportarse entre ellos como siempre se debería hacer en familia ? Esto es precisamente lo que sucedió en Nimes de los años 1938 hasta 1955. Los días de corridas de toros en su ciudad, el enólogo André Castel, reunía en su casa Pablo Picasso y “su cuadrilla” (Françoise Gilot, su sobrino Javier Vilató, su hijo Paulo, Jaime Sabartés, su peluquero Arias, su compatriota Miguel Angel Ortiz), con los escritores Georges Bataille y su esposa Diane, Bernard Marc, Blaise Cendras, Jean Cocteau, Jean Dubuffet, Jean Hugo y su esposa Lauretta, Michel Leiris, Hélène Parmelin, Jean Paulhan, el pintor Elie Lascaux y su hija Germaine, el pintor Edouard Pignon, el poeta Edith Boissonnas.

 

A éstos se añadían a veces : Ginette y Philippe Lamour, los médicos y Jean Louis Long, el diseñador André Masson, el poeta Pablo Neruda.

 

De vez en cuando con Francine y Nicole Weisweiller, Marie-Laure de Noailles y Oscar Domínguez, todos ellos se reunían en el castillo de Castilla, casa de Douglas Cooper, aficionado y crítico de arte, o en casa de Jean Hugo, el “mas” de Fourques .

 

La corrida tiene también una función catártica, que según algunos es un purificador de las pasiones, y por otros un exutorio fisiológico, lo que conduce al mismo resultado. Es cierto que los ataques de violencia que vemos en los estadios durante determinados acontecimientos deportivos son completamente ajenos a las plazas de toros.

 

Como conclusión citaré una última citación. Es una declaración hecha por el Padre Jean-Louis Brugués en agosto de 1996, cuando era Provincial de los Dominicos, en Toulouse.

 

“ Creo en la virtud purificadora de la corrida de toros, a este baile a veces con trágico destino, con la luz y la muerte. Creo en esta función que los Griegos llamaban la catarsis, que nos purifica de nuestros impulsos, nuestras violencias internas … Cuando se sale de una buena corrida de toros, de una bella faena, te sientes limpio, más ligero, mejor! Eso es lo que pienso. Y si el público quiere regocijarse, hacer la fiesta como se suele decir, creo que es este espectáculo que le ha aliviado interiormente, rendido mejor. […] Como no puedo creer que sea trata de un vicio de amar a la tragedia griega, también no creo que las personas que gustan de las corridas de toros sean malas. ”