Quiero discutir aquí las ideas expuestas por Silvino Vergara en su artículo “La ecolatría y la prohibición de las corridas de toros”, argumentando que existe una crítica a la tauromaquia distinta a las discutidas por él.
Entiendo la crítica de Vergara en base a las siguientes ideas: (1) que la legislación contra el maltrato de animales ha sido tradicionalmente defendida desde la derecha, lo que supone un deslizamiento ideológico contradictorio en la izquierda mexicana; (2) que la llamada ecolatría supone una injustificada igualación entre derechos del hombre y derechos de los animales o plantas; (3) que la tauromaquia debe entenderse a partir de la idea de que la costumbre genera derecho; y (4) que la prohibición de dicha actividad viola el artículo 4 constitucional.
Dejaré del lado el asunto respecto de la ubicación ideológica (derecha-izquierda) de la tauromaquia, así como sobre la congruencia de la izquierda mexicana. Por su parte, daré por correcta la idea de que la costumbre impacta en las normas positivas de una nación. Me enfocaré en profundizar, primero, la crítica de Vergara a lo que llama “ecolatría” y, segundo, en proponer una nueva crítica de la tauromaquia que parta del concepto kantiano de lo bello.
Kant, con su definición de los seres humanos como fines en sí mismos, al igual que Hegel, a través de su idea del ser humano como el lugar específico donde se desdobla la autoconciencia del Absoluto, elaboraron sus filosofías sobre la intuición del ser humano como pináculo de
La primacía del ser humano así definida es una de las piedras normativas sobre las que se erigieron las actuales democracias occidentales. Basta recordar
A partir de estas dos ideas se comprende mejor, a mi entender, la crítica de Vergara contra la “ecolatría”, o el culto a
Vergara está, pues, en lo correcto, al apreciar esta diferencia entre los seres humanos y los entes en general. Nos quedamos, ahora, con la pregunta por la pregunta sobre la tauromaquia: ¿debe o no prohibirse?
Me parece que es posible distinguir un uso racional y un uso irracional de
Entonces, ¿es la tauromaquia nada más que violencia y crueldad ciegas? La respuesta es, me parece, nuevamente negativa. Vergara está en lo correcto cuando tiene en mente la función moralizadora de la cultura—aunque me parece que no da suficiente énfasis al carácter potencialmente negativo de ciertas culturas, a la otra cara de Jano, podríamos decir. Por otro lado, es imposible no observar elementos artísticos y estéticos en la tauromaquia, ni olvidar su función cultural, histórica y social. A mi parecer, por tanto, la tauromaquia no es sinónimo de pura crueldad y violencia contra el mundo animal.
Ahora bien, creo que es posible una crítica distinta a
Primero, que si aceptamos la primacía del sujeto y negamos la posibilidad de estándares universales de moralidad y belleza, no podemos más que reconocer que puede haber tanta belleza en un Rembrandt como en un animal descuartizado con fines lúdicos (no me refiero aquí a la tauromaquia, por supuesto). Esto, por la conclusión necesaria de que todo depende del observador subjetivo. Con Kant, nuestra idea
Segundo, que parece acertado ubicar a la tauromaquia en la antiquísima línea de los festivales de la sangre y
Tercero, que las anteriores consideraciones sugieren, desde mi perspectiva, que la tauromaquia debería superarse por considerarla un divertimento que poco aporta al espíritu humano. Esto, por supuesto, no implica un juicio sobre la necesidad del argumento o sobre su objetividad. Tal como he insistido, se trata aquí de tratar de desenredar, en poquísimas líneas, un tema tan complejo como la belleza, un tema cargado inevitablemente de factores subjetivos y contextuales pero que, no por eso, debe abandonarse al relativismo.