Artículo de Luisa Moreno Fernández. Escalera del Éxito 177

He leído en alguna ocasión, aunque no recuerde dónde (lo que me hace pensar que debe ser una idea bastante común), que todo lo nuevo place. Y debe ser cierto. Por eso se ven tantas corridas pases nuevos, las famosas «inas», aunque desgraciadamente con harta frecuencia con un alto grado de frustración. A veces sorprenden y las más decepcionan. Decía el crítico Juan León que en lo artístico, buscar la innovación es buscar la subsistencia. En los toros, la repetición puede llegar a aburrir, sobre todo cuando lo que se repite se hace malamente, sin gracia, convirtiendo lo bello en algo deforme. Al contrario que en otras artes, que son juzgadas por minorías selectas, en tauromaquia es una masa de aficionados las que vitorean o vituperan la excelsitud de una faena, y la consagran o desprestigian, frente a una minoría que las consideran ajenas al buen toreo, a la ejecución clásica del arte taurómaco.

También a veces ocurre que la novedad, si tuvo buenos intérpretes y se prolonga en el tiempo, se consagra definitivamente como un pase más entre los escasos que conforman el fundamento del ritual taurino, y con ello se enriquece el escaso caudal de pases de la fiesta. Todos los lances están sujetos a la correcta o incorrecta interpretación se den con más o menos arte y gracia, y tan esperpéntico puede resultar un pase nuevo que se crea porque sí, que un clásico natural dado de cualquier forma, o agradable resultar una bien ejecutada «lopecina» (por resultar una de las «inas» de última generación) que una espectacular verónica. La variedad bien está. Pero cuando se crea con más gusto que espectacularidad, y sobre todo, cuando se ejecuta con arte y oficio.

Ya hemos visto los principales pases (no todos los que existen ¡qué más quisiera YOj, y para eso hay libros muy completos) que se dan con el capote en la suerte de recibo y en el quite, así como las que se ejecutan con las banderillas, por lo que vamos a tomar la muleta e iniciemos la faena con unos pases de tanteo para ver cómo ha cambiado el toro tras su paso por varas y posteriores banderillas. Así empezaremos por alto o por bajo según las fuerzas del bicho, consintiéndole o quebrantándole según su ritmo, o para que el torero se luzca si el toro se dibuja como bueno desde un principio. Voy a seguir el orden que establece José Luis Ramón Carrión en su libro «Todas las suertes del toreo» (aunque, claro está, ya no son todas», y que las no mina «Muletazos de recibo», «A dos manos», «Fundamentales», «En silla» y «Adornos y remates». Los primeros, es decir los de recibo, el buen torero los dará para estudiar las condiciones en que ha llegado el toro a este tercio, si no quiere abocar el fracaso por falta de conocimiento en profundidad para sacar todo el partido a todos los toros. Empezaremos, pues:

ANDAR AL TORO.- Según el matador Roberto Domínguez, especialista en este tipo de lance, es «el toreo de síntesis del conjunto de todas las suertes, y tiene por objeto ayudar, desengañar o lograr que el muletazo parezca más largo». Yo diría que consiste en lograr la armonía de ritmo entre toro y torero, adecuar el paso de los dos actores para que no vayan cada uno por su lado. Si se hacía con el capote para ganar o perder pasos, con la muleta, toreando sobre las piernas, estático y aprovechando la misma velocidad de la embestida, se hace para ganar algo más de recorrido. Cuando se hace a principio de faena, consigue mejorar la condición del toro, pues al perderle pasos se le desengaña y se le alarga la arrancada para que rompa a embestir. Si se hace al final de faena es para cuadrar y preparar al toro para la muerte. Cuando el toro meta la cara, procurando que no enganche tela, andar a ritmo para buscar la colocación que se pierde en la embestida. A un cierto momento el torero se parará para que el toro meta la cara y entonces moverá el cuerpo, piernas y brazos a un ritmo tal que el toro no vea diferencia entre gesto y engaño, como si fuera continuación y remate del lance.

DOBLONES.- A veces es necesario atemperar la arrancada inicial en toros bravos o fieros, de mucha movilidad. Este pase se conoce también como toreo sobre las piernas. Es un pase de castigo, en el que se arrastra la muleta por la arena, en postura genuflexa, para hacer humillar al toro, restándole fuerza. Pero si se hace a media altura, para enseñar al toro el recorrido que el torero quiere que haga, resulta un castigo «suave». El maestro se sitúa semi de frente (nunca de perfil), adelanta el engaño y con un ligero toque hace que el animal se fije, se lo hecha a las manos y así el toro humilla y viene toreado de largo, momento en que adelanta la pierna contraria cargando la suerte y la flexiona, y saca el engaño por debajo de la pala del pitón.

Una vez finalizado el movimiento se le muestra la muleta en el pitón contrario, y así se le quebranta, momento en el que el torero le deja la tela en la cara, adelanta la pierna contraria de una manera sesgada e inicia una serie de muletazos ligados, saliéndose hacia los medios, e iniciar, distanciado y erguido, otras series de muletazos.

PASE DE PODER.- Es muy parecido al doblón, pero a diferencia de éste, la pierna que queda estirada se apoya en tierra, de rodillas. Muchos toreros la ejecutan, pero otros la rehuyen porque dicen ser más un pase de ballet que de toreo, por la forma en que las piernas describen dos ángulos rectos: una arrodillada y la otra doblada dándole salida al toro. Se ejecuta cuando el toro se arranca con fuerza. Con ello se consigue (no siempre, esa es la verdad) doblegar al toro, poderle limando sus asperezas y conseguir que se entregue. Se le conoce también como pase rodilla en tierra, y es, desde luego, de gran belleza y torería. Se puede dar a una o dos manos.