Por Luisa Moreno Fernández. Escalera del Éxito 177

Tal vez la suerte de banderillas sea la que menos haya evolucionado con el transcurso del tiempo. Una «chicuelina» de Chicuelo se parece muy poco a una de Ponce, pero un par de arpones del «Gordito» poco se diferencia de uno del Fandi, por poner un ejemplo. Y ello se debe, a mi entender, a tres motivos. El primero es que las banderillas es la única suerte que se ejecuta en movimiento, y así es mucho más difícil mandar en la embestida del toro, lo que evita que experimentar cambios técnicos, y con ello los estéticos puedan llevarse a efecto. El segundo, es el riesgo que implica el banderillear, pues en esta suerte el torero se presenta ante el toro sin engaño que lo tape, y su única defensa es el quiebro o la salida sesgada. Todas las modalidades de clavar banderillas, son, en efecto, variaciones de «quiebros», «recortes» y «sesgos»; y como es casi inútil hacer constar, se necesita agilidad y vista para ello. Y el tercer motivo que yo veo, es el afán de muchos jefes de cuadrilla, legítimo desde luego, de ser los únicos artistas en la corrida, y evitan en lo posible el lucimiento de sus hombres de cuadrilla, que le suponga merma de aplausos a su faena, lo que lleva a un desinterés, que salta a la vista, de los subalternos, que se conforman con salir de cualquier forma del mal trago. ¿Han visto Uds. a muchos banderilleros adornarse con torería, ejecutar la suerte de forma limpia, bella y efectiva, y sobre todo con variedad? Pues ya me contarán, porque salvo excepciones, que las hay, sobre todo entre las cuadrillas de los maestros mandones, sobrados de aplausos y olés, las banderillas se ponen de puro trámite, lo que hace que el matador tenga que iniciar su faena de muleta con una serie de trasteos, que se hubiera evitado si en el segundo tercio hubiera visto la actitud del toro en el embiste, que para eso están el picador y los banderilleros, cuando ejecutan su lidia como mandan los cánones, y además deben vaciar al toro de los vicios que adquieren por una suerte mal ejecutada. Aquellos matadores que tuvieron la suerte de llevar en sus cuadrillas a una Guerra, a un Blanquet, a un Alfredo David, o un Cantimplas, por citar a alguno de los que banderilleaban hace 30-40 años y más, no necesitaban de trasteos para encontrar toro en todos los terrenos. Así pues, señores banderilleros, y perdonen que sea precisamente una mujer quien les da el consejo ya que los matadores pasan olímpicamente del tema, a apretarse bien los machos, armarse de ciencia y valor, y embellecer la suerte, con lo que conseguiréis ayudar al maestro en su labor, tendréis vuestro aplauso de gloria, y sobre todo, encandilaréis, a la afición, falta de entusiasmo por un tercio que es bello, ágil y necesario cuando es bien ejecutado.

Voy a terminar los diferentes modos de colocar banderillas, y dar fin así al segundo tercio de la lidia.

BANDERILLAS CON LA BOCA.- Es más un número circense que una suerte de banderillas, pero como ha habido lidiadores que la han ejecutado, como F. Mejías «El Veracruzano» o Juan Martín «Platerito de Cádiz», que lo popularizó en España allá por la década de los setenta del siglo pasado, vamos a tratarlo como una modalidad más. Tiene unas características particulares. Es, desde luego, un modo heterodoxo, pero también es muy llamativo y, sobre todo, arriesgado. El lidiador lleva en la boca un artefacto de madera recubierto de goma, que sujeta las banderillas. Se cita al toro como para quebrarle, pero sin variar la trayectoria del toro, pues no se saca la pierna como para el quiebro, sino que se hace un movimiento con el cuerpo, como al par a topacarnero, para apartarse de la trayectoria, y en ese momento se apoya en el cuello o en el testuz del animal y clava los palitroque s, saliendo con una voltereta, como si tomara el olivo.

Y hasta aquí todo lo que puedo exponer sobre las banderillas. Puede que algo se me quede en el tintero. Perdonen. En el próximo número seguiremos con los lances de muleta. Tal vez logre que veamos las corridas con otros ojos, y desde luego, aprenderemos a conocer un poco cómo se ha ido cambiando la técnica del toreo.