Artículo de Luisa Moreno Fernández. Escalera del Éxito 177

Sabemos que la suerte de varas tiene por finalidad el castigo y quebranto del toro, amén de probar su valor y fuerza. El tercio de banderillas tiene por misión reanimarle, alegrarle o avivarle, excitándole sin restarle fuerzas. Yo creo que este fin se consigue sólo en el momento de clavar los arpones, pues la conclusión de la suerte, e incluso en la preparación para clavar, se quebranta al animal con capotazos y quiebros o recortes en la salida.

En los tiempos antiguos se ponían de una en una. No es hasta la publicación de la «Cartilla de Osuna» que se habla en plural de ellas. Discrepo con el publicista de la obra, García Baragaña, o más bien interpreto que sus palabras «pondrá sus banderillas» se refieren a que se colocaban varias, pero siempre de a una, como se aprecia en los grabados de la Tauromaquia de Goya de 1816. Y aunque en otras Tauromaquias aparezca el banderillero con varios palos en la mano, debían de clavar estos por unidades, como hace el caballero rejoneador actual cuando clava «las rosas».

Todos sabemos que el cometido de banderillear es misión de los peones o subalternos, a los que por ello se les llama banderilleros. Tan solo banderilleará el matador para su lucimiento, tras una faena extraordinaria, y para demostrar así que es «maestro» en todas las suertes. ¿A qué ese empeño de tantos matadores en hacerlo ellos todo cada tarde? Una, que es muy mal pensada, sospecha que los tales matadores son mejores con las banderillas que con muleta y estoque, y de ese modo cubren sus deficiencias.

Volviendo a los tiempos clásicos, los banderilleros hacían la suerte guardando un orden por antigüedad en el desempeño. Siempre han sido dos los encargados de clavar a cada toro, y estaba reglamentado el tiempo a emplear cada uno en el cometido: tres minutos. El reglamento de 1923 cambia este precepto por el de tres pasadas por la cara. El actual ordena que a la tercera pasada sin clavar, se corra el turno a otro banderillero, pero… el reglamento dispone, y cada quisque hace lo que le parece o puede. A título de curiosidad simplemente diré que las banderillas de fuego, que se ponían a los toros que no cumplían en el caballo como muestra de deshonra por su mansedumbre y cobardía, fueron desterradas por decreto en 1928, y se sustituyen (Madrid, 21 de Julio de dicho año) por un capuchón negro en un cuerno, que se le coloca después de muerto el bicho, antes del arrastre. En 1930 vuelven a colocarse las banderillas de fuego, que desaparecen definitivamente en un tiempo se ejecutaba una variedad de banderillear llamada parcheo, en el que los palos se sustituían por unos parches de cuero con arpón que se clavaban en gran número por todo el cuerpo del animal, y después se le arrancaban.

Volvamos a los modos de clavar banderillas:

BANDERILLAS AL TRASCUERNO.- Suerte antigua, no se ve practicarla, y hasta resulta desconocida, porque requiere unas cualidades atléticas excepcionales. Se ejecuta como el «Salto al trascuerno», es decir, saltar por encima de las astas del toro y cuando se llega a la perpendicular del animal, se clava el arpón, apoyándose en éste para alargar el salto de salida, evitando la cabezada. El viaje de entrada será sesgando, procurando que al llegar al centro de la suerte de encuentre enteramente atravesado el toro y con la salida tapada. Algunos la consideran variante del «sesgo».

BANDERILLAS EN SILLA.- Siéntase el torero en una silla frente al toro, perfilado con él, y llama su atención. Cuando llega a jurisdicción, marca su salida echando los brazos y parte superior del cuerpo a un lado, y al humillar, el hombre se levanta, da frente al costado ante el cual cuadra y se para, clava los palos, y el toro tropieza y engancha la silla. Es, por tanto, una variante de las banderillas al quiebro.

BANDERILLAS AL TRAPECIO.- El torero se coloca frente al toro con los pies juntos y los brazos alzados en toda su longitud; cogerá las banderillas en posición horizontal, como si estuviera colgado de un trapecio, y con la voz y saltos llamará la atención del astado. Cuando éste se arranca y llega a jurisdicción, humilla para dar el hachazo, y en ese momento el torero suelta las banderillas y clava haciendo un quiebro para buscar la salida. Es suerte muy llamativa (los Bienvenida eran muy solicitados por el público en esta modalidad) pues el torero, que espera al toro hasta el embroque, tiene tiempo para adornarse, y además requiere muy buenas cualidades físicas. El poeta Gerardo Diego cantó así esta suerte, dedicado a Rafael El Gallo:

Cuelgan las manos gitanas

del trapecio que no cuelga.

Pies mudéjares en huelga

quiebran rumbos tarambanas.

¿Derecha, izquierda? Livianas,

caracoles, bulerías,

burlerías… No te rías,

que ya se arrancó el luzbel

y, ángel de luz, Rafael

le condena a dos bujías.

Entre las modalidades en que no hay cruce de terrenos, y toro y torero van el uno hacia el otro, tenemos:

BANDERILLAS AL CUARTEO.- Es la más frecuente, y se ejecuta cuarteando, es decir, saliendo el torero en busca de la fiera de largo, después que le vea; cuando se arranca el animal, como el hombre viene formando un medio arco, al encontrarse, el toro humilla y el torero se cuadra, mete los brazos, y sale libre por su terreno sin recibir el hachazo. Cuando se clava sin cuadrar, metiéndose mucho el torero en el embroque, sale cuadrando aliado natural suyo cuando el animal va a cabecear. Este último modo de cuartear es difícil y de mérito.

BANDERILLAS AL CUARTEO DE FRENTE.- Es muy antigua. Pepe Illo la trata así en su Tauromaquia: El diestro se coloca a una distancia proporcionada, ya se halle el toro parado, ya venga levantado, y llamándole partirá de sesgo para encontrarse con el toro, el cual tomará necesariamente el mismo giro en busca del torero. Luego que éste se haya reunido con aquél en el centro de la suerte, se quedará para meterle las banderillas en el cerviguillo en el mismo acto que baje la cabeza para dar la embestida.

Montes puntualiza más: El diestro deberá cuadrarse con el toro y después meter los brazos para clavar. Además de lucido es el más seguro, porque como ya cuadrado, está el diestro fuera de embroque y puede, por consiguiente, aguardar sin riesgo el hachazo, no necesita meterse con el toro para que humille y pincharlo, sino que sitúa las banderillas a una distancia proporcionada, para que cuando el toro tire la cabezada se las clave él mismo. Otra manera consiste en poner los rehiletes antes de cuadrarse y de que el toro tire el hachazo, esto es, embrocado el diestro, para lo cual necesita meterse mucho con el toro para alcanzarlo en la humillación, clavar y tomar su terreno.

Como se ve, es la segunda forma de clavar que he explicado en «banderillas al cuarteo».