APRENDIENDO A TOREAR

 

Un torero de los que se auto consideran medianamente bueno, se rebela, literalmente encabronado, contra el público que hace unos momentos le ha ofrecido unos tímidos aplausos y que en otras ocasiones ha pedido aunque no haya sido con insistencia alguna oreja, pero que hoy ha soltado más de un pito cuando el piquero de su cuadrilla ha salido por la puerta de caballos.  

 

La clave de la cuestión es clara; hay toreros que son conscientes de que ellos son los que cobran, y por ello se deben al público que es el que paga, y otros (casi generalmente engañados por sus chupones adláteres) que se creen ser merecedores de constantes aplausos en los días buenos y comprensión y tolerancia en los malos, que también los hay aunque no siempre sea por culpa de los toros que ya se sabe, no todos salen como debieran… Son estos últimos toreros los que, equivocadamente, creen que el público les debe sumisión incondicional; son esos toreros que se enfrentan a unos toros bobalicones, sin peligro ni fuerzas, mal llamados de carril, que es decir toros anti-lidia, que desconocen la bravura y la casta, los que siempre tienen a mano una disculpa para aligerar su ineficacia como maestros: el toro es muy mirón, no repite, ha desarrollado sentido… Señores toreros: la única disculpa que debierais abrogaros es que a esos toros (como a todos, por otro lado) hay que hacerles las cosas bien, y no sabéis o no podéis hacérselas, porque toreáis fuera de cacho, distanciando al toro con el brazo mandándolo a las trincheras en vez de sacarlo pegado a la cadera al final del pase.

El espectador aficionado y entendido, ante esta salida del torero, se preguntan si estarán hablando de la misma lidia y del mismo toro, el torero y él. Seguramente no. No pueden hablar de la misma faena, pues ante las disculpas del maestro él lo único que ha entendido es que allí no ha habido entente, ni arte ni belleza, ni tan siquiera conocimiento de lo que es la lidia. Y el aficionado, que sabe de eso lo suyo, admira a quien torea bien y repudia al que se pone en plan figurita y hace como que es torero.

El torero que se cree y sabe torero debe conocer cómo dominar las aptitudes y actitudes de los toros con los medios que tiene más a mano, en este caso la capa, y vamos a terminar los pases que se instrumentan con este trebejo (ya llevamos explicados diez y nueve), para pasar al uso de la muleta, banderillas, estoques y puntilla, a fin de que el neófito conozca y pueda enjuiciar las cada vez más monocordes faenas de los matadores que tan caros nos cuesta y tan pocas satisfacciones nos ofrecen, ya que son más burlas que consideración a quienes les mantienen en el candelero.

RECIBIR A PORTA GAYOLA.- Aunque se ejecuta a la salida del toro al ruedo, lo he dejado para el final por ser un pase todo riesgo y poca belleza, pues el toro sale ciego del toril, y así el pase carece de la belleza del mando y la buena ejecución. Es un pase cambiado de rodillas. El torero espera arrodillado ante el toril la salida del toro con la capa extendida en abanico sobre el suelo. Al entrar el toro en jurisdicción, el diestro levanta la capa y, extendiéndola en el aire, la pasa de izquierda a derecha por sobre la cabeza, desviando hacia fuera la trayectoria del burel.

VERÓNICA CON UNA RODILLA EN TIERRA.- Es un lance muy vistoso, aunque es muy raro de ver. Se hace generalmente para terminar una serie de pases. Es un modo de dar las verónicas fuera del procedimiento ortodoxo, como toreros hay que las dan a pies juntos, sin cargar la suerte, con el cuerpo rígido, con las manos bajas, etc. etc. Es, como se puede comprender, una verónica que se ejecuta con una rodilla en tierra en vez de puesto en pie cargando o no la suerte. Es poco practicada, pues tiene el inconveniente añadido de que al estar en genuflexión se reduce considerablemente el espacio para el vuelo del capote, lo que dificulta la ejecución y su belleza queda en entredicho.

RECORTES.- En general, es un procedimiento para burlar al toro sin pasarlo, para salir del embroque cuando se le corre, o en cualquiera de las suertes que se practican por delante. Consiste en presentarse al toro con la capa terciada por debajo del brazo, o bien con el cuerpo escotero, y luego que inicie la embestida se le saldrá al encuentro formando una especie de semicírculo, en cuyo centro se le hará un quiebro con el cuerpo, dejándo1e burlado, parándose el torero como a hacerle una cortesía… según cuenta Pepe Illo. Montes, por el contrario, nos dice que se llama recorte "a toda aquella suerte en que el diestro se junta con el toro en un mismo centro y cuando humilla le da un quiebro de cuerpo, con el cual libra la cabezada, y sale con diferente viaje.

GALLEO.- Muy semejante al recorte, que se da con la capa puesta, en vez de a cuerpo limpio como el anterior. Hemos hablado en otro número del Galleo del Bú. Si la suerte se ejecuta a la salida del toril, se le conoce como "encontrado"; si se ejecuta en un quite se le llama a "media pelea". El primero se hace con el capote en los riñones y, girando brazos y capote de derecha a izquierda, va hasta donde quiere, seguido del bicho. El segundo, se coloca el capote sobre los hombros y se gira cuerpo y brazos de derecha a izquierda.

AL ALIMÓN.- Es un modo de capear antiguo, que se ejecuta por dos toreros. Cada uno toma una punta de la capa y se la presentan por el centro al toro; cuando se produce la acometida, la levantan para que pase por debajo, hecho 10 cual, cambian de frente y vuelven a colocarse para repetir la suerte. Es lucida y de poco riesgo, y suele practicarse en el tercio de quites, de pie o de rodillas.

Es casi seguro que se me pasa alguna suerte de las de capa, ya que muchas están en desuso, y otras llevan tiempo sin practicarse o se practican muy esporádicamente. Ya nos daríamos con un capote en los dientes si consiguiéramos ver los ya descritos en toda una temporada. Pero eso sería caer en una ilusión, y no nos tenemos por ilusos. En los últimos tiempos aparece de vez en cuando un torero que, en el trance de la inspiración, crea nuevas variantes de los lances que hemos venido describiendo, pero que no contribuye para nada al mando ni al dominio, sino únicamente a11ucimiento del creador, que bautiza la nueva creatura con su nombre, y que generalmente no tiene seguidores en su ejecución, por lo que son escasas las ocasiones en que se las ven: lopecinas, orteguinas, procunazos…

 

Es cierto que esta exposición es mucho más amplia de lo que estamos acostumbrados a ver por esos ruedos. No hay un torero que sobrepase los tres o cuatro modos de colocar los garapullos, y no siempre los ponen del modo más claro si es que entraña un mínimo de riesgo. ¿Sabrán el uso de los avivadores, y que este uso es una demostración de que, como maestros, son duchos en todas las suertes del toreo?