La tradición taurina de América y por tanto, la de Ecuador; comenzó con la llegada de los españoles y aunque no podremos saberlo jamás, siempre nos preguntaremos; ¿si estos bovinos hubiesen existido en la américas antes de la conquista, la afición taurina pudo haber nacido mucho antes?.

Los primeros espectáculos taurinos se dieron en la plaza de la independencia, luego se fundaron algunas plazas:  Larrea, Guangacalle, Arenas y Belmonte; todas ubicadas en el centro histórico de la ciudad “Luz de América” y de las cuales, solo subsiste la Belmonte.

Las plazas y la ciudad eran pequeñas y conforme fue creciendo la capital, se fue evidenciando que la creciente afición necesitaba un espacio mayor, dónde realizar fiestas taurinas.

La Cámara de Agricultura bajo el mando del señor Marco Tulio Gonzáles y personajes de la importancia de  Galo y José María Plaza, Arturo Gangotena, don Luis de Azcázubi, Ricardo Crespo Ordóñez, Agustín Galarraga, Rodrigo Darquea “Asoleado”; fueron algunos de los muchos nombres de quienes tomaron el liderazgo de la construcción de la plaza de toros de Iñaquito.

Por esa plaza pasaron los más grandes de las distintas temporadas taurinas de los últimos cincuenta años: Luis Miguel Dominguín, Antonio Ordóñez; Pedrés, Curro Romero, por mencionar algunos.  Llegaron luego figuras como: Santiago Martín “el Viti”, Paco Camino, Miguel Mateo “Miguelín”, Manuel Benitez “El Cordobés”, entre otros muchos.

Luego serían: Dámaso González, Paquirri, Curro Vázquez, Jose Mari “Manzanares”, el “Niño de la Capea”, Roberto Domínguez, llegando más tarde a José Miguel Arroyo, “Joselito”; Víctor Méndez, Enrique Ponce.

Llegando luego a nombres como, Sebastián Castella, Juan Bautista, Miguel Ángel Perera, Alejandro Talavante.

Fue en esa plaza dónde buscaron el triunfo y la fama los toreros de la tierra: Manolo Cadena, Edgar Puente, Armando Conde, Edgar Peñaherrera, Paco Barona, José Luis Cobo, Rodrigo Marín, Juan de la Cruz, Guillermo Albán, Álvaro Samper, Martín Campuzano….

Con solo recorrer los nombres y las épocas que estos rememoran, podremos darnos cuenta de la importancia de lo que significó la plaza de toros de Iñaquito para la historia del último medio siglo de la capital. 

En su ruedo se vieron faenas de gloria y momentos de dolor y angustia; triunfos y tragedias.   Y somos miles los quiteños (y no quiteños) que pasamos de la niñez a la adultez, gozando de la pasión taurina, en libertad. 

Hoy, cuando la intemperancia nos ha quitado a los taurinos de Quito el derecho de tener toros en integridad en esa querida y hoy silenciosa plaza… el solo pasar cerca de sus puertas cerradas remueven recuerdos, sentimientos, sueños y no podemos negar, ¡duele!

Y duele no únicamente desde lo taurino si no y lo que es peor; desde la pérdida de libertades y derechos. 

A más del dolor de la perdida del añorado “Coso de Iñaquito”, la tristeza se vuelve angustia cuando vemos que el populismo y la solapada  tiranía que envuelve, se pasean no solo por los, políticamente inmaduros países latino americanos, si no; dramáticamente por países supuestamente mucho más maduros en lo político, como puede ser España.

 

La Madre Patria aún está a tiempo de reaccionar en contra de los cantos de sirena del populismo que, aún antes de haber llegado de haber tenido algún poder; amenaza ya con eliminar tradiciones arraigadas en el alma de las  comunidades cuyo futuro, pretenden dirigir.

Comienzan destruyendo las raíces que unen a los pueblos a su entorno y ancestro, destruyen lo que da identidad a las gentes para así, tener en sus manos; sujetos sin pasado lo que los convierte en cera blanda en manos de los tiranos disfrazados de demócratas. 

Para muestra ahí están Venezuela, Argentina, Ecuador…