En sus comparecencias, Sevilla ha sentido al hombre triste, al torero herido, al que un día fue uno de sus últimos ídolos y que sin saber cómo ni por qué se fue diluyendo. El Cid está triste, qué le pasará al Cid… Hoy Manuel se ha llevado los dos toros más potables de un encierro del Puerto y de la Ventana de San Lorenzo, que en general no han brindado un gran triunfo. Pero al menos ha habido un hombre que ha vuelto a sentirse torero y, que aún sabiendo que no estaba bien del todo, quería asomarse a esa ventana y comenzar a ver la luz que lo guíe de nuevo hacia su anterior camino, el de los triunfos, el de su inclusión en los carteles de las ferias importantes, su querer volver al circuito de la fórmula 1 del toreo. Qué mejor sitio para hacerlo que en su tierra, en su Sevilla y en su Maestranza, la que tantas tardes de gloria le ha dado. El respetable ha sabido entenderlo y darle su apoyo en estos difíciles momentos. Espero y deseo que esto haya sido el principio de un cambio de actitud tanto del torero como de quienes tienen que juzgarlo.

En los comienzos de su primera faena el soso pareció ser excesivamente soso, pero a raíz del tercio de banderillas, el toro se vino arriba y Manuel empezó a entender que tenía posibilidades. Se fue hacia los medios citando al toro dándole bastante distancia como hacía antaño. Le bajó la mano y arrastró la muleta tirando del carro y del toro, hasta llevar cada muletazo lo más lejos posible pero esta vez le perdieron las prisas, y es que en esta faena estuvo demasiado ligero. Cambió a la mano izquierda y dio tres naturales largos y sentidos, que le hicieron temblar sus entrañas con los olés de la plaza. Volvió a la mano diestra pero el toro al verse sometido, se fue rajando. Para colmo pinchó en dos ocasiones y descabelló en tres, y así se perdieron las esperanzas de triunfo. La tarde le puso al toro “Garlitero” en su camino para seguir dándole apoyo moral. Firmó varias series de muletazos con la mano diestra a base de esfuerzo y tesón ya que el toro pasaba los dos primeros y los dos siguientes se quitaba del medio. En medio de la faena hasta la banda de Tristán quiso darle su apoyo y cariño al Cid tocándole un pasodoble casi sin venir a cuento que incluso fue protestado por cierto sector del público. Al natural el toro protestó más y se quedó más corto, así que volvió sobre la mano derecha y exprimió todo lo que había. Mató de estocada soberbia de la que cayó el toro sin puntilla y salió a saludar tras no serle concedida la oreja acertadamente por el presidente Gabriel Fernández Rey, y dio una vuelta al ruedo. Indudablemente la faena no era de oreja, pero Sevilla volvió a demostrar su cariño con esa petición, y esos gestos son de agradecer.

El otro diestro que se llevó otros dos toros manejables fue Alejandro Talavante. La faena a su primero fue del estilo de la faena junto a tablas de su última tarde en la Maestranza. El toro hacia dentro sí iba y el extremeño aprovechó esa inercia que sólo duró dos series al natural, porque a la tercera, el toro ya se había rajado sin derecho a réplica.  En el sexto tampoco se les pudo ver  entregados ni al toro ni al torero. Y es que llamándose como el toro que matará a Manolo Montoliú hace 18 años (ese era “Cubatisto”, y el de hoy, “Cubatista”), tampoco incitaba a nada bueno. En fin, que lo mejor era acabar con él e irse al ferial.

Lo peor de la tarde se lo llevó Enrique Ponce, que seguramente no se habrá encontrado dos toros tan malos en la misma tarde, y casualmente los dos fueron sustituidos por los sobreros. Ya se sabe que Ponce a veces es jartiblito con eso de la lidia, porque siempre tiene que buscarle las vueltas, pero es que los de hoy no tenían por donde cogérselas. A pesar de eso en el quinto comenzó dando una lección magistral ante un toro horrible de Toros de la Plata , que se dejó mucho más que su primero, pero que al final terminó como el rosario de la Aurora pues fue muy difícil entrarle a matar, y Enrique no está acostumbrado a esos momentos tan tensos.