El pasado día 10 de mayo de este año 2022, se cumplieron noventa y dos años del fallecimiento del genial artista del pincel Julio Romero de Torres.

Era el año 1946, (yo tenía 10 años de edad) cuando una vecinita de mi misma casa me entregaba un recorte de periódico con un poema escrito, de autor desconocido, invitándome a que lo aprendiese de memoria. Dicho recorte se lo había proporcionado su padre que ejercía de Practicante en la Seguridad Social y tenía la oportunidad de poder leer la prensa diaria de aquellos años. Las líneas escritas de aquel poema versaban sobre la conmemoración del décimo aniversario de la muerte del pintor cordobés Romero de Torres. Han pasado ya la friolera cantidad de setenta y seis años y aún me maravillo de mí mismo, por mi clara y diáfana memoria para poder acordarme de la mayoría de las estrofas que componían aquella poesía, y que hoy por simple curiosidad doy a conocer a todos mis amigos:

 

 

AL GRAN JULIO ROMERO DE TORRES.-

En Córdoba el 10 de mayo

se celebra entre flores,

el X aniversario

del gran Julio Romero de Torres.

El arte le proclamó

el pintor de las mujeres,

y al mundo glorificó

con sus mágicos pínceles.

Dónde está Julio Romero

dónde está… a dónde se fue,

el alma subió al cielo

su cuerpo a San Rafael.

Jardines de Agricultura

el orgullo vuestro es

de a esa gloriosa figura

del gran pintor cordobés.

No llores guitarra agarena

por el arte soberano

del pintor de las morenas…

Ahora, obligado por el maldito Covid, me encuentro en casa intentando reponerme del mismo, mientras me entretengo en releer algunos libros de mi modesta biblioteca. Y buscando que te busca, me he dado de bruces con un artículo que escribiera el maestro de la gubia y el pincel, el maño José Miguel Palacio, con especial dedicatoria al artista cordobés, por lo que voy a darlo a conocer a mis amigos lectores, junto con alguna cosita más de mi propia cosecha.

Julio Romero de Torres nació en Córdoba el 9 de Noviembre de 1874, en el viejo edificio del Museo Provincial de Bellas Artes ¿Casualidad o jugada del destino? Era hijo del matrimonio formado por don Rafael Romero Barros pintor- director-fundador de dicho Museo Provincial, y de doña Rosario de Torres Delgado.

Julio se apasionó desde muy niño por todas las disciplina artísticas, mostrando gran interés por la estructura del cuerpo humano. Su vida artística estuvo en sus principios influenciada por el torbellino de corrientes pictóricas que sacudían la época. Desde el Impresionismo francés que encontró en la Península su mayor adepto en Darío de Regoyos, hasta el realismo de Courbet que inspiró los celebrados paisajes del catalán Martí Alsina, pasando por el retratismo fotográfico propio de Federico de Madrazo, la genialidad de la pintura oriental de Mariano Fortuny y un prerrafaelismo inglés que él ambientaría siempre en el marco predilecto de su Córdoba natal. Una Córdoba de complejo espíritu bizantino, romano, árabe, gitano, cristiano, mahometano y pagano.

Julio Romero de Torres, alió a su vocación de pintor una curiosidad que, unida a su carácter sociable le introducirían con gran aceptación en sendos ambientes del Córdoba y del Madrid de principios del siglo XX. En estos años participa en la vida cultural cordobesa. Frecuenta la Academia de Ciencias, Bellas Letras y nobles Artes, presidida por Ramírez de Arellano, el Ateneo y la Sociedad Económica de Amigos del País. Se mueve además entre escritores y artistas como Mateo Inúrria, Rafael García Lovera o Guillermo Belmonte Muller. Era asiduo a las tertulias madrileñas a las que acudían las más insignes personalidades de la época, desde intelectuales hasta destacados artistas del mundo del espectáculo. Los hermanos Baroja, Ignacio Zuloaga, José Gutiérrez Solana, Rafael de Penagos, Luís Alemany… pudieron intercambiar con él toda clase de opiniones y sugerencias acerca de las últimas tendencias de su insaciable necesidad de conocer “lo nuevo”. Y junto a su gran amigo Ramón Valle-Inclán, su ansiedad por la novedad le impulsó a apostar por un

joven novillero cuya revolucionaria concesión del toreo causaba gran revuelo y polémica por aquel entonces; nos referimos a Juan Belmonte.

 

Retrato de Juan Belmonte (1917). La Giralda al fondo  es un homenaje a Sevilla, donde el torero nació en 1872.

Desde su primer lienzo que le supuso el reconocimiento, “¡Mira qué bonita era!” el artista cordobés augura los tres pilares esenciales en los que se cimentará su obra; la mujer, la copla y la muerte. El referido cuadro le valió una mención honorífica en la Exposición Nacional de Bellas Artes.

 

«Mira que bonita era». Su primer lienzo de éxito.

La mujer morena, intrigante muchacha ardiente y sensual, enigmática e impetuosa, ha recibido un trato personalísimo en la pintura de Romero de Torres. A la mirada profunda y misteriosa que todos percibimos conocemos nos asombra el planteamiento surrealista de los cuadros, con desnudos femeninos surgidos en armonía con estos paisajes místicos, inconfundibles del maestro. Aparece la mujer como tentación, el erotismo sutilmente minado de religión, o al revés. Se agazapan el dualismo del amor y de la muerte, pasión sagrada y profana de féminas sacralizadas y herejes, unidas como en el cante jondo de una saeta. Más qué pintor, habría querido ser cantaor, confesaba Romero, que mantenía una entrañable relación con la copla, con cuya fuentes primordiales de inspiración, la religión, la mujer y la incertidumbre del destino -la copla andaluza es desesperanzada por antonomasia- se identificaba plenamente el hombre.

No se puede negar que conociera mejor que nadie a los personajes que plasmaba en sus telas. Se le conoció como el pintor que retrató a la mujer morena española, pero Julio Romero de Torres no fue un simple artista folklórico. Bien a pesar del desprecio de los expertos que, recurriendo al tópico, tachaban su obra de “andaluzada”. La verdad era otra, y con el tiempo lienzos como “Carmen” y “La Consagración de la Copla” han sido consideradas como dos obras cumbres del prerrafaelismo español.

 

Carmen                                                      «La Consagración de la Copla».

 

Una de las grandes pasiones del artista cordobés era la Tauromaquia. Dato curioso a resaltar, era un incondicional del sombrero cordobés gris perla, aunque los únicos que lo usarán ya en España fueran Guerrita, algún otro picador y el propio pintor. Sombrero que, junto a la airosa capa otorgaba un aire extraordinario a su gallarda compostura.

Una parte sustancial del legado de Romero de Torres está constituida por retratos, sobre todo de personajes populares y también históricos como gustaba al simbolista que era. No es entonces de extrañar que el genial pincel del creador inmortalizara los colosos del toreo cordobés de mayor redundancia. Guerrita y Machaquito son toreros impasibles, con aires místicos, litúrgicos solemnes propios de un emperador romano en la obra de Romero de Torres.

 

«Guerrita»                                                         «Machaquito»        

 

En el “Poema de Córdoba”, el pasado se reencarna en el presente merced a la evocación del alma del filósofo hebreo Maimónides, del poeta Góngora, del Gran Capitán y ¡como no! del ídolo lo popular “Lagartijo”. En “La Consagración de la Copla” Machaquito aporta también al cuadro aquella referencia histórica tan del agrado del autor.

 

«El Poema de Córdoba»

 

Hallándose enfermo, poco antes de su fallecimiento, regresa a Córdoba donde pinta “Ofrenda al Arte del Toreo”, mezcla del poder sugerente de una figura femenina, rodeada por diversos elementos simbólicos. La lápida, a los pies de la mujer, con los nombres de “Lagartijo”, “Guerrita” “Belmonte” constituye un auténtico homenaje a esta señeras figuras de la Tauromaquia.

 

«Ofrenda al arte del toreo».

El sevillano Juan Belmonte, con estrechos y templaneros vínculos de amistad con el pintor, ha recibido un trato preferencial, dedicándole un retablo inspirado de una foto dedicada por el Pasmo de Triana.

No olvidemos que Romero de Torres fue uno de los organizadores, junto a Valle Inclán, Julio Antonio, Ramón Pérez de Ayala y Sebastián Miranda, del homenaje que se le brindó al legendario torero cuatro meses antes de tomar la alternativa. Y cabe también señalar que Juan Belmonte adquirió devotamente su cotizado cuadro Carmen, hecho que tuvo amplia resonancia popular y que se reflejó en los títulos de los artículos que se publicaron en la prensa de aquel entonces.

Romero de Torres, realizó también el cartel de la Gran Corrida Patriótica de 1921. El desastre Annual, durante la guerra de Marruecos, tuvo honda repercusión en la sociedad española, organizándose una campaña nacional de ayuda económica para la evacuación y auxilio de heridos y prisioneros. Por este motivo se celebró un magno festival benéfico con grandes toreros, la reina Victoria encargo el cartel al cordobés.

 

Cartel de la «Gran Corrida Patriótica».

De inequívoca sensibilidad costumbrista, fue en otras ocasiones el firmante de alguno de los carteles de la feria de Córdoba.

Julio Romero de Torres, participo con intensidad en todos los acontecimientos artísticos de Córdoba y España. Ya en el año 1895 participó en la Nacional en Madrid, donde recibió una mención honorífica. También participó en la ediciones de 1899 y 1904, dónde fue premiado con la tercera medalla. En esta época inició su experiencia docente en la Escuela de Bellas Artes de Córdoba.

En el 1906, el jurado de la Nacional rechazo su cuadro “Vividoras del Amor”, lo que provocó que el Salón de Rechazados fuera más visitado que las salas de la Exposición Nacional.

 

«Vividoras del amor»

Ese mismo año marcho a Madrid, para documentarse y satisfacer su inquietud renovadora. Después realizó viajes por toda Italia, Francia, Inglaterra, y Países Bajos.

En el 1907 concurrió ya con los pintores más renombrados de la época a la exposición de los llamados independientes en el Círculo de Bellas Artes. Poco después obtuvo por fin su primera medalla de la Nacional del año 1908 con su cuadro “Musa Gitana”.

 

          «La Musa Gitana»                                                                         «Retablo de amor»

 

También recibió el primer premio en la Exposición de Barcelona de 1911 con el “Retablo de amor”, y dos años después en la Internacional de Munich del año 1913. En la Exposición Nacional de 1912 cuando Romero de Torres aspiraba a la medalla de honor, su obra no fue reconocida lo que provocó que sus admiradores le entregaran una medalla de oro cincelada por el escultor Julio Antonio. Cuando sus cuadros tampoco fueron premiados en la Exposición de 1915 con la medalla de honor, decidió retirarse definitivamente de las Exposiciones Nacionales.

En el 1916 se convirtió en catedrático de Ropaje en la Escuela de Bellas Artes de Madrid, instalándose definitivamente en la capital. A partir de aquí, su obra comenzó a representar el pabellón español en diversos certámenes internacionales, convocados en París, Londres, etc. Sin embargo, el gran momento de éxito se produjo en Buenos Aires, en el año 1922. En agosto de ese mismo año Julio Romero de Torres había viajado a la República Argentina acompañado de su hermano Enrique, y en los últimos días de este mismo mes se inauguró la exposición, que fue presentada en el catálogo por un espléndido texto de Ramón Valle-Inclán. La muestra constituyó un éxito sin precedentes. Julio Romero de Torres, fue miembro de la Real Academia de Córdoba y de las Bellas Artes de San Fernando. También exhibió su obra en la Exposición Iberoamericana de Sevilla en 1929, y en múltiples exposiciones individuales en nuestro país y en el extranjero. El 18 de diciembre 1922 Ayuntamiento de Córdoba lo nombró Hijo Predilecto de la ciudad.

A principio de 1930 Julio Romero de Torres, agotado por el exceso de trabajo y afectado de una dolencia hepática volvió a su Córdoba natal para tratar de recuperarse. Pintando en su estudio de la Plaza del Potro, realizó entre los meses de enero y febrero la que sería su obra final y más celebre conocida la “Chiquita Piconera”.

 

«La Chiquita Piconera».

 

El día 10 de mayo del 1930 moría Julio Romero de Torres en su casa de la Plaza del Potro en Córdoba, hecho que conmocionó a toda la ciudad. Las manifestaciones de duelo general que produjo su muerte, en las que participaron en masa desde las clases trabajadoras más humildes hasta la aristocracia cordobesa, dejaron patente la inmensa popularidad de que gozaba el pintor cordobés.

Casado con Francisca Pellicer -hermana del escritor, poeta y dramaturgo Julio Pellicer -, tuvo tres hijos Rafael Romero de Torres Pellicer, Amalia y María. Su obra más importante fue la “Chiquita Piconera”.

El grueso de su obra se encuentra en Córdoba en el Museo de Julio Romero de Torres, donde se puede admirar el amplio repertorio de cuadros que fueron donados por su familia, por coleccionistas privados o comprados por el Ayuntamiento. Entre la obras más destacadas de este maestro figuran “Amor místico” y “Amor profano”, “El Poema de Córdoba”, “Marta y María, “La Saeta”, “Cante hondo”, “La Consagración de la Copla”, “Carmen” y por supuesto la renombrada y última obra suya la “Chiquita Piconera”.

 

«Los Piconeros»

NOTA.-

El día 9 de Mayo del año 1970, el grupo que yo dirigía “Los Piconeros”, lograba para Córdoba, un clamoroso éxito con su actuación, en el escenario del Gran Teatro Falla de Cádiz. (Primer premio Regional en la modalidad de Comparsas). Recuerdo que en los bises que nos solicitó el público de sala, interpretamos dos pasodobles inéditos; uno dedicado a Antonio Martelo, recientemente fallecido (intérprete del personaje “Séneca”, de la serie de televisión dirigida por José María Pemán) y otro dedicado al genial pintor y paisano Julio Romero de Torres, con motivo de cumplirse, al día siguiente, el XL aniversario de su fallecimiento. Ni que decir, la explosiva ovación que el gentil y cariñoso público gaditano nos dedicó al acabar de cantar esta humilde letrilla:

A LA MEMORIA DE JULIO ROMERO DE TORRES.-

Se encontraba cierto día un forastero

en la puerta de la Mezquita Catedral,

preguntaba con su acento de extranjero

“mi quegé caballego

cogocé esta ciugá”.

Lo lleve

de la mano al Museo

vio los cuadros que mi Julio

allí pintó:

“La Cabeza de Santa”,

“la Samaritana”,

“Ángeles y Fuensanta”,

“Conchita Triana”,

“La niña de la Rosa”,

“Marta y la Copla”

y la Chiquita Piconera…

su última gran obra.

El “Mister” ni parpadeaba

extasiado estaba

al contemplar,

como a la mujer cordobesa,

plasmó su belleza

pintor tan genial.

Luego, siguiendo el recorrido

llegamos a San Basilio,

Alcázar de los Reyes Cristianos,

el Zoco, el barrio judío,

el Triunfo y ese río

y mi Puente Romano…

Y aquí dije al extranjero:

“Por este Puente juncál

cruza el mejor de los Monumentos

mi Cristo del Descendimiento

del Campo de la Verdad”.

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El genio de la comparsa gaditana Paco Alba, escribió para su grupo “Los Beduinos”, la siguiente letrilla dedicada a la Musa de Julio Romero de Torres.

 

«La Chiquita Piconera». Musa del pintor.

 

Si aquél célebre Julio Romero

el pintor de la Musa Gitana

viera hoy como está su modelo

de seguro de pena lloraba.

En Madrid vendiendo caramelos

toda llena de arrugas su cara

ya no queda de su negro pelo

na’ más que una cabeza plateada.

La morena cordobesa

que plasmó con su paleta

adorna con su belleza

e ilustra con su majeza

billetes de cien pesetas.

Es triste la paradoja

de la vida y sus reveses…

la modelo está muy sola

sumergida en su congoja

lamentándose de verse,

marchitada su belleza

viviendo en la pobreza

estando en tantos billetes.

Antonio Rodríguez Salido

Compositor y letrista

Escalera del Éxito 176

Jose Luis Cuevas

Montaje y Editor

Escalera del Éxito 254