CARTA ABIERTA A «JUANITO DONAIRE»

 

Mí querido Juan:

A veces cuando alguien se decide a escribir de un amigo que acaba de marcharse a lo eterno, no sabe cuantos adjetivos ponderantes le dedicaría. Yo no voy a hacerlo porque todos los que te hemos conocido y tratado, de sobra sabemos la categoría de persona que eras y las cualidades que te adornaban. Yo solo quiero hablarte de la dolorosa impresión que me produjo enterarme de tu fallecimiento.

 

Pocos días antes de producirse el fatal desenlace, habíamos hablado tu y yo por teléfono y me informabas, lleno de optimismo e ilusión, que la «Fundación Escalera del Éxito», te acababa de editar un libro sobre tu pasión favorita «EL PASODOBLE TORERO» del que tu siempre has sido su principal valedor y propagador con tus habituales y sentidas conferencias por distintas ciudades de nuestra geografía.

Días más tarde me enviaste el citado libro que guardo con especial celo con una cariñosa dedicatoria. Pasados unos días te llamé por teléfono a tu domicilio no recibiendo respuesta alguna, por lo que te dejé un mensaje en el contestador. El miércoles día 4 de Febrero, volví a insistir con otra llamada para darte la primicia del alumbramiento de un nuevo pasodoble escrito por mi, y dedicado a nuestro común y gran amigo Salvador Sánchez Marruedo… Lo tenia todo preparado ese día para que escucharas su audición, pero de nuevo me salió la voz grabada que me invitaba a dejarte el mensaje… y tuve una mala corazonada, puesto que yo sabia de tu enfermedad pero no de su gravedad.

Después de dudar unos segundos cogí otra vez el teléfono marcando el número de tu oficina y allí me informaron de que habías fallecido. ¡Vaya golpe!. Sobrecogido por la noticia, me derrumbé en la silla del ordenador. Quedé pensativo un tiempo, y al final, me decidí hablar con Salvador que me lo confirmaba. Más tarde recibí la llamada de tu querida esposa Paula, que había escuchado mis mensajes y pensó que yo no estaba enterado de lo que pasaba. Hablamos de ti, de tu enfermedad, de tu muerte producida el sábado 31 de enero y de que tres días más tarde, tuvo lugar la misa Corpore sepulto, tu cremación y el esparcimiento de las cenizas, por tu querida Valencia de Alcántara (Cáceres) la tierra que te vio nacer y que ahora te da cobijo eterno.

 

«Juanito Donaire», como gustabas llamarte en las ondas de Radio Frontera de tu querido pueblo cuando leías aquellas famosas cartas sobre la música torera. A ti y a mi nos unió la misma afición, el arte de los toros y el pasodoble torero, a través de una fuerte y cordialísima relación de amistad.

En estos momentos tan tristes en los que te escribo, acuden a mi mente muchos y buenos recuerdos de las charlas que manteníamos a distancia, que hacen que mis sentimientos se agiten y que en mi corazón resuene el eco de aquella vieja canción que un día escribió un renombrado Poeta: «Cuando un amigo se va / deja un espacio vacío / que no lo puede llenar / la llegada de otro amigo…

 

Juan descansa en paz.

Antonio Rodríguez Salido Compositor-letrista

 

 

 

 

CARTA A JUANITO DONAIRE

 

 

A la memoria de Juan Silva Berdús,

colaborador radiofónico inestimable en Radio Frontera y Norte Radio Trujillo

con sus «Cartas de Juanito Donaire»,seudónimo con el que las firmaba.

 

 

Querido Juan:

 

¡A cuántas cartas, que tú firmabas como Juanito Donaire, he puesto mi voz! Esas que me enviabas desde las murallas de Ávila –como te gustaba decir- hablándome de música y de toros.

 

Cuántas horas han llenado tus epístolas el espectro de las ondas y cuántos minutos de magia torera has regalado a los miles de oyentes que cada semana esperaban tus cartas.

 

Y ahora los timbales se han quedado mudos. Los clarines son incapaces de anunciar este duro tercio que te ha tocado lidiar. Has hecho, querido Juan, tu último paseíllo. Un cruel toro astifino te ha dado una cornada que no has podido esquivar y te has ido herido de muerte a las tablas. Pero se han se han abierto para ti los portones del universo infinito.

 

Duro como un torero, Juanito Donaire, te has ido filigraneando y sin quejarte, de puntillas… ¡Tan elegante! Y ahora suena un místico pasodoble torero, plagado de cascabeles, tubas y clarinetes divinos que te llaman irremediablemente a un coso celestial, lleno hasta la bandera de tantos conocidos tuyos.

 

Cartel de lujo para que tú comentes: Gallito, Lagartijilla, Martín Agüero, Domingo Ortega, Marcial Lalanda, Manolete, Joselito, todos aquellos que tan bien tú conocías. Y una banda sobresaliente para amenizar la eternidad: Cleto Zabala, Federico Chueca, Francisco Alonso, Santiago Lope, Manuel Penella, Martín Domingo, Pascual Marquina, Vicente Espiteri, Pascual Pérez, Emilio Cebrián y muchos más. Todos los compositores que han firmado en el libro de oro de la historia del pasodoble español y de los que nos has hablado en tantas ocasiones. Todos ellos ahora tocan para ti el pasodoble eterno dedicado a quienes han amado tanto como tú.

 

Ya ves, Juanito, qué mal fario; qué mal toro te ha tocado en suerte y no has podido cambiar el tercio. Te has despedido con una majestuosa verónica, dejando atrás el trapío de toda una vida, que para ti se ha plegado. Ya estás en el albero infinito, el que sólo pisan los mejores; los que han llegado a descubrir «esa soledad sonora de musicales silencios» que decía Bergamín.

 

Y nos dejas aquí, ávidos de historias de músicos y chascarrillos de toreros. La radio se ha quedado muda por la pena de tu marcha. Sí, sabemos que hemos heredado muchas historias y mucha sabiduría de tus escritos, pero ¿qué clarines anunciarán las cartas que aún te quedaban por escribir? ¿Quién tejerá como tú, Juanito, la historia antes anónima del pasodoble español? ¿Quién asumirá la dulce carga de explicar los secretos confesables de los grandes compositores españoles?

 

 

 

Nos quedamos huérfanos de muchas cosas, Juanito Donaire, especialmente de tus amenas tertulias y de tus cartas, salpicadas de anécdotas y de leyendas cargadas de historia. Hemos empezado a añorar el celo que ponías en tu trabajo; tus minuciosas indicaciones.

 

Podíamos dedicar horas a hablar de música y toros, pero el pentagrama de la vida para ti ha cambiado de clave; se ha abierto el portón inmortal de cuadrillas y ya estás en la radio imperecedera del infinito. Sus ondas nos llegan claras y nítido tu mensaje que adivinamos de ánimo y de fortaleza para seguir faenando por este mundo.

 

Esta radio perecedera no será la misma sin ti, pero nos consuela el ejemplo auténtico de tu vida y la entereza con la que, resignado, has emprendido tu marcha. Ya te echamos de menos, querido Juan.

 

Espéranos en la plaza de toros del más allá; sentado cerca de una imaginaria banda de música divina; guárdanos el sitio, no tardaremos en llegar, porque nosotros también tenemos la entrada comprada para ese festejo. Despliega un capote de estrellas para que sepamos que tu faena va de lujo.

 

Adiós, querido Juanito Donaire; adiós, querido Juan Silva Berdús. Hasta siempre.

 

 

Ángel Guerra

Director de Radio Frontera

 

 

 

 

Eran las 10 de la noche del viernes 30 de enero del 2009. La Unión Musical de Hondón de las Nieves (Alicante) dirigida por el Maestro Emilio Alpera Alted esperaban se abriera el telón del  Teatro Concha Segura en Yecla (Murcia) para interpretar la programación del último concierto que habías preparado para conquistar una nueva plaza como tantas otras tardes.

Instantes antes del comienzo recordaba a solas tras las cortinas del escenario, nuestro encuentro del 2 de Diciembre, sabías que tenías una grave cornada y decidiste         que fuera yo quien te sustituyera en tarde de tanto compromiso. Fue para mi un honor recibir cada una de las partituras que tu habías programado de algo tan grande y tan tuyo.

Tú que perfilaste los sueños sin límite de la música más torera. Sobre cada línea del pentagrama encontraste la historia, la sensibilidad, la anécdota; trasmitiendo sobre cada nota la esencia misteriosa que solo tú supiste contar.

Esta noche sin tu quererlo te ibas acercando a la puerta más inimaginable

Es la hora del concierto, con reverente saludo al público hice que mis palabras se escucharan en tu nombre.

El maestro hizo sonar la primera obra “La Giralda” del Maestro Juarranz, sus brillantes y sonoras notas te acompañaron en algarabía por el último paseo de tu vida camino de la plaza.

Ya, todos acomodados en la localidad de esa plaza imaginaria, y tu dispuesto en la embocadura del portón de cuadrillas, la luz, te llena de angustias y miedos, tu corazón torero palpita arrítmicamente, las zapatillas sobre la fría arena echan el paso al aire del pasodoble “La gracia de Dios” del maestro Roig.

Tras el burladero desplegaste el capote y quisiste que escucháramos una de tus piezas favoritas “Gallito” del Maestro Lope música de mito y que cuenta la leyenda que se puede escuchar aplicando el oído sobre la lápida del panteón del músico en la plaza de toros de valencia en las tardes de toros.

El concierto sin tu saberlo, huele a eternidad, parece que hubieras querido anunciar el final de tu destino

Como tampoco pudo cambiar su trágica suerte Fernando Romero “Lagartijilla” en la tarde del estreno de su pasodoble del 25 de abril de 1909 en la vieja plaza de la carretera  de Aragón de Madrid, un toro de Concha y Sierra no quiso escuchar el canto poético que el gran poeta y subalterno Manuel Machado hizo a la suerte de banderillas y mientras escuchábamos su música tu intentabas quebrar a la misma muerte.

Y qué casualidad amigo Juan ¿fue el destino? El Maestro Teixidor también escucho en su lecho en el hospital militar de Bilbao su pasodoble Amparito Roca que sonaba casualmente en la onda de Radio Juventud por la megafonía del centro sanitario, y al terminar expiró

Te he recordado mucho esa noche, sabía que te encontrabas en el preludio final, sin tu saberlo arropaste a tus último instantes el sueño de tu voz en alto cuando los ojos se iban apagando, cuando los pies apenas permanecían y empezabas ese viaje sin retorno en busca del descanso de oro.

Los astros agitan sus pañuelos blancos hacia el palco más alto, donde Santa Cecilia patrona de los músicos y San Pedro Regalado patrón de los toreros de abren la Puerta Grande del cielo.

 

 

Juan José Márquez