Fuente: Los toros dan y quitan

JUAN ROMERO FERNÁNDEZ "SALERI "

Juan Romero Fernández «Saleri» Cortesía de don Rafael González Zubieta «El Zubi» http://rafazubi52.blogspot.com/search/label/La%20Muerte%20que%20mitifica%20a%20los%20toreros

Refiere el cronista y Dr. Juan José Zaldívar Ortega  en su obra “Toros Notables” que el banderillero español Juan Romero «Saleri», de la cuadrilla sevillana de Diego Prieto Barrera (Cuatro Dedos), resultó mortalmente  herido en la ingle izquierda cuando realizaba un salto con la garrocha, por lo que falleció a los 27 años de edad  el 15 de enero de 1888 en la Plaza de Toros El Paseo, en la ciudad de  Puebla, México;  la fatal cornada se la infirió el toro “Marinero” de la vacada de San Diego de los Padres propiedad de don Nicolás González Jáuregui, sin embargo, los cronistas taurinos mexicanos AB y ABB refieren que fue muerto por el toro de nombre «Campero» de la dehesa de San Cristóbal La Trampa.

Diego Prieto Barrera (Cuatro Dedos) organizó por su cuenta una corrida en la plaza de Puebla de los Ángeles, México, para matar él y (el Zocato) seis toros de San Cristóbal de La Tampa. Dio comienzo la corrida con mucho interés y entusiasmo porque los tres primeros toros salieron muy bravos. Juan Romero (Saleri) pareó al segundo en unión de “Blanquito”, poniendo dos estupendos pares, uno al cuarteo y otro a toro parado. Apareció el cuarto toro, llamado “Campero”, berrendo en negro, y resultó manso, por lo que el público pidió su vuelta al corral. No accedió el presidente a la petición y sucedió lo siguiente, explicado por “Blanquito” en una carta dirigida a un amigo de Sevilla: «Puebla, 18 de enero de 1888: Apreciable amigo José: El contenido de ésta es para manifestarle la desgracia ocurrida de su compadre; sabrá usted como el día 15 de enero toreamos en este pueblo por primera vez, con un entusiasmo atroz, y sobre todo, con el difunto. Salimos toreando y no hemos oído más palmas nunca. Diego, en la muerte estuvo muy bien, y todos y su compadre; ha sido una de las tardes que hemos gozado más. Al mismo toro de la desgracia dio un cuarteo con la garrocha en la mano, el mejor que ha dado en este mundo; calcúlese lo que se armaría, pero entre Diego y (el Morenito) echaron una riña con él para que no lo saltara. Era un toro que de torearlo estaba manso, y usted sabe lo cansado que él se ponía.  El público, al ver las demostraciones, se echó encima chillando, y le brindó el toro al gobernador de ésta; ya aquí es donde no nos pudimos explicar lo que iría a hacer; no lo sabía más que Dios y él. La cuestión. Citó al toro, se le arrancó, y él, lo mismo, sin saltar y sin hacer nada; se mete en la cara del toro como un tonto, como un muerto, es decir, como una estatua, inmóvil y sin moverse, sin saber lo que pasaba, asustado. En el momento no hizo el toro más que meterle la cabeza, y todo fue un pronto, engancharlo y dejarlo caer en seguida; ni derrotó, ni se movió el toro para nada, ni lo detuvo en la cabeza; pero en ese pronto, cuando cayó para el otro mundo, no hemos tenido el consuelo de oírle hablar nada. Yo me llevé el toro, y cuando lo cogieron muerto, era menester ver el cuadro: todos llorando, y al instante suspendieron la corrida. El público, superior; la cornada parecía la picada de una avispa, en la ingle derecha, en el nacimiento del empeine; no echó ni una gota de sangre. Sobre la cuestión de su entierro mandó el gobernador una razón: que él lo costeaba todo, no dejando pagar nada; y el día del entierro fue el desborde de 7,000 personas. El domingo, o sea el día 22 del mismo mes, es el beneficio para la familia y otro en México. Le mandaré noticias; todo lo suyo lo ha guardado Diego, y se ha hecho inventario. Sin más, su seguro servidor, Blanquito.»

“Recortes”, el afamado cronista taurino, describe así la desgracia: «salió el cuarto, “Campero”…, que resultó un completo buey. Se emplazó en los medios sin hacer caso de capotes ni caballos, hasta que pasados unos minutos comenzó a correr por la plaza buscando la salida. El público pidió fuese devuelto al corral, a lo que no accedió el presidente, y entonces Juan Romero Fernández (Saleri,) –nacido en Sevilla en 1861-, que vestía de verde botella y plata, cogió la garrocha para dar el salto, su suerte favorita, en la que tanta seguridad tenía y por la que obtuvo tantos aplausos en cuantas plazas la ejecutó… Dio un recorte a cuerpo limpio y después citó con la garrocha; pero viendo que el toro no acudía disminuyó la distancia avanzando unos pasos. El toro se encampanó, arrancó de pronto y el banderillero clavó en el suelo la garrocha elevándose en el aire: el toro se quedó en la suerte y en el aire enganchó al diestro por la ingle izquierda,  introduciéndole el asta como unos cuatro centímetros. Derrotó de nuevo y lo recogió, causándole una herida en la frente. El torero se levantó con mucho trabajo, se llevó las manos al vientre y cayó al suelo, donde lo recogieron sus compañeros; antes de llegar a la enfermería se puso en pie, dio unos cuantos pasos y cayó de nuevo, exclamando: ¡Dios mío, sálvame! ¡Virgen del Carmen! El parte facultativo decía: «Como el señor juez, que tuvo que intervenir en este asunto, no ordenó que se hiciera la autopsia, necesaria, no se puede decir cual fue la verdadera causa de la muerte de Juan Romero (Saleri). La segunda herida estaba situada en la fosa ilíaca izquierda, a tres centímetros arriba de la parte media del pliegue inguinal correspondiente, de dirección casi paralela a la de dicho pliegue, y de cinco centímetros de longitud. Esta herida penetró en la cavidad abdominal.» En plena popularidad, acabó la vida de Juan Romero (Saleri), cuya campaña ante los toros fue breve, pero brillante. Ejecutaba las suertes con arrogancia, bizarría y habilidad, y cayó vencido en la arena cuando su porvenir se le presentaba lleno de promesas gloriosas.

Por su parte, el erudito taurino, don Juan José de Bonifaz Ybarra, refiere de esta víctima de la fiesta, que << el sevillano,  Juan Romero Fernández (Saleri), que figuró en las cuadrillas de Fernando Gómez (el Gallo) y Diego Prieto (Cuatro dedos), toreó en plazas mexicanas durante la invernada de 1887-88. Lo hizo en Puebla de los Ángeles el 15 de enero de 1888 y al intentar poner en práctica la suerte del salto de la garrocha fue herido en la ingle derecha por un toro de la divisa de San Cristóbal de Trampa, sobreviniendo la muerte en forma instantánea, por lo que se suspendió el festejo.»

Don Fernando García Bravo, en sus «Efemérides de la Semana» que le publica la revista «6TOROS6» (Número 342, del 16 de enero de 2001) refiere que. El 15 de enero de 1888, muere en la plaza de toros de Puebla (México) el banderillero Juan Romero «Saleri». El toro «Pampero» de la ganadería de San Cristóbal de la Trampa, le dio una gravísima cornada al ejecutar el salto de la garrocha. «Saleri» tenía 27 años y actuaba a las órdenes de Diego Prieto «Cuatrodedos».

Por su parte el cronista Rafael González Zubieta «El Zubi», refiere en su Blog Taurino en la Internet «Larga Cordobesa» que: Juan Romero Fernández «Saleri», fue un banderillero nacido en Sevilla el 11 de noviembre de 1861, que murió con 27 años en la plaza de toros de Puebla de los Ángeles (México) a consecuencia de la cornada recibida por el toro «Pampero», de la ganadería de San Cristóbal de Tampa, al hacer el salto con la garrocha, suerte que realizaba magistralmente en la que no tenía rival. El pasado 15 de enero se cumplieron ciento quince años de su muerte, producida en 1888. Tras pasar por las cuadrillas de los novilleros Cacheta, Punteret y Currito Avilés, debuta en Madrid a las órdenes de Fernando Gómez «El Gallo» en 1885, ocupando el lugar dejado precisamente por Rafael Guerra «Guerrita». Ese día deja constancia de su clase torera cobrándose un gran triunfo como banderillero ya que brilló con luz propia. Acompañó a Fernando «El Gallo» hasta 1887, en que se pasa a la cuadrilla de Diego Prieto «Cuatrodedos», con quien viaja a México para hacer la temporada de invierno allí. El 15 de enero de 1888 «Cuatrodedos» y Carlos Borrego «El Zocato» son contratados para matar seis toros de la ganadería de San Cristóbal de Tampa en Puebla de los Angeles en México. La tragedia se produjo en el cuarto toro, un berrendo en negro, manso como un buey de nombre «Pampero», que fue muy protestado por el público al presidente del festejo, que decidió dejarlo en la plaza. Aquel día Juan Romero «Saleri» vestía de verde botella y plata. El torero sevillano no hizo caso de las advertencias de los compañeros y cogiendo la garrocha para dar el salto se dirigió hacia el toro. Dio un recorte a cuerpo limpio y cita al bicho con la garrocha. Viendo que el toro no acude a la cita «Saleri» se acerca cada vez más a él. El toro se encampana y arranca de improviso. El torero clava la garrocha en suelo y salta en el aire en el momento en que el toro se para en la suerte y en el aire lo engancha por la ingle izquierda metiéndole el asta en el abdomen hasta el vientre unos cinco centímetros. Derrota de nuevo y lo recoge causándole una herida en la frente. «Saleri» es conducido a la enfermería donde ya llega sin vida. Su compañero Manuel Blanco «Blanquito», dijo que «la herida no dio ni una gota de sangre y que era tan grande como la picadura de una avispa». Al no haberle sido practicada la autopsia, nunca se supo a ciencia exacta la causa de su muerte. El presidente suspendió el festejo y el Gobernador del Estado costeó el entierro del torero sevillano allí en Puebla, al que acudieron varios miles de personas. Sus compañeros le erigieron un mausoleo en su memoria y le colocaron la siguiente inscripción: «D.E.P. El banderillero español Juan Romero Fernández «Saleri» falleció víctima de su profesión en la Plaza de Toros de Puebla la tarde del domingo 15-1-1888. Sus desconsolados y queridos compañeros no lo olvidan y le dedican este recuerdo. Diego Prieto «Cuatrodedos», Carlos Borrego «Zocato», Manuel Mejías «Bienvenida», Antonio García «Morenito», Manuel Blanco «Blanquito», Luis Peralta, Francisco Guzmán y Rafael Sáez».


Cortesía de
http://www.todocoleccion.net/toros-torero-juan-romero-saleri-muerto-mexico-ano-1888-pieza-excepcional~x26556495

El ilustre historiógrafo Héctor Budar nos explica en una muy documentada editorial de su autoría de nombre: «Casos y Cosas de Toros/ Histórica Plaza El Paseo I», publicada en la acreditada revista taurina «En Los Medios» del cronista Óscar Mejía, del 2 de julio de 2013, que en la ciudad de Puebla de los Ángeles, estado de Puebla, en México, tuvo en los siglos dieciocho y diecinueve varias plazas de toros pero ninguna con la importancia de la «Plaza el Paseo», que permaneció en actividad durante 96 años de 1814 a 1937. Este coso tomó el nombre del lugar donde estaba ubicada, frente al Paseo Nuevo, hoy Paseo Bravo, entre las actuales calles 3, y 5 poniente. Uno de los hechos históricos de la tauromaquia mexicana sucedió aquí, el 13 de abril de 1879, cuando el maestro español Bernardo Gaviño otorgó la primera alternativa que se dio en suelo azteca al diestro atenqueño Ponciano Díaz. Este es uno de los muchos acontecimientos registrados en esta plaza que tenía un aforo de tres mil localidades y estaba construida de concreto con la parte superior de madera.
En este artículo nos vamos a ocupar de un suceso que puso un negro crespón en este coso. Nos referimos a la muerte del bandillero español Juan Romero Fernández, “Saleri”. En el otoño de 1887, su paisano el matador de toros Diego Prieto “Cuatrodedos”, formó una cuadrilla con el también matador de toros Carlos Borrego “Zocato”, los banderilleros “Morenito”, “Bienvenida”, “Blanquito” y Saleri y se embarcaron hacia México. Cuatrodedos fue un torero sin grandes logros artísticos, pero sí hábil en el negocio empresarial taurino. A falta de contratos se convertía en empresario, como lo hizo el 15 de enero de 1888 en Puebla. La publicidad salió a las calles, causando gran interés para ver la anunciada presentación, de Diego Prieto “Cuatrodedos” y Carlos Borrego “Zocato”, con ganado de San Cristóbal La Trampa. Llegó el día indicado y los toreros radicados en la capital del país, viajaron muy temprano a la angelópolis en el tren interoceánico, el mismo día de la corrida, con acepción de Saleri y el picador “Cantares”, los cuales no se habían dejado ver desde la noche anterior, por haberse ido de juerga, teniendo que salir dos horas después en el Mexicano. Cuando estaban colocando sus avíos los descubrió la señora Enedina Reboyo de Márquez, esposa del gobernador de Puebla, los invito a sentarse cerca de ella. Todo el trayecto estuvieron conversando, de toros, naturalmente. Al despedirse la señora le pidió a Saleri, le brindara el salto de la garrocha, a lo que Juan accedió. El picador se fue hacia la plaza y Saleri rumbo al hotel Diligencias, al llegar se encontró a sus compañeros ataviados que ya iban rumbo a la plaza. Saleri se vistió a toda prisa y los alcanzó antes de empezar la corrida. El festejo empezó con éxito. Salió el cuarto toro que se emplazó en los medios dando problemas como si estuviera toreado. Saleri cogió la garrocha fue al palco del gobernador y le brindo a su esposa como le había prometido. Sus compañeros trataron de impedir que consumara la suerte, el no hizo caso y fue al toro, lo citó, el toro no acudió al cite, caminó unos cuantos pasos más, clavo la garrocha, no se pudo elevar por la corta distancia y cayó entre los cuernos, el toro lo enganchó del muslo derecho dándole una cornada en la ingle, al derrotar le pegó en el cuello rompiéndole la aorta causándole una intensa hemorragia interna, se levantó dio unos cuantos pasos cayó y cuando sus compañeros lo levantaron le escucharon decir: Dios mío este toro me ha matado, virgen del Carmen sálvame, fue su ruego antes de expirar. En los tendidos corrió la noticia que el valiente Saleri había muerto y suspendieron la corrida. Sus compañeros inconsolables lo velaron en la iglesia de la Compañía entre gran cantidad de gente, que no daba crédito a lo sucedido, coronas del gobierno de gente de la sociedad y ramos de flores del pueblo, bordeaban el ataúd. A las diez de la noche se presentó el gobernador Rosendo Márquez disculpando a su esposa que estaba inconsolable, haciéndoles saber que él costearía todos los gastos del funeral. A las cuatro de la tarde del día anterior partía plaza, sonriente, veinticuatro horas después con el triste doblar de campanas iba entre miles de personas en una caja mortuoria a recibir cristiana sepultura.


Cortesía de
http://gestauro.blogspot.mx/2013/04/juan-romero-saleri-tiene-esta-foto.html

El cronista José Antonio Román Romero, propietario del Blog en la Internet: «De Hombres, Toros y Caballos» nos comenta, el 29 de abril de 2013, en una muy completa editorial titulada: «Los Saleri», al referirse a Juan Romero Fernández «Saleri»: Tiene esta foto (donde aparece con la garrocha) lo menos ciento veintiséis años. Está hecho, como aquel de Canales, en Barcelona, en casa de Torija, y como el original murió hace ciento veinticinco años en América, por eso digo que la fotografía en cuestión data de ciento treinta años, cuando menos. Pertenece la misma al primer diestro que ostentó el apodo de Saleri, el cual le aplicaron porque, siendo vendedor ambulante de sal, pregonaba la mercancía de un modo tan especialísimo que parecía que pronunciaba la palabra que luego le sirvió de sobrenombre.

A Juan Romero Fernández, que así se llamaba el mentado Saleri, le entró la afición de jovenzuelo, y aunque fue en sus primeros años barbero, alfarero, cochero, fundidor y vendedor de sal, acabó por ser lo que había soñado. Después de trabajar como banderillero con algunos matadores de novillos, ingresó en la cuadrilla del señor Fernando el Gallo en compañía de un tal Lobito, pareja que en dicha cuadrilla sustituyó al célebre Guerrita cuando éste dejó de pertenecer a ella para incorporarse a la de Lagartijo. Esto ocurría en septiembre del año 1885. En el invierno de 1887-88 fué Saleri a Méjico con el espada Cuatrodedos, y toreando en Puebla de los Angeles el 15 de enero del segundo de dichos años reses de San Cristóbal y de Tampa perdió la vida el infortunado banderillero.

Recordemos el trágico episodio: Salió el cuarto bicho, «Campero», completamente buey, y el público pidió que fuese devuelto al corral, a lo que no accedió el Presidente. Saleri’ sin reparar en que el animalucho, por sus malas condiciones, no permitía que anduvieran con él haciendo dibujos, quiso practicar el salto de la garrocha, su suerte favorita, y aunque sus compañeros trataron de disuadirle, el diestro no hizo caso, y luego de brindar al gobernador de aquel Estado, dio un recorte a cuerpo limpio, citó con el palo, afianzó éste, se elevó y cayó en las astas de la res, pues ésta se quedó en el centro de la suerte, y al recibir con sus armas el cuerpo de Romero, introdujo una de ellas en la ingle izquierda del desventurado lidiador.

Cuando entró en la enfermería estaba muerto. Al fallecer contaba veintiséis años, pues había nacido en Sevilla el 10 de noviembre de 1861. Sus restos fueron exhumados en 1896 por cuenta del espada Quinito y recibieron sepultura definitiva en el cementerio de San Fernando, de Sevilla. Lo que hizo Juan Romero en Puebla más fué temeridad que valentía, y ya sabéis que dijo el príncipe de los ingenios que la valentía que se entra en la temeridad, más tiene de locura que de fortaleza.
Fuente:
http://gestauro.blogspot.mx/2013/04/juan-romero-saleri-tiene-esta-foto.html