Nada menos que en tres tardes consecutivas se vistió de luces ese año en el coso de los Tejares, alternando, entre otros, con figuras de la talla de Rafael “El Gallo” y Chicuelo y ganaderías como Miura o Gomero Cívico. Decir que todos brillaron a gran altura y que la critica dio especial valor a las suertes de quites y de banderillas.

Tras la muerte de Joselito se abre una nueva etapa y corresponde a Ignacio Sánchez Mejias, como torero, discípulo y cuñado de aquel, suplir, en lo posible, su irreparable ausencia. Soberbia, ambición o interés económico, no se sabe, a ciencia cierta, cuales serian las verdaderas motivaciones del torero para continuar aquella temporada.

Pero si interés encierra la vida de Sánchez Mejias en los ruedos, igual o más atractivo, si cabe, ofrece su parcela literaria. Y es que resulta inverosímil, yo diría que casi mágico que una persona que no había terminado el bachillerato, tuviese la suficiente capacidad para ser critico literario, taurino o social en los periódicos de la época, escribiese novela, diese conferencias lo mismo en Madrid que en Valladolid o en Nueva York, compusiese poesía, se catapultase a los principales escenarios del país como autor teatral o hiciese gala de la exquisita sensibilidad que requiere el montaje de musicales flamencos. Este hombre chorreaba arte por los cuatro costados.

No me quiero extender mucho más ni quiero salirme del meollo de esta charla, la relación de Sánchez Mejias con Córdoba, pero consideraba preciso hacer estas matizaciones para comprender mejor su figura.

Les diré que Sánchez Mejias sentía autentico afecto por “El Guerra” al que visitaba cada vez que venía a Córdoba y que sentía tal admiración por Lagartijo, que según relata Andrés Amorós, uno de sus biógrafos más reconocidos entre sus proyectos literarios inconclusos se encontraba una biografía de este torero.

La temporada taurina en 1925, también se montó Córdoba en torno a la figura de Ignacio Sánchez Mejias, de nuevo aparece por el coso de los Tejares  para torear tres corridas de toros. El romance entre Córdoba y el torero continúa afianzándose. Según el conocidísimo periodista cordobés  Ricardo de Montis, que firmaba bajo el seudónimo de “Triquiñuelas” (aquel escritor al que Julio Romero de Torres, definió como poeta, juerguista, periodista, borrachín y amigo como no hay dos) relata en una de sus crónicas costumbristas de la época como el torero, tras la corrida, gustaba saborear una copa de vino en el jardín del Hotel Regina, mientras hombres y mujeres de todas clases sociales, engalanados con trajes festivos, se agolpaban a la puerta del hotel para verlo entrar o salir. El esplendido automóvil del torero, aparcado en la acera, frente al hotel, igualmente, era motivo de admiración.

Aquel año junto a Sánchez Mejias, hicieron el paseíllo en nuestra plaza Don Antonio Cañero, “El Algabeño” y “Zurito”, entre otros. Ignacio que no estuvo acertado en sus dos primeras tardes, se desquitó en el segundo de su lote de la última corrida, un toro de Veragua, grande y con cabeza al que cortó las dos orejas y el rabo.

es el titulo que Ignacio da a la crónica de  una de las corridas de ese ciclo. En ese artículo el torero metido a periodista, derrocha cariño por  Córdoba y todo lo que huela a cordobés, recuerda con afecto a “Lagartijo” y elogia la categoría y señorío de “Guerrita” y en sus alabanzas a nuestra ciudad, llega a menospreciar a Sevilla, algo que algunos de sus paisanos tardarían tiempo en olvidar.

Les voy a dar lectura a ese artículo periodístico, publicado en el diario sevillano “La Unión”, para que sean ustedes mismos los que juzguen.

En la crónica del festejo, el diestro metido a periodista define así a nuestra ciudad. . Tras indicar que, la misma Sevilla, cuna de tantos lidiadores, se nos muestra extraña y despegada,  refiriéndose al ambiente grato que se respiraba en nuestra ciudad, venía a decir: .

El torero retrata  la figura de Rafael Guerra, presente en el festejo con su clásica indumentaria, rodeado de fieles y viejos partidarios en el patio de la plaza. Cuando el califa retirado ocupa su localidad se aprecia el respeto del público. < …Y es  que el nombre de Guerrita es para nosotros, en toda ocasión, equivalente a fundamento y maestría en nuestro arte, en este marco, testigo de sus triunfos y armazón de su historia, viene a ser como una divinidad de nuestras creencias profesionales>. Como verán ustedes no he exagerado ni un ápice, la crónica es un bello canto a Córdoba y a sus dos califas. 

 Pero como he dicho antes, Ignacio era, también, novelista y alguno de los pasajes de su novela Zaya –una novela de temática taurina en la que la fiesta aparece como metáfora permanente de la vida humana, en todas sus facetas- se sitúan en Córdoba y entre sus gentes.

 Y es que por algún motivo que no se decirles, este hombre se implicó rotundamente con Córdoba y sus hombres; sintió gran admiración por Don Juan Valera y sobre él y su obra mantuvo amplia correspondencia epistolar y escribió  varios artículos en prensa.

Su  respeto por el autor de Pepita Jiménez., sobrepasaba los límites del culto a la obra de un autor y entra de lleno en la veneración a la persona, sino juzguen y opinen sobre los acontecimientos vividos por el torero en la ciudad de Cabra con motivo de la alternativa del diestro lucentino “Parejito” de cuya ceremonia acaecida el 24 de junio de 1925, fue padrino.  En el artículo publicado al siguiente día por el diario sevillano “La Unión” dice así:

 

Yo recorro el pueblo, voy detrás de la gente, esperando que ellos mismos me guíen hasta el lugar en que se le va a rendir el homenaje a Valera. Poco después se disuelve el gentío y sin darme cuenta me encuentro solo en medio de la calle. Pregunto: El homenaje a Valera ¿Dónde es? No saben contestarme. Alguien dice haberse suspendido. Yo así lo creo. Me produjo una gran decepción.> La tarde taurina le desagraviaría, tuvo una actuación triunfal.

En 1926, nuevamente  Ignacio Sánchez Mejias se cruzaría con Córdoba en la persona de Julio Romero de Torres. El hilo conductor sería la película más insólita que puedan imaginar, una historia de amores y desamores en la que interviene lo más granado de la sociedad española de su tiempo. Pásmense que vienen curvas. Ahí van nombres: Francisco y Ramón Franco, Millán Astray, Valle Inclán, Juan Belmonte, el Conde de Romanones, Azorín, Juan de la Cierva, Alejandro Lerroux, Manuel Machado y hasta el mismísimo  presidente del Directorio el dictador Miguel Primo de Rivera. Y naturalmente, en la película intervienen, también Julio Romero de Torres e Ignacio Sánchez Mejias y junto a tan encopetada elite, encarnando los principales papeles, entre otros, dos figuras en el celuloide de la época María Blanquer y José Nieto. La cinta tiene como argumento la boda del torero mejicano Rodolfo Gaona con la actriz Carmen Ruiz Moragas, que fue el gran amor del rey Alfonso XIII y la madre de ese vejete atildado, llamado Leandro y que se hace llamar con toda la razón del mundo tío del rey Juan Carlos. 

 

(Conferencia tertulia taurina LA CASA DEL TOREO de la sociedad de la plaza de toros de Córdoba)
 
Continuará…