En esta exposición que voy a hacer sobre la vinculación de Ignacio Sánchez Mejias con Córdoba, en primer lugar, quiero adelantarles algunas consideraciones que les ayudarán a entender el porque de esta charla.

Muchos de los aquí presentes conocen mi desmedida afición a los toros  y al mundillo que le rodea. Desde pequeñito de la mano de mi abuelo materno José López Crespo acudía con frecuencia a los espectáculos taurinos al desaparecido y recordado coso de los Tejares, también, asistiría a la plaza de toros de Écija.  Recuerdo, perfectamente, la alternativa de Chiquilín de manos de Antonio Ordóñez con Chamaco de testigo en Cabra.  Sevilla y su feria de abril fueron, durante esos años destino obligado;  En los últimos días de agosto de cada año, alguna de las corridas de  la feria de San Agustín  de Linares, cerraba el ciclo. En invierno los festivales benéficos y así año tras año, Mi abuelo puso la semilla.

Luego, en el bachiller coincidiría en el Instituto con Pedrín Castro –un becerrista que bordaba el toreo- y con José María Montilla del cual me convertí en ferviente seguidor y al que  constituiría junto a un grupo de amigos,  una peña en el bar Paco Cerezo de la barriada de Cañero y al que seguiríamos, a bordo de destartalados autocares por muchas plazas de España. Después vendría ciclón Benítez y de este monstruo que les voy a decir…. Puedo asegurarles que detrás del Córdoba Club de Fútbol y de Manuel Benítez “El Cordobés” puedo haber hecho en mi vida alrededor  de doscientos mil kilómetros y es posible que me quede corto.

Han sido los toreros cordobeses, en general, los que siempre han acaparado mis simpatías. Gabriel y Agustín que cuando empezaban eran tan niños como yo, El Pireo, Sánchez Fuentes, Tortosa o El Hencho, por citar a algunos. Les diré que para mi los triunfos de los toreros cordobeses tenían un valor añadido. Era doble satisfacción, por tratarse del triunfo de un torero paisano.

Y es que parafraseando a Manuel Machado, yo podría decirles:

                                               Y es que antes que abogado,

                                               mi deseo, primero,

                                               hubiera sido ser

                                               un buen banderillero.

Y por la puerta de Manuel Machado entramos en el campo de la cultura. Yo, siempre, he sido un lector voraz, he leído con fruición todo lo que ha caído en mis manos. Me  encanta la poesía, disfruto con las buenas biografías de personajes insignes, me deleito, si tengo entre mis manos, una atractiva novela, otra de mis pasiones ha sido el buen teatro y como muchos de ustedes saben, he hecho mis pinitos con la pluma.

Empezarán ustedes, entendiendo ahora, con el preámbulo que acabo de hacer, el titulo de esta charla. En una coctelera introduzcan toreo y cultura y, con seguridad, les va salir Ignacio Sánchez Mejias; a través de Lorca me introduje en  la biografía de este hombre y, desde el primer momento, vi que  había tenido una relación muy próxima con Córdoba y su provincia. Me llamó la atención el afecto que le profesaba a todo lo cordobés y, entonces, me dije ¡Caramba! Si este hombre se identifica, plenamente con Córdoba, si muchas de sus vivencias más importantes se enlazan con acontecimientos o personajes de esta ciudad, si en determinados momentos de su vida hizo profesión de su amor a Córdoba y a todo lo cordobés; yo estoy obligado a hacerlo publico y esta es la razón de que esta noche, este perorando para todos ustedes.

Pero antes de entrar en el meollo de esta conferencia, permítanme que trace unas breves pinceladas que, sin duda, les ayudarán a amar, conocer y  admirar  a tan atípico y pintoresco personaje.

Para empezar, les diré que en Ignacio Sánchez Mejias la palabra torero resulta incompleta, era un hombre, nada menos que todo un hombre en la vida y en el arte. Espíritu de artista, temple de luchador y enamorado de la aventura. Al repasar las crónicas periodísticas del momento, alejadas de lo taurino, este hombre empieza a aparecer con una inusitada frecuencia. Lo encontramos frente al objetivo de la famosa foto de la generación del 27; presidiendo La Cruz Roja; robándole al Real Madrid jugadores de fútbol en su época de presidente del Betis; jugando al polo en América o como espontáneo en la Maestranza, siendo ya un renombrado matador de toros; escribiendo novelas, poesías u obras de teatro;  despidiendo al general Sanjurjo en su exilio, mientras que el gobierno de la republica lo proponía para el cargo de gobernador civil; produciendo espectáculos flamencos; promoviendo unas aerolíneas o conduciendo a toda velocidad potentes automóviles de la época. En su corta pero intensa vida fue el amo y señor de Pino Montano, un gran cortijo en las afueras de la ciudad  y uno de los centros de reuniones, fiestas y saraos de la Sevilla de entonces.

¿Y cual es la primera relación de Sánchez Mejias con Córdoba? Me preguntarán ustedes y yo ya, sin más demora, entro en el cogollo de mi intervención. Ignacio, hijo de un medico sevillano, hacía el numero veintidós de una familia supernumerosa y para él,  su padre persona acomodada y bien relacionada en los ambientes sociales de entonces tenía unos proyectos bien distintos a los que bullían en la cabeza del mocito.

Ignacio que frecuentaba, mientras estudiaba el bachillerato, los ambientes taurinos de la sevillana Alameda de Hércules y aledaños, ansiaba ser torero y con los diecisiete años recién cumplidos, junto al Cuco, otro compinche de correrías taurinas que andando los años se convertiría en su concuñado, se enrola como polizón en un trasatlántico camino de Nueva Cork.

No son del caso las aventuras que vivieron los dos mozalbetes hasta llegar a Méjico que era su destino, allí pensaban que les resultaría más fácil torear. Esto que les estoy refiriendo ocurría hacia 1908.

Ignacio trabajó en labores próximas al cuidado del ganado bravo en diversas haciendas de aquel país, porque el mantenía en su cabeza el sueño de torear y de hecho interviene en algún que otro espectáculo taurino, aunque sin la continuidad que el deseara.

Sin una progresión notable, la estancia en Méjico comienza a perder sentido y por la cabeza del aprendiz de torero empieza a rondar la idea de volver a España. La oportunidad de volver llega en 1911, de la mano de nuestro paisano el matador de toros pedrocheño Fermín Muñoz “Corchaito”, quien le ofrece la posibilidad de regresar a España como miembro de su cuadrilla. Es este el primer contacto de Ignacio con Córdoba y el detalle de “Corchaito” de facilitarle su vuelta es un gesto que el torero sevillano no olvidaría nunca. En la cuadrilla de “Corchaito” como subalterno permanecería toda la temporada siguiente, volviendo en aquel invierno al continente americano con el matador cordobés.

(Conferencia tertulia taurina LA CASA DEL TOREO de la sociedad de la plaza de toros de Córdoba)

(Continuará…)