Los tres elementos básicos y fundamentales del espectáculo taurino son siempre los mismos, toro, torero y aficionados. Lógicamente, ante todo, le rendimos culto al toro y respeto al torero, pero siempre nos olvidamos del tercer eslabón de esta cadena hermosa que son los aficionados, puesto que sin ellos, el espectáculo estaría vacío, inútil y sin sentido.

Es hora de que le rindamos pleitesía al aficionado y, mucho más, por encima de todo, a todos esos fieles que se darán cita en la mayor congregación de un espectáculo de todos los tiempos, la feria de Madrid en que, durante más de treinta días los aficionados se darán cita en tan magno coliseo venteño.

Hablemos de las posibles veinticinco mil personas que caben en la plaza de toros de Madrid en que, todos los días de la feria, llenarán dicho coso para que el espectáculo más bello del mundo se dé cita en la capital de la Villa y Corte. Como explico, los toreros acudirán a Madrid para jugarse la vida, para ganar un dinero legítimo, pero los aficionados acudirán a dicho escenario, previo pago de una fuerte suma de dinero que, la misma, es la que hace posible la celebración de tales festejos.

Pero no contentos con pagar, algo lógico, ahí estarán dispuestos a soportar todo lo que les caiga encima; por ejemplo, para los primeros días de la feria se anuncia un sol de justicia que, los que en esa parte de la plaza se sienten, soportando ese rigor, ya tienen mucho mérito contraído. Aguantarán inclemencias de todo tipo; para llegar a la plaza tendrán que haberse desplazado de mil maneras, habiendo hecho muchos kilómetros; soportarán aguaceros a lo largo de la feria. Muchos inconvenientes los que tendrán que sufrir, pero nadie les respeta, nadie les hace caso y, difícilmente encontraremos unas líneas de aliento para los aficionados que son el auténtico sostén de la feria y, lo que es mejor, de la fiesta.

Serán, alrededor de veinticinco mil personas a las que les debemos todo el respeto del mundo; primero por la valentía que demostrarán al acudir a dicha cita más de treinta días seguidos y, a no dudar, por saber y tener la certeza de que para los intereses del taurinismo, los aficionados, serán el blanco para disparar todos los dardos envenenados del sistema taurino que, pese a ser los paganos, nadie les respetará y, lo que es peor, como protesten por algo y tendrán muchas razones para protestar, les tildarán de terroristas.

Como se desprende, este es un cántico de ánimo, de respeto, de admiración, de empatía con todos los aficionados de Madrid que, en un maratón jamás visto se citarán en Las Ventas para que tenga razón de ser el más bello espectáculo del mundo. ¿Ha pensado el taurinismo alguna vez si el aficionado les diera la espalda? Y eso ha pasado, sigue pasando en muchas plazas de España. Madrid es la excepción porque sus aficionados son auténticos devotos de una fiesta singular, pero que todos la piden íntegra y sin fisuras. Que nadie se equivoque.