En estos días en que el mundo está despidiendo al político más carismático que ha existido en la sociedad de todo el globo terráqueo, el premio Nobel de la Paz, Nelson Mandela, es algo que nos emociona a todos. Mandela debería ser, como legado, el referente para todos los políticos del mundo; cuando menos, ese debería ser el sueño de todos los mortales, que cada cual, en su país, tuviéramos un Nelson Mandela que nos impartiera paz y prosperidad, valores que solo son posible mediante la honradez.

Dicho esto, desdichadamente, viene a mi mente un político, un dictador, como lo son casi todos en su inmensa mayoría, y cada cual a su nivel. Taurinamente, en su día, ya criticamos la nefasta gestión del alcalde de Bogotá, un caudillo andino que, primero fue guerrillero porque, intuíamos que buscaba la justicia para los colombianos y, una vez que tomó el poder, floreció el dictador que llevaba dentro. Y lo peor de los dictadores es que todos creen llevar razón; la desdicha de los políticos es que no escuchan, no pisan la calle, no conviven con los ciudadanos y, jamás les entenderán, de ahí que vivan en su mundo con el tremendo pecado de creerse en posesión de la única verdad, la suya.

El caudillo citado llamado Gustavo Petro, por el artículo treinta y tres, es decir, por sus cojones, prohibió la celebración de las corridas de toros en Bogotá y, de repente, cerró La Santa María, la plaza emblemática de toda Colombia donde los toreros del mundo han dictado lecciones bellísimas en dicho ruedo. Lo peor de Petro, como todos los dictadores, no es otra cosa que su ceguera, en España tenemos muchos ciegos de esta estirpe, Cataluña es un ejemplo de ciegos y dictadores. ¿A quién le hace daño la celebración de una corrida de toros? A nadie en el mundo, absolutamente a nadie. Los toros, además de ser un bien cultural para todo el pueblo de habla hispana, incluso en Francia y Portugal, solo dan que beneficios en todos los órdenes. Es el pan de muchas personas pero, claro, los que prohíben, con toda seguridad que no se ganan el pan con su honrado trabajo, caso de los toreros por citar un ejemplo de gentes honradas; los dictadores viven todos amparados por el presupuesto del Estado que, como sabemos, debería ser inmaculado y que jamás de nuestros impuestos tuviéramos que pagar a dictadores que nos prohibieran hasta respirar.

Al final, como hemos podido saber, ha triunfado la razón y han pillado al tan Pietro donde no debía y se verá obligado a tener que abandonar el trono. Dicho en cristiano, muerto el perro se acabó la rabia. La Santa María, por lógica, por ley, por voluntad popular, volverá a abrir sus puertas para deleite de los aficionados bogotanos que se cuentan por miles y, ante todo, para el regocijo de los profesionales del toreo que, en dicha plaza, una vez más, encontrarán una puerta abierta para la esperanza en lo que a sus éxitos se refiere.

Como antes decía, Dios quiera que el ejemplo de Nelson Mandela calara en el corazón de todos los políticos del mundo puesto que, Mandela, como demostró, en vez de prohibir nada, lo único que hizo fue buscar la paz y la concordia mediante el deporte, algo que le valió la gloria como político.