Fuente: Juan Miguel Núñez Batlles 
Con respecto a tantas cosas como se escriben y cuentan, 76 años después de «lo» de Linares, conviene advertir que Manolete sigue inspirando los mejores sentimientos de arte, poesía y profunda nostalgia.
Si fue un desastre o no la atención clínica, si la sangre de la transfusión -el plasma noruego que trajo el doctor Giménez Guinea de Madrid– estaba en mal estado, además de la frialdad de no dejar pasar a verlo a su compañera Lupe Sino, entre otras cosas también como el trato de su madre, la exigencia cada vez más dura de los públicos y que ese fatídico día no sé encontraba bien, se viene diciendo, desde hace 76 años, que desencadenó la tragedia. Y una memez más inventada: que el fotógrafo Francisco Cano Lorenza, conocido como Paco Cano o Canito, lloró más la muerte del idolatrado torero que la de su propio padre.
Son versiones presumiblenente interesadas de algunos familiares de actores que tuvieron un papel muy directo en lo que ocurrió durante las últimas horas de vida del torero  o de gente del círculo más o menos íntimo del llorado personaje.
En fin, que hay quien se ha montado su particular historia para rédito personal, por un libro o una serie que todavía pretenden vender más, amparándose en la sombra de su figura, o quizás por inconfesables razones de herencias, vaya Vd. a saber. ¡Dejen tranquilo al muerto! Cuando lo cierto es que su recuerdo causa una sensación hermosa y nostálgica que nada ni nadie podrá deformar; y será difícil de repetir en otra figura.
Manolete fue excepcional, un genio irrepetible.
Y es más: dicen que los besos soñados son los mejores. Ahí me entrego por completo. Pues Manolete es el mejor torero de mi vida que jamás vi.
Gloria eterna al Maestro. Ahora es tan hermoso recordarlo imaginándolo…