Francisco Vega de los Reyes, «Curro Puya».

Francisco Vega de los Reyes, fue el primer “Gitanillo de Triana”, y el más depurado intérprete del toreo a la verónica. Si Juan Belmonte trajo el temple con su prodigioso juego de brazos, éste gitanillo, depuraría el toreo de Juan al torear con el capote a rastras, con una lentitud inaudita. Y es que en cada uno de sus lances parecía que se paraba el tiempo.

Viene de familia calé, de los “Puyas de Triana”. Hijo de Carmen de los Reyes García y de Manuel Vega Romero, herrero de profesión de la Cava de los gitanos de Sevilla, hacía puyas y otros trabajos artísticos al calor de la fragua.

 

«Gitanillo de Triana» o «Curro Puya», toreando a la verónica.

Las gentes de su barrio de Triana que le vieron nacer, un 23 de diciembre del año 1903, le llamaban “Curro Puya», nombre con el que llegó al ámbito taurino, aunque nunca usara ese apodo en los carteles.

Con quince años da sus primeros capotazos a un novillo desmandado, a las afueras de su barrio trianero, acompañado de su primo, Joaquín Rodríguez, “Cagancho». Francisco trabajaba en la herrería familiar, cuando se le presenta la ocasión de asistir al tentadero del ganadero don Narciso Darnaude, en la finca de Bárcenas.

En el año 1924 su interpretación artística del toreo se hace famosa en los tentaderos a los que acude; en uno de ellos, celebrado el 22 de abril en la finca de don Antonio Flores, se encuentran, el rejoneador cordobés don Antonio Cañero, el escritor taurino Fernando Gillis “Claridades” y el matador de toros, Juan Belmonte que queda impresionado con el arte del niño gitano; y en las tertulias a las que asiste, tantas veces repetía “he visto a un gitanillo de Triana»…que el hijo del herrero, acabó por adoptar ese apodo.

Las consecuencias del maravilloso manejo de su capotillo que dibujaba instintivamente perfiles de bella plasticidad, le allanó el camino del toreo. Decidido firmemente de ser torero, debutó con el traje de luces en la localidad gaditana de San Fernando, el 18 de mayo de 1924, en novillada sin picadores, alternando con Manuel Fernández Cádiz y con ganado de Félix Gómez de El Bosque. Ese día se produjo su bautismo de sangre al resultar herido en una pierna, por lo que no pudo torear hasta el siguiente día, 15 de junio y de nuevo, en el ruedo de la Isla de San Fernando. A partir de aquí inicia una buena campaña por plazas andaluzas.

 

Nadie ha toreado  mejor que «Curro Puya», con el capote.

 

Su presentación con picadores ante la afición hispalense tiene lugar, el 15 agosto de 1925, alternando con Andrés Mérida y su primo Joaquín Rodríguez “Cagancho», con novillos de Molina procedentes del encaste Urcola. Como agitado por el viento de la gracia mueve su capote, en el maestrante albero sevillano. El rocío de su toreo mañanero tiene respuesta al repetir tres tardes más, esa misma temporada, en la Real Maestranza sevillana. Convertido ya en novillero puntero, le emparejan con otros excelentes toreros como: Félix Rodríguez y Vicente Barrera, con los que actúa en bastantes festejos. El 30 de julio del 1926, se presenta en Madrid con Francisco Royo Turón “Lagartito” y Julio Mendoza, con novillos de Coquilla y del duque de Tovar, dejando ver su calidad torera. El segundo percance de su carrera, en esta ocasión grave, lo recibió en su Sevilla natal, el 5 de septiembre actuando con José Pérez “Niz” y Mariano Rodríguez.

Otra instantánea de su inimitable toreo.

La alternativa, aspiración de todo aquel que se dedica al toreo, la recibe en la plaza del Puerto de Santa María (Cádiz), el día 28 de agosto de 1927, con un cartel histórico: Rafael Gómez Ortega “El Gallo» y Juan Belmonte, con toros de Concha y Sierra. ¿Se podría pedir más?…El toro del doctorado se llamó Vigilante y era de capa berrendo en negro.

La ceremonia de entrega de trastos al nuevo matador de toros, fue al parecer, inusualmente larga, en especial para el público, que no alcanzaba a escuchar nada de lo que se estaban diciendo los dos toreros.

Dramática imagen   de la cogida de «Gitanillo», por el toro «Fandanguero». Foto de Aguayo.

Cuenta el escritor y cronista Joaquín Albaicín hijo de la genial bailaora “María Albaicín», que ambos diestros eran muy aficionados a las “peleas de gallos», y que Rafael estaba locamente enamorado de dos pollos que tenía Curro que eran dos luchadores imbatibles, y no se le ocurrió otra cosa al “Divino Calvo», que proponerle a su ahijado Curro que se los vendiera, en el justo momento de la ceremonia de investidura. Así permanecieron varios minutos, cambiando impresiones sobre la raza de que hacían gala ambas aves en el palenque, y Rafael pujando cada vez más alto por los gallos de Curro ante el gesto imperturbable de Belmonte y el estupor y la paciencia de lo que llenaban los tendidos. Finalmente, convencido el hijo de doña Gabriela de que Curro no iba a venderle los gallos, le dio la alternativa, diciéndole al estrechar su mano:

“Suerte, y al toro. Tú llegarás, porque eres gitano».

Este mismo cartel de la alternativa se dio el 6 de octubre, para la confirmación de su doctorado en la plaza de Madrid. En esta ocasión los toros fueron de la divisa colmenareña del don Julián Fernández, antes de don Vicente Martínez, y rejoneó el cavaleiro portugués Simao da Veiga. En la revista El Eco Taurino, del día siguiente se escribió: “Estuvo admirable con el capote e hizo quites maravillosos, dio lances de arte y temple, que fueron ruidosamente ovacionados, y luego al final, en el último toro, realizó una de las mejores faenas de muleta que se han ejecutado este año en la plaza de Madrid”. Y es que cuando un gitano dice que allá va un poquito de mi esencia torera pone a todo el mundo boca abajo. Se cumplió la profecía de Belmonte: “En Gitanillo hay un torero…y un torero caro».

Tremenda fotografía del momento  en que se llevan  a «Gitanillo de Triana», después de ser mortalmente cogido por el toro de Graciliano Pérez Tabernero. (Foto: Baldomero).

En el año 1928, torea en la plaza de México y gana la “Oreja de Oro”. Le sale el toro que esperaba y con él logró la perfección. Considerado por sus contemporáneos como el rey de la verónica, de él dijo el crítico Gregorio Corrochano que se le paraba el corazón en cada una de ellas. Esa fue la razón de que los públicos se le entregaran a “Curro Puya», pues plasmó la verónica de la que era artífice, con manos bajas y lance largo, con la capa dormida, lentísima, sostenida sobre el compás abierto de sus piernas, sin excesos, con los pies hundidos en el suelo, y el cuerpo erguido. Compases adormilados, a tiempo de Habanera, soñados, desmayados…Todo hecho con el sello propio de su personalidad artística, esa con la que paseó la innata elegancia de su raza por todos los ruedos donde actuó.

Portada de la revista «Oro y Plata» dedicada a «Gitanillo de Triana».

Los años siguientes estuvieron llenos de irregularidades. A su carácter indolente habría que sumarle un grave accidente de circulación y una cornada que recibió en Málaga en el año 1929. Pero lo más grave estaba por llegar. El 14 de abril del año 1931, se proclama la República Española, y el 31 del mes siguiente se anuncia en la plaza de la carretera de Aragón de Madrid, (la llamada plaza vieja, la nueva de Las Ventas, ya estaba construida e inaugurada, aunque de nuevo cerrada hasta 1934) para, con gran expectación de los aficionados, lidiar una gran corrida de toros de don Graciliano Pérez Tabernero, junto a Manuel Jiménez Moreno “Chicuelo» y Marcial Lalanda. Y ocurre que, en los primeros muletazos de la faena al toro Fandanguero, es derribado y corneado con fiereza. En la enfermería le operan de tres cornadas graves: una en cada muslo y otra cerca de la cadera, con rotura del nervio ciático. Larga y lenta agonía la de Francisco Vega de los Reyes. Tras dos meses y medio de terribles complicaciones y grandes dolores, su vida se apaga el día 14 a las siete y media de la mañana de un caluroso mes de agosto.

No tuvo cualidades de lidiador, solo le preocupó la belleza del toreo. Todos sus contemporáneos están de acuerdo en que con el capote en las manos ha sido el mejor. Toreaba con increíble suavidad y una armonía rayada en lo soñado. El paso del tiempo no ha podido borrar la verónica de “Curro Puya».

La musa de Gerardo Diego la vio así:

“Lenta, olorosa, redonda

la flor de la maravilla

se abre cada vez más honda

y se cierra en su semilla.

Como huele abril y mayo,

ese barrido desmayo

esa plaza de desgana

ese gozo, esa tristeza,

esa rítmica belleza,

campana del sur, campana…

Continuará…

 

Antonio Rodríguez Salido

Compositor y letrista

Escalera del Éxito 176

Jose Luis Cuevas

Montaje y Editor

Escalera del Éxito 254