Por las circunstancias y por la intervención de Juan Mota, con la temporada en Madrid terminada se programan dos novilladas para los días 8 y 13 de Diciembre de 1.863, en las que se incluye a Salvador como banderillero en la cuadrilla de Vicente García Villaverde. El viento sopla del Guadarrama, el frío amenaza con dejar ateridos a los espectadores pero los comentarios son favorables a la inclusión del nuevo, por la insistencia del señor Manolo y sus amigos taurinos. Por primera vez Salvador figura en un cartel de toros. En el último lugar de los banderilleros se podía leer:
Alias: “El Frascuelo”.
A Salvador, la verdad sea dicha,, le era muy doloroso no volver en busca de Paquita. Además, seguía encariñado con aquel ambiente de aires “manolos” y dicharacheros del barrio de
Añoraba los paseos por la Ribera de Curtidores. La música de vals del organillo de la bodeguita de
Juan Mota le proporcionó todo lo necesario para salir al ruedo, el vestido de torear con el que actuó a las ordenes de Villaverde en Madrid, el primer capote de brega, incluso las zapatillas de segunda mano adquiridas por dos reales en la tienda de la Chopa hoy, Rodrigo de Guevara. Estaba comprometido en interés propio para abrirle paso y que llegara a ser alguien en esto del toro. De aquellas novilladas no existen crónicas por la poca expectación que rodea a un desconocido. La noticia se refería al matador Villaverde con unas palabras – que no tenía alias y la nota continuaba que “Fue el encargado de estoquear a los toros en puntas que se corrieron” y una referencia a Salvador: “Parece que este chaval promete”.
Llega la primavera de 1.865. Ni el cielo lejano y azul que desde siempre ha abovedado Madrid, ni las vaporosas muchachas que llenaban de encanto las calles, todo pasaba a un segundo plano con los primeros sonidos de cascabeles del coche de los toreros vestidos con sus trajes rebrillantes de lentejuelas de oro que enviaban reflejos fugaces de alegría española, sentimiento y pasión, como todos los años, la temporada taurina se inauguraba en ese mismo instante.
El callejón oscuro en donde aún vivía Salvador y su familia empezaba desde ese año a tener sabor a pasodoble, el coche de los toreros acudía a buscarle las tardes de corrida a la puerta de su domicilio. Los vecinos adquirieron unos síntomas de ser gente de importancia:
– ¡ Si ya decía yo que este mozo iba a ser torero !. Comentaban las comadres de la calle.
– ¡ Si hasta el tipo lo tié de torero !. Apuntaban las mocitas.
– ¡ Si se veía venir !. Diquelaban los hombres.
Y el hermano … Francisco, que Dios lo haya perdonado, comenzaba a convertirse en un badana completo. Cobijado a la sombra del matador se proclama “su primer admirador”. Alejado de preocupaciones, sin ambición alguna se limitaba a vivir lo mejor posible y gastar sin reparo. Así y eso, presumía de haber triunfado de banderillero con Cayetano Sanz. En cuanto se acercaba una corrida de Salvador, sacaba el vestido, le hacía la moña, el nudo a la corbata, le buscaba un pañuelo para el bolso de la chaquetilla … y a grito pelao, al oir el tintinear bullanguero que hacía el coche de los toreros:
– ¡ Salvaor, Salvaor ! … ¡ El coche !.
Este pegajoso comportamiento le convirtió en un personaje molesto Estaba convencido de que él era el artífice del éxito de Salvador.
La afición recordaba vagamente las antiguas rivalidades entre matadores de toros: Curro Guillén y José Cándido; Juan León y
Ejemplo: Plaza de Toros de Cádiz, corrida de San Pedro. Sin proponerlo nadie por no parecer que se tratara de motivo de rivalidad entre toreros, surgen las vidas paralelas de
El caso es que del movido festejo le había aparecido a Frascuelo su contrincante más natural. ¡Quien les iba a decir a aquellos animosos y casi desconocidos mozos que esa tarde comenzaba una rivalidad bajo el signo de la pasión y el tumulto de los aficionados de toda España, “Lagartijo” – “Frascuelo” Así era de enconada la rivalidad taurina en eso tiempos para morbosa admiración y superioridad de aficionados comprometidos.