En la madrugada del día
En su familia, de siempre, se había respirado ambiente taurino. Su padre quiso ser torero y su tío,
Desde el primer momento se mentalizó concienzudamente para esta arriesgada profesión. Su preparación consistía fundamentalmente en recorrerse diariamente unos veinte kilómetros, ya que mantenía la tesis de que el estar fuerte es un aditivo al valor. Sentirse con fuerzas, decía, da muchos ánimos en los momentos difíciles.
Comenzó a torear con quince años y se retiró con cincuenta y cinco. Fueron cuarenta años apasionantes en los que toreó en todas las plazas de toros, destacando las veinte veces que lo hizo en Las Ventas de Madrid a las órdenes de diferentes toreros.
Admiró a grandes banderilleros de su época, a los que tenía como referente; “El Andaluz”, Chaves Flores, Armensilla, y sobre todo a “Michelín”.
En cuanto a matadores sintió predilección por dos toreros, Antonio Ordoñez, por su arte y poderío y Manuel Benítez “El Cordobés” por su toreo revolucionario y como timón de la Fiesta en un momento en que ésta carecía de un torero que aglutinara a las masas. Y de los toreros de hoy era Enrique Ponce el que le transmitía mas emociones toreando.
Desde que se retiró siguió viviendo la Fiesta apasionadamente, ahora desde el tendido.
Este hombre se ha cuidado siempre. Pese a haber sobrepasado el umbral de los ochenta años, mantenía el garbo y el porte de cuando cruzaba el albero.
Ironías del destino en los próximos días iba a ser objeto de un homenaje como reconocimiento a toda su exitosa trayectoria taurina, organizado por un grupo de aficionados.