. . . Desde la Plaza de Toros Vieja, en la edad de bronce de la Tauromaquia, nos llega la entrevista a un hombre del toro. Mayor, anciano, aunque todavía ejerce la profesión de “mono sapien´s”. Vestido con su uniforme rojo chillón, pantalón azul ultramar y gorrilla a juego. Es el gobernador de las caballerizas en la nueva plaza de Madrid, a pesar de los años cumplidos.
– “ No siento fatiga haciendo el trabajo para el que nací. En este oficio, solo se siente la nostalgia cuando se está alejado de el, durante los meses de invierno y no se celebran corridas de toros”.
– ¿Se necesita valor para ser monosabio?.-
– ¡Necesariamente!. Hay que ser torero para permanecer en presencia del toro que puede rozar tu ropa o algo mucho peor. El volumen del astado va aumentando según se acerca al caballo. No todos los hombres, por valientes que puedan ser, sirven para monosabio. La plaza de mozo de caballos se consigue por recomendación, por regla general. Claro está que todos los que solicitan este puesto tienen una afición loca por los
He toreado muchas veces, claro, sin traje de luces y sin figurar en el cartel, a cuerpo limpio y vestido de monosabio. He tenido que entendérmelas con toros en los medios en circunstancias trágicas a veces y cómicas otras muchas
Afortunadamente en mi familia ¡por fin! ha nacido un torero, mi hermano Fernando Chenel, “El Pollo”.
He sufrido una cornada muy grave. Un toro del Duque de Veragua me dio una paliza que me tuvo al borde de
La Fiesta ha cambiado, antes era más penosa. La profesión era más dura y menos lucrativa para los toreros. Un matador de toros moderno no tiene necesidad de triunfar todas las tardes, puede vivir bien en un segundo plano, no necesita ser figura para llenar todos los días el puchero.
En la corta distancia, los toreros que me han impresionado más han sido: “Varelito”; Vicente Pastor y “Regaterín”, sin menos preciar a los demás profesionales que actúan, cuyo valor soy el primero en reconocer.
Está desmesurada afición me ha llevado a trabajar de monosabio en Francia y Portugal de forma desinteresada.
La tarde más triste de mi vida fue la del cierre definitivo de la Plaza de Toros de la Carretera de Aragón. El último toro lo mató y lidió extraordinariamente, como siempre en toda su vida, Marcial Lalanda. Estuvo ¡ superiorísimo ! Fue el broche de oro a un capítulo de la historia del toreo. Lloré como un chiquillo de tristeza, fue el cierre para siempre de aquella Plaza de Toros y de una parte importante de mi vida.
Hoy se cumplen los treinta y siete años de mi carrera de monosabio. Toda la vida dedicada a colocar caballos frente a los toros.
Gracias a los aficionados por su cariñoso comportamiento hacia mi persona, a mis compañeros de fatigas y en particular a todos los toreros, son amigos entrañables.