En esa búsqueda entre la Época Prodigiosa y la Edad de Platino, que arranca con Rafael Ortega junto a Aparicio, Litri, Ordóñez… aparecen unos nombres, pocos, que hacen abrigar esperanzas de que el parón no se convierta en shock: Rafaelito «Lagartijo», Martorell y Calerito tiran del carro de la Edad de Transición.

La fama de los Rafaeles cordobeses tomó entusiasmada la línea difícil y gloriosa que inició Rafael Molina «Lagartijo el Grande» en el continuador de la saga de los grandes lidiadores. Los conocimientos del nuevo astro en la lidia, su arte quintaesenciado, indiscutible, de sublime improvisación dentro del clasicismo de las suertes, era saboreado como un deleitoso néctar -solera de Córdoba-, como cosa exquisita por los aficionados de solera en su ciudad, pero también en el mapa taurino nacional.

La afición española, en efecto, confiaba en él, torero de casta y casta de grandes lidiadores y toreros, porque el nuevo Rafael tenía el secreto de la elegancia que sólo está en posesión de los elegidos. Y Córdoba necesitaba, ansiaba con toda su pasión, de un nuevo artista de clase que continuara el Califato iniciado por el Gran Lagartijo (tío-bisabuelo de nuestro biografiado, bisnieto de Juan Molina y sobrino de Manolete) y que a la muerte del Monstruo se hallaba vacío. En el horizonte taurino se vislumbraba ya quien podría mantener con el debido rango y por derecho propio tan preciada herencia.

El heredero no era otro que Rafael Soria Molina. Córdoba, larga y firmemente asentada en el liderazgo de toda una era luminosa, ve como se apagaba esa luz el 28 de Agosto de 1947. No un declive paulatino y lento al paso de los gustos de la afición, sino un parón repentino y violento en las astas de un toro de Miura. Con Manolete, la ciudad de todos los Califas del toreo se ve abocada, desesperadamente, a buscar un sucesor a la línea de su preponderancia. Rafaelito nace circunstancialmente en Ecija (Sevilla) donde sus padres, Federico Soria Casanova y Dolores Molina (hermana de Manolete) poseen una finca, el 15 de Enero de 1930. Es un niño avispado, dinámico y muy estudioso que sabe alternar su afición a los toros con sus deberes de colegial. Como su famoso tío, estudia en el Colegio de los Salesianos, y allí, en su ancho patio, junto a sus entusiasmados compañeros, hacía demostraciones de sus conocimientos taurinos.


 

En contraste con su alegría de vivir, su estilo en los ruedos, bebido de la mano y desvelos de su famoso tío, que siempre vio en él su heredero artístico, era, como es lógico deducir, serio y estoico como el de Manolete.

 

Criado en un ambiente familiar y en un entorno en donde el toro y el toreo era el santo presente desde la oración matinal hasta la acción de gracias nocturna, no podía ser otra cosa que torero. Y torero fue desde su más tierna infancia. Así es que solo contaba nueve años cuando actuó por primera vez en Bujalance (Córdoba) alternando con Hipólito Ibáñez y Galán. Y ya no vivió sino para el toreo, sin descuidar, como ya queda dicho, su formación cultural e intelectual. Su tío Manolo, viendo en él tanta afición, se interesó vivamente, y ya no faltaron al joven figura ni su apoyo ni sus clases prácticas.

 

En un palco de arrayán

está Lagartijo el Viejo

 

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Tú le brindaste la suerte.

La plaza guardó silencio.

Y rodó tu monterilla como un pájaro certero.

¡Bien supiste lo que hacías, príncipe de los toreros!

 

Rafaelito, desde aquel día, empezó a cosechar éxitos, y se fue haciendo, poco a poco, de un entorno que desembocó, como no podía ser de otro modo, en un clima de deseos.

Se viste de luces por primera vez en Priego de Córdoba el 20 de Mayo de 1946 en compañía de Martorell con reses de Francisca Marín, y con picadores en Almendralejo (Badajoz) el 15 de Agosto del mismo año junto a Manolo Navarro y Juanito Bienvenida. Sus actuaciones se cuentan por éxitos hasta que el 16 de Junio de 1949 se presenta en Madrid alternando con Manuel Carmona y Calerito en la lidia de reses de Juan Cobaleda y Alicia Tabernero de Paz (Por «Pajarero» y «Paragüero» respondían los novillos que correspondieron a Rafaelito).

«Merece la pena asistir a la plaza con tal de vede hacer el paseíllo». Torero de gran clase, con tintes artísticos considerables. El «Calín» de los amigos de juventud dio paso al «Rafaelito Lagartijo de los aficionados con la suavidad de la seda pero con la rotundidad del arte y el valor.

 

Capote de manos bajas:

tijerita de los cuernos

podando su loca prisa

entre sus pliegues perfectos

como riendas de segundos

que, repujadas en cuero,

gobernarán el bocado

del vivo potro del tiempo


 

«Carmona», «Calerito», «Lalanda», J. Parada, A. Ordóñez, Litri, Martorell, J. Bie4nvenida, Parrita, Aparicio, «Nacional». La flor de la novillería mide sus armas con Rafaelito en toda la geografía ibérica en las setenta y cuatro tardes en que puso en liz su garbo torero con la parca que tan solo cuatro años antes le había robado el espejo de sus sueños e ilusiones. Y el manantial de fe que alimentó su decisión de ser torero, se derrumbó y se fue difuminando. El mismo lo confiesa: «Para mí, Manolete era un espejo en el que yo me miraba, no solo como torero, sino también como persona. Ese empaque, su forma de ser, todo en mi tío ejercía un poderoso influjo, y a su muerte todo se vino abajo. Me vi desfasado y perdí la afición. Notaba mucho su vacío. Yo creo que «Islero» terminó con dos toreros de la misma familia».

Y el 7 de Octubre de 1951 toma la alternativa en Montoro (Córdoba) de manos de Martorell con Calerito de testigo y reses del Duque de Pinohermoso. Pero esta alternativa no fue el glorioso colofón de un deseo hecho realidad, de una vida marcada por el dedo de la Fortuna. Más bien fue el último homenaje que Rafaelito rindió a su tío Manolete. El día 21 de Octubre de ese año Córdoba celebra la corrida pro-monumento a Manolete, y como Rafaelito no podía actuar como novillero, decide doctorarse para ocupar un puesto en el cartel, compuesto además por Gitanillo de Triana, Carlos Arruza, Parrita, Capetillo, Martorell, Jorge Medina, Calerito, Aparicio, Anselmo Liceaga y el Duque de Pinohermoso.

 

Luego de esta corrida, Rafaelito alterna en una corrida y otras dos en 1952, retirándose del toreo profesional con la dignidad y coherencia que le son características, y como lo hacen los escogidos: ¡Por la Puerta Grande!

…Porque encierra tu figura

ese caro movimiento

¡duende de gracia que un día

heredaste de tu abuelo!

 

Me quedaría, como homenaje personal a un torero de valía, con el siguiente reportaje que cantó la Prensa de la Corrida del Regimiento de Artillería celebrada en Córdoba el 3 de Diciembre de 1950. «…Volvió a triunfar de una manera rotunda. Fue la suya (por estatuarios, redondos, naturales, de pecho, manoletinas, molinetes y desplantes inspiradísimos) la mejor de cuantas faenas hemos visto. Sonó la música, le acompañó el aliento del público entusiasmado, y (tras de matar con brevedad) se le concedieron las orejas, el rabo y una pata del bicho, dando la vuelta al ruedo en hombros de la enfervorecida afición. Alternó con Gitanillo de Triana, Calerito y Pepillo de Valencia.

 

 

 

Rafael Carvajal Ramos

Presidente Rincón de los Artistas Cordobeses