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Que los toros fueron débiles, sí, pastueños, sí, flojotes, también, pero eran ejemplares con edad, peso y trapío, así que lo acontecido en la arena tuvo una honda validez. Por las condiciones mencionadas, a los caballos sólo acudieron a tocar el peto y a que se les señalara un puyazo insignificante. Los lanceros apenas partían pelo cuando ya levantaban la vara. Por su parte, los astados, en su mayoría, fueron claros, nobles y fijos. Se abre la puerta de toriles y aparece un hermoso berrendo en cárdeno, calcetero y degollado al que Joselito Adame torea con sobria elegancia. El niño despliega imaginación en el quite por zapopinas y pone banderillas cabalmente. Se confirma como doctor en tauromaquia y de inmediato su faena de muleta es pesada de tanta valía. Pincha en lo alto y al segundo intento estoquea hasta los gavilanes. Una oreja y un excelente inicio de corrida.

 

 

 

ponce por bajo.jpgToro, torero y toreo, técnica y artísticamente interrelacionados fueron las tres columnas angulares de una faena suprema. Un Enrique Ponce magistral vino a demostrarlo desde el primer capotazo hasta el último natural pegado después de la estocada segundos antes de doblar el burel. Cada lance y cada muletazo fueron una cátedra de maestría y de sapiencia. Ritmo, armonía y ligazón rebosaron durante la lidia del segundo. Ante la faena mágica el toro embestía embrujado y el público se desbarataba conmovido. Oreja y rabo ganados a ley. Al cuarto le dejaba la muleta muerta en el morro hasta instantes después de la arrancada, siempre mandando y poniendo los muslos por delante para encelar. Parecía que habíamos retrocedido en el tiempo a aquellos días en los que el de Chiva tenía que salir a pegarse arrimones para conseguirse un sitio.

 

 

 

 

 

 

 

 

macias.jpgArturo Macías presentó credenciales con un toreo de capa cadencioso. El tercero fue el de peor estilo por lo que tuvo que conformarse con más recursos que arte, pero en el quinto desbordó torería. Logró tandas de estupenda factura poniendo el corazón y el alma en cada pase, aunque luego recurrió a un quehacer un tanto eléctrico. Como en la tauromaquia los premios son otorgados de manera subjetiva, se le concedió el rabo. Sin embargo, el público dimensionó la faena elevando protestas cuando el torero daba la vuelta al ruedo. Esa apreciación subjetiva privó a la hora de premiar a Joselito Adame que se esforzó en una lidia completa con el de cerrar plaza. Garra y coraje adecuados a un toreo terso. Verónicas mecidas al aire. De nueva cuenta el quite, ahora por altaneras, es decir, chicuelinas combinadas con tafalleras, y de remate una gaonera. Pares de banderillas asomado al balcón y toreo natural, de gusto y temple absolutos. Una estocada baja lo privó de irse a hombros. El juez optó por el rigorismo. Si ya había sobre premiado a Macías, correspondía condescender con una oreja para Adame. Pero la autoridad se mantuvo firme y el maestrito después de una lidia cristalina y de gran clase tuvo que abandonar el plató por su propio pie. Como casi siempre, la legalidad le pegó un hachazo a la justicia, pero eso es lo de menos, lo hecho por los tres devolvió el toreo a las noticias de primera plana.

 

 

 

 

 

moises segura web.jpgJosé Antonio Luna.JPG   Crónica de José Antonio Luna                                                                                    Fotografías de Moisés Segura