Manuel Alcántara poeta, escritor de columnas con magia, cronista de Boxeo -fue “cocinero” de guantes antes que cantar las doce cuerdas- charlaba animadamente con otro gran poeta, Rafael de Penagos. Este no hablaba de sus sonetos, sino de su ilustre padre, el Rafael de Penagos dibujante de renombre y que mantiene su obra todavía vigente. Y nos lo hace recordar un premio anual que se convoca en su honor.

Durante toda una tarde de tertulia en el “Café Gijón” Rafael se refirió al talento, a la gracia, a la vigencia de los figurines diseñados por su padre. Alcántara tomó la palabra y exclamó ante las risas de sus contertulios:

– ¡Cállate de una vez Rafaelito, que los demás también hemos tenido padre!

La admiración por sus progenitores se da con frecuencia en sus herederos. Tal es el caso de Enrique Herreros, hijo, con respecto a Enrique Herreros, padre, uno de los humoristas más importantes de la generación de “La Codorniz”. Quique, en sus magnificas crónicas, no deja de referirse al gran humorista y escritor que fue su padre. Se refiere al talento y a la genialidad de ese hombre inolvidable y hace lo posible para que los españoles no lo olvidemos. Sabido es que somos proclives al olvido y por eso González Ruano titulo a uno de sus libros así: “La memoria veranea”.

Quique, vivió, y sigue viviendo para recordarnos a su padre. Un intelectual muy deportista. Alpinista falleció tras un gravísimo accidente sufrido en los Picos de Europa.

Por si no fuese poco el peso de la púrpura “Herreriana”, tenemos su nombre refrescado por su hijo.

No en todos los famosos se da la fidelidad a sus mayores, pero de manera constante encontramos un ejemplo en Salvador Sánchez Marruedo. Se trata del hijo de “El Pipo”. El asentador de pescados y mariscos, el cordobés Rafael Sánchez “Pipo” se hizo seguidor de “Manolete”. Recorrió todos los países taurinos y gastó una fortuna para presenciar las actuaciones del Califa de Córdoba. Después “El Pipo” se eligió no solo en el primero y principal apoderado español si no que dio una lección magistral de relaciones públicas y “marketing” haciéndose cargo de un fenómeno de la tauromaquia: Manuel Benítez “El Cordobés”. Primero se hizo cargo del muchacho que robaba gallinas para subsistir y que trabajaba en el andamio. Inmediatamente después lo presentó como novillero y todas las plazas de toros españolas, que pasaban por una grave crisis, volvieron a llenarse. Lo que ocurrió después no hay español, aunque no sea adicionado a la Fiesta, que lo ignore.

Desaparecido “El Pipo”, su hijo Salvador inició una tarea de recordatorio en el nombre del padre. Creo unos premios titulados “La Escalera del Éxito”, con los que galardonó a las primerísimas figuras de la vida nacional e internacional. Los más recientes galardones los puso en las manos del embajador Romero (Estados Unidos), del académico Luis María Anson. Hasta el momento suman ciento cuarenta y cinco las personalidades galardonadas. Algunos de estos nombres son S.A.R. doña María de las Mercedes de Borbón y de Orleáns, madre del Rey Juan Carlos. José María Aznar, Curro Romero, “Antoñete”, Jaime Ostos, Gustavo Pérez Puig, Manuel Molés, Pío García Escudero, Sebastián Palomo Linares, Félix Colomo, “El Yiyo”, etc.

 

Es tal la devoción de Salvador por su famoso padre que incluso en la revista que publica trimestralmente, “Los Sabios del Toreo”, reproduce la fotografía de su nieto, Miguel Ángel, al que hace firmar como “Pipo V”, explicando cosas, anécdotas, historias de su famoso bisabuelo.

 

 

William Shespir dijo: “Sé fiel a ti mismo”. Le faltó otra frase lapidaria para ensalzar a los que entienden la fidelidad a sus progenitores. Rafael de Penagos, Enrique Herreros, (hijos) y Salvador Sánchez, son un ejemplo de lo que debería ser cotidiano, pero en el mundo en que vivimos resulta insólito.

Antonio D. Olano

ANTONIO D. OLANO es periodista de larga trayectoria en el ámbito cultural. Amigo personal de Pablo Picasso, es especialista en la figura del malagueño, de quien ha publicado una docena de libros.