Enclavada en las empinadas montañas de los andes venezolanos, específicamente en la tierra de toros por excelencia como es la población merideña de El Molino, guarda en sus entrañas la meticulosa cría y selección de lo que es orgullo del toro bravo en Venezuela.

 

Sus armónicas hechuras, noble recorrido, bravura en los caballos y en especial ese dulce son que impone el ritmo de embestir del toro mexicano, así se puede resumir las cualidades de los toros de La Cruz de Hierro, ganadería que será la materia prima de lucimiento para el acontecimiento que supone el debut como matador de toros de Diego Silveti, el exponente de la cuarta generación de toreros que ha dado gloria a México y al toreo, y en especial su recordado padre y tío, David y Alejandro, quienes fueron ídolos en nuestras plazas de toros.

 

Don Orlando Echenagucia es el “artesano” de un producto elaborado con mimo y mucha paciencia. Ese es el toro que pasta en los bellos potreros de la Finca “El Rincón de los Toros”, como así se llama el epicentro de un santuario al toro bravo, donde se respira y huele a toro, como en pocas partes se puede apreciar en nuestro país.

 

Fundada en 1983, fueron los calurosos llanos apureños de Achaguas, en la finca “El Caimito” donde comenzó a labrarse la leyenda de este hierro, el cual en sus comienzos se forjó con sangre Santa Coloma, a través de importaciones directas a Javier Buendía, mediante inseminación in vitro, mucho antes que Don Álvaro Domecq lo colocara en practica y difundiera en “Los Alburejos”. La antigüedad la toma en la Feria de San Sebastián en San Cristóbal en 1986, en novillada de lujo. Fueron años donde se dio a conocer un toro encastado, de inmaculada presencia, que posteriormente a través del enamoramiento que supone el toro mexicano hizo que a mediados de los ’90 se diera un vuelco total a lo que hasta los momentos era su divisa, el cual luce los colores anaranjado y verde.

 

Fue así como llegaron a Venezuela sangre Saltillo a través de la importación que se hizo de semen de Javier Garfias, lo que ha derivado en el curso de estos años en un toro con personalidad propia, que a propiciado grandes triunfos a una larga lista de toreros, siempre con el ribete de acontecimiento en cada uno de ellos, como es el caso de cosos como el Nuevo Circo de Caracas, Maracay, Valencia, Tovar y Mérida, entre otras, esta ultima en febrero con el corte de un rabo a uno de sus ejemplares y destacado lote en su conjunto.

 

Pero tal vez el binomio más importante de esta ganadería lo viene a formar dos toreros que han supuesto un talismán. Ellos son Alejandro Silveti y Leonardo Benítez, protagonistas y “consentidos” de grandes gestas ante la testa de bravos ejemplares que han escrito con letras doradas gran parte de la historia contemporánea del toreo en Venezuela.

 

Y no podía ser otra ganadería que La Cruz de Hierro, la de las “faenas emocionantes”, como endilgó “El Vito” a esta vacada, el principal referente para lo que será la presentación con la borla de matador de toros, del hijo del Gran David Silveti, aquel que con sus rodillas de cristal encumbró un apellido y se hizo leyenda, en cartel que completan el español Manuel Escribano y el venezolano Otto Rodriguez.