Se nace torero, se juega a ser torero, se crece toreando hasta que al final ese juego en el que la vida no estaba en juego se convierte en una realidad. La carrera del torero es dura,  cruda, difícil, un camino más de espinas que de rosas. Porque para llegar a ser torero y situarse en el escalafón de los triunfadores, además del esfuerzo personal la suerte es un  factor esencial.

Toreros triunfadores, los más admirados, los más respetados, con los que todo el mundo una foto quiere hacerse, considerados los mejores toreros del país, los que torean casi todos los días, en todas las plazas, los que todo el mundo espera ver, los que hacen sus pinitos en publicidad, moda, etc. Pero, ¿sólo ellos son toreros? ¿los que más arte tienen? ¿los de más valor? ¿los que más sienten el toreo? Me pregunto…, ¿eso es sólo el toreo? Nos olvidamos, (los aficionados de verdad menos, la gran masa siempre) que existen otros matadores de toros que pueden reunir todas y cada una de las características que he mencionado anteriormente. Llegados a este punto, la suerte juega un papel crucial, aunque desgraciadamente el dinero facilite su alcance.

 

 

Toreros modestos, luchan y entrenan cada día, buscan incesantemente contratos, sufren calamidades en muchas plazas, con toros que las figuras no quieren. En numerosas ocasiones redondean buenas faenas aunque de estas nadie se haga eco.

Toreros a los que muchas veces hay que darles un aliento de esperanza para seguir el camino predestinado, y aunque la moral se vea frustrada, y piensen que de esta caída no puedan volver a levantarse, la afición vuelve aflorar, la raza y la hombría, la espera…, larga espera de llegar algún día a liderar, a mandar, a triunfar, a tocar la gloria con la palma de las manos. Eso es lo que hace que el camino de sol y sombras que atraviesan muchos de estos hombres llegue a dar sus frutos, aunque algunas veces pueda ser demasiado tarde cuando el corazón está ya muy dañado. Como en la frase de Agustín de Foxá, “el único músculo importante en el toreo es el corazón”, que es el que realmente torea.

 

 

 

 

 

Artículo de Mercedes Quesada Bocanegra