En el centro de la ciudad, un restaurante italiano en el callejón del Congreso nos albergó durante la entrevista.

 

Momentos antes me llamaba la atención su autoridad en el tablao de la academia Península Flamenca, en el que dice repetitivamente a sus alumnas: “Mira, es fácil… “ y en el salón sus palmas, voz ronca y taconeo se convierten en música, la única que las acompaña durante el curso.

 

La Tati ha pasado más de cincuenta años instruyéndose para hacer un ejercicio bueno y ser honesta a la hora de bailar. Empezó en el Teatro Toledo de Madrid cuando tenía cuatro años y a esa edad ganó el concurso de baile que ahí se celebraba por el día de la Paloma. A los doce ya era una profesional.

 

Le pregunto quién es un bailador profesional. Me corrige y dice que el término correcto para alguien que baila flamenco es bailaor.

– Es el que ya ha pasado la técnica y todas estas cosas que son muy necesarias, el que se encuentra a sí mismo y se realiza a través de la motivación que le da el flamenco, motivación espiritual, del movimiento del cuerpo, del alma, de la cabeza, del corazón, de todo. –

 

Para ella el flamenco es ser libre porque no tiene una norma, porque tiene muchas formas de realizase y de hacerlo bien. El flamenco da opciones.

  

Fideos con frutos del mar fue el platillo de su elección.

 

Hurga un poco en su bolso acharolado y me enseña un libro que lleva dentro, se llama Oscuros.   Es parte de una tetralogía que trata sobre el amor prohibido y los ángeles caídos.

 

“La trama de los ángeles me interesa mucho. Debes saber que el tema me ha llegado por casualidad y de manera recurrente desde aquella vez que compré uno de Coelho”.

 

Y se lamenta de no tener más tiempo para la lectura y presume de tener una biblioteca extensa compuesta de biografías, novelas y poesía.

  

Debía de haberse llamado Tatiana, así la quería bautizar su madre, pero en ese tiempo en España estaba prohibido usar nombres rusos. La guerra fría entre Estados Unidos y Rusia había hecho que el régimen franquista reforzara el anticomunismo para ser aceptado en el mundo occidental. Francisca Sadornil estaba bien, pero tal como se iría definiendo su carácter, tercamente la llamaron Tati, a pesar de las prohibiciones.

 

Al hablarme de su profesionalismo cuenta: “La responsabilidad es dar verdad, conocer el por qué se baila flamenco”.

  

Se distrae por un momento y cuando vuelve a la conversación me cuenta que los tablaos de Madrid fueron su escuela. No había estudios y no había más escuelas que la de la vida y la del tablao. La Tati dejo el tablao, que era la única escuela para aprender, y de ahí migró al teatro.

“Ya cuando el tablao no me podía aportar nada más para prender, me quedó chico y pasé al teatro”.

 

A lo largo de su carrera ha sido acompañada por Camarón de la Isla, Paco de Lucía y Ella Fitzgerald, por nombrar algunos y aunque ha participado en importantes eventos que marcaron la historia del flamenco como el Festival Flamenco Gitano de  Liman & Rau, la compañía de Teatro Danza de Luisillo, la Cumbre Flamenca del Baile o la Bienal de Arte Flamenco, nunca se sintió intimidada frente al público.

 

La Tati es muy egoísta y el algún punto me dice:

Uyy  a mí el público no  me presiona. En el escenario mando yo. El público ha pagado para verme. Yo no tengo porqué bailar para el público, yo bailo para mí y espero que al público le guste y hasta ahora le gusta. – Y remata, “por el público y por el aficionado soy artista, porque si no hubiera público no hubiera artistas”.

 

Explica que en el tablao y en el teatro las emociones cuando baila son diferentes. Que en el tablao la gente está distraída comiendo y bebiendo y en el teatro la gente está expectante y atenta de hasta el mínimo detalle.                                     “Yo cuando salgo al escenario siento hasta la respiración del público, el teatro es mágico. Yo me siento muy a gusto en el escenario, no tengo ninguna presión, no la he tenido nunca y creo que no la tendré”.

 

¿Cuándo fue la última vez que lloró?

 

– Uyy me parece que hoy. Cuando vienen las cosas difíciles soy dura. La vida me ha curtido la piel a fuerza de.. – hace un pausa y después continúa – pero luego soy muy sensible puedo llorar con una película de dibujos animados –

 

Sobre los sueños dice: “Y hoy precisamente tuve un sueño un poco raro con un hijo mío. Cuando me desperté estaba un poco llorosa y después en la piscina me sentí feliz de estar en Mérida trabajando con mis alumnas y le di gracias a dios y lloré. Se puede llorar de alegría, de dolor, de muchas formas”.

 

¿Y alguna vez pide perdón?

– Pues no me acuerdo porque procuro cometer pocos errores. Si he cometido una falta pido disculpas. He pedido perdón alguna vez a mis hijos o a mi madre. Busco el momento, la ocasión. Las cosas se suavizan, todos cometemos errores y a no ser un error grave, una disculpa o un lo siento es suficiente. –

 

Ella considera que no odia nada de sí misma: “Ohh yo nada! Yo me quiero un montón, yo como me voy a odiar. Si yo me quiero muchísimo… no es ego ni orgullo eh? Pero estoy feliz con mi vida y creo que hago una gran labor”.

 

¿Qué la hace feliz?

 

– La felicidad no es que te haga, hay que buscarla en las cosas muy simples, en las cosas normales de la vida, porque la gran felicidad,  es la gran mentira. La felicidad no existe, solamente existen los estados felices. –

 

¿Cuál es el momento que más disfruta de un espectáculo de flamenco?

 

– Cuando termina (se ríe y sigue) cuando termina y me aplaude el público, digo: ya! Es como un parto -.

 

Mira sus uñas pintadas de rojo tinto y dice que ahora está haciendo teatro, la Casa Bernarda Alba de García Lorca, que ha hecho madre coraje de Bertolt Brecha y que en año 2010 hizo Macbeth, Miami.

 

Ella está convencida que el flamenco lo que necesita para prevalecer es una selección de maestros. Enfatiza que hoy en día hay muchos profesores enseñando, pero que no son maestros. Que para ser un maestro se necesita sabiduría y tener la capacidad para corregir. El maestro no solamente enseña pasos, enseña vida, enseña experiencia. Hace falta saber quien sabe y quien no sabe, porque el que no sabe y enseña está haciendo mucho daño.

 

La noche transcurre en Mérida y la Tati reclama sobre el platillo que le acaban de poner en la mesa:

– Oye, que pocos fideos me has echao no? Dile que me echen unos poquitos más, toma, llevátelo, que yo no quiero puros mariscos. Se llama espagueti con fruto de mar y ahí esta toda la frutería del mundo, menos espagueti… –

 

Me quedo con la con la frase de la Tati, para la que bailar es cosa fácil:

“Ama lo que haces, disfruta con ello. Y si lo quieres, te gusta y lo disfrutas, sigue bailando querida, baila siempre, baila siempre…”