1920, año en el que se registra, la tal vez, mayor tragedia de la Historia de la Tauromaquia. La tragedia taurina que mayor eco y repercusión alcanzó en el mundo de toreo: la cogida y muerte de José Gómez Ortega, "Joselito".

 

Es la primera de las víctimas de la fiesta de los toros de las seis habidas en tan fatí­dico año de 1920, y a ella dedicaré, de manera exclusiva, esta mi página, posponiendo las cinco restantes para un próximo trabajo en unión de las acaecidas en 1921.

Sería en un pueblo castellano donde ocurriese tan infausto e infortunado aconteci­miento. Concretamente el16 de mayo en la populosa ciudad toledana de Talavera de la Reina. "Joselito" ha toreado en Madrid el día 15 y la tarde ha transcurrido con más pena que gloria. Al día siguiente deberá comparecer en la ciudad de la cerámica acompañado de su cuñado Ignacio Sánchez Mejías. "Joselito" se ha acartelado con él, sustituyendo a su hermano Rafael. Tiene mucho interés en torear en la plaza de Talavera que inaugurara 30 años antes su padre, Fernando Gómez, "El Gallo".

Los toros pertenecen a la vacada local de la señora viuda de Ortega, y sería el lidiado en quinto lugar, de nombre "Bailador", el que cambiase el rumbo de una corrida que hasta entonces ha transcurrido anodinamente, y que sólo ha ofrecido a los espectadores, en el cuarto toro, un lucido tercio de banderillas a cargo de los dos espadas.

"Bailador", de pelo negro y escaso tamaño; sin presencia ni trapío; cornicorto y burriciego, hizo tristemente popular su nombre al herir tan certeramente a "Joselito" en el vientre, que acabaría por producirle la muerte casi instantáneamente. El mundo de los toros se sobrecogió con tan nefasta noticia, hecha realidad la tarde del 16 de mayo de 1920 en la populosa ciudad de Talavera de la Reina. Noticia que de inme­diato recorrió todo el orbe taurino.

En homenaje al torero de Gelves, he considerado oportuno reproducir aquí los versos que Rafael Alberti escribiera aquel mismo año y titulara: "Joselito en la Gloria”.

 

Llora, Giraldilla mora,

lágrimas en tu pañuelo.

Mira cómo sube al cielo

la gracia toreadora.

 

Niño de amaranto y oro,

cómo llora tu cuadrilla y

cómo llora Sevilla

despidiéndote del toro.

 

Tu río, de tanta pena,

deshoja sus olivares

y riega los azahares

de su frente, por la arena.

 

-Dile adiós, torero mío,

dile adiós a mis veleros

y adiós a mis marineros,

que ya no quiero ser río.

 

Cuatro arcángeles bajaban

y, abriendo surcos de flores,

al rey de los matadores

en hombros se lo llevaban.

 

-Virgen de la Macarena,

mírame tú, cómo vengo,

tan sin sangre, que ya tengo

blanca mi color morena.

 

Mírame así, chorreando

de un borbotón de rubíes

que ciñe de carmesíes

rosas mi talle quebrado.

 

Ciérrame con tus collares

lo cóncavo de esta herida,

¡que se me escapa la vida

por entre los alamares!

 

¡Virgen del Amor, clavada,

lo mismo que un toro, el seno!

Pon a tu espadita bueno

y dale otra vez su espada.

 

Que pueda, Virgen, que pueda

volver con sangre a Sevilla

y, al frente de mi cuadrilla,

lucirme por la Alameda.