La cabaña brava nacional, como distinguen los aficionados al toro de lidia que se cría en Venezuela, no vive su mejor momento. Todo lo contrario. No han sido los ganaderos nacionales capaces de mantener la unidad en un gremio, como impotentes han sido para elevar –o conservar- sus cifras de producción.

 

La situación no es de nuestra exclusividad. En reciente viaje a Madrid pudimos constatar que allá, en la tierra del toro bravo, también se vive un momento crítico.

 

El toro en España, además de perder el tipo, cuando se lidia en Las Ventas, o las plazas “toristas” del Norte, ha perdido la forma sobre la que se construyó el fondo de la lidia. Se ha perdido el sentido de la técnica del toreo. Hace años, muchos años don Gregorio Corrochano, admirado por una actuación que tuvo César Girón ante un toro de muchas dificultades en Madrid, logró uno de sus títulos afortunados para su crónica: “Se ha perdido el sentido del toreo” cuando constató que el maestro venezolano había recuperado el sentido del toreo ante un duro y difícil toros de Pablo Romero, al que le cortó las orejas.

 

Hoy la situación es aún más grave que aquella que se vivía en tiempos de Girón, porque además del tipo el toro de lidia de hoy, por lo menos el toro que vimos en Madrid, no tiene la vivacidad, la movilidad, la fiereza que son los ingredientes de la emotividad en el conjunto de la lidia, que es lo que reclama hoy el toreo.

 

México no es más afortunado. Hace años el toro mexicano camina por el filo de una navaja entre la absoluta mansedumbre y el exceso de bondad, siendo la bondad en exceso la exaltación de la faena de arte que justifica lo injustificable, yque no es otra cosa que los valores de la dignidad del toreo.

 

Andrés Amorós dice que “La decadencia de la casta es la madre del cordero, la raíz de todos los problemas”.

 

El periodista taurino español, – Aguado, Zabala, Barquerito, Núñez, Navarro, etc… – los del periodismo independiente y que con valor protestan esta situación, señalan, entre muchos motivos, que es porque en la fiesta “mandan los toreros”. Las figuras exigen lo que van a torear, y las empresas para contratarlos les complacen.

 

Con el agravante en Venezuela, que además las autoridades, es decir las Comisiones Taurinas permiten el afeitado descarado, que se lidien erales y novillos en lugar de toros y reses sin presencia digna para una plaza de toros.

 

Si hablaba de César Girón en líneas de arriba debemos recordar al otro César de América, el maestro Rincón que en Madrid con el toro Bastonito de Baltasar Ibán se consagró ante afición tan exigente como la de Las Ventas. Aquel día, cuenta el maestro Amorós, un ganadero le comentó «Si le sale otro tan bravo como “Bastonito”, el ganadero tendrá que mandar al matadero toda su ganadería».