Muchos jóvenes sueñan con ser toreros, con imitar a sus ídolos e incluso, en un futuro lejano, compartir cartel con el maestro. Para ello primero se deben forjar como toreros. En el campo es donde se forjan los toreros, tanto las grandes figuras como los aprendices de torero.

 

Los toreros consagrados lo tienen fácil a la hora de acudir a una ganadería a probarse. Quienes lo tienen complicado son los jóvenes que empiezan. Esos que están deseosos de medirse delante de una becerra o becerro, poner en práctica todo lo que han aprendido y lo que practican de salón. Ese toreo que sueñan realizarle a un animal noble y a la vez bravo, que pocas veces embisten como ellos desean. Puesto que les falta la técnica que tienen los grandes, al llevar tantos años en el oficio. Un oficio complicado en el que es necesario tener una mente privilegiada para poder pensar en décimas de segundo lo que hay que realizar ante ese animal que es el toro. 

 

 

Los maletillas.

Antaño existía la figura del maletilla. Jóvenes que se iban de su casa para abrirse camino en este complicado mundo. Viajaban con tan sólo sus trastos para lograr que los ganaderos les dieran una oportunidad. Una oportunidad que no desaprovechaban. Los que tenían ese don especial que caracteriza a los toreros grandes volvían de nuevo a la finca, ya no en calidad de maletilla, sino como novillero.

Hoy en día esa figura ha desaparecido gracias a las escuelas taurinas que forman a los jóvenes aprendices. Aún así la dificultad para conseguir ir a tentar a una finca sigue siendo la misma. Si eres un torero conocido es fácil, pero chavales que empiezan lo tienen más difícil, a no ser que el ganadero les dé una oportunidad.

 

Este es el caso de Alberto Romero. Él ha tenido la suerte de encontrarse con Juan Vidal, ganadero del hierro con su mismo nombre, que hace pocos días le brindó la oportunidad de poder torear dos novillos en su finca de La Solanilla.

 

 

Su toreo.

Novillos de muy distinta condición fueron los que salieron por la puerta de chiqueros de la placita de tientas. A pesar de haberse puesto muy pocas veces delante de la cara del becerro supo darles a cada uno la lidia que le correspondía. Con planta de torero de los que van a llegar lejos, clavando las zapatillas en la arena y muy firme en todo lo que hizo, Romero se presentó ante una pequeña afición que estuvo degustando su toreo de trazos elegantes y con cierto toque de clasicismo. Un toreo diferente y a la vez de gran interés para el aficionado. Toreo de mano baja, embarcando al novillo en su muleta, sin permitir que la franela acaricie el testuz del novillo, simplemente tirando de él, muy suavemente, citándolo y llevándolo en el embroque, con delicadeza, sin prisas, Ya que las prisas no son buenas para los toreros, ni para nadie.

 

Al ganadero le volvió a gustar la actuación de esta joven promesa del toreo. A ver cuándo debuta y más aficionados pueden ver las cualidades que atesora. Que tenga suerte en esta difícil pero a la vez bella profesión que ha elegido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reportaje de Raquel Montero.