Recientes noticias indicaban que la empresa de Las Ventas, Taurodelta, pretende cambiar el formato de la próxima feria de San Isidro. Habrá, o tendrá, razones para ello, pero la primera y fundamental es que tras la caída en picado de los abonos la plaza presenta mucho cemento últimamente. Algo hay que hacer.

Como no es posible pensar en modificar los hábitos de las figuras; es decir, que adquieran el compromiso lógico para poder llamarles mandones de verdad, a través de enfrentar todo tipo de ganaderías (al menos en la feria más importante del mundo) y dar el paso adelante que siempre dan para atrás, pues se buscan soluciones paralelas, aunque se las podía llamar perfectamente ‘para lelos’.

Tratan de quitar el adosado de la feria del Arte y la Cultura y que todo vuelva a llamarse San Isidro… como hace años. Una idea que más que una idea es un reconocimiento de que el parche no ha servido para nada todos estos años.

Apuntan que para poder cumplir con el abonado, en su regulada obligación de adquirir 18 corridas, 3 novilladas y 2 de rejones, 23 festejos, se le podría dejar sacar entradas solo para el número obligado entre los 30 que se ofrecerían de forma continuada. De esa forma no se incumpliría el pliego y los abonados no tendrán mayores obligaciones.

Estaría bien comprobar qué siete corridas dejan de lado los abonados -es presumible cierta coincidencia por parte de los aficionados- y cómo colocarían en el abono las más flojas ¿coincidiendo con los domingos que hay mayor afluencia de la provincia madrileña y limítrofes?

Lo correcto, tras la previsible respuesta de los abonados, sería programar solo las veintitrés y dejarse de otros experimentos. Ello permitiría, de inmediato, acartelar en las fechas siguientes a los triunfadores y toreros que hubieran despertado el interés. Dos o tres fechas, incluida la Beneficencia, donde picara la curiosidad del aficionado para volver al recinto venteño.

Por supuesto, la temporada debería continuar con una programación de festejos mayores, dejando una fecha al mes para incluir novilladas y presentar a los aspirantes que de verdad estuvieran haciendo méritos en otras plazas. Esa obligación de poner a tantos, y nunca los más renombrados, ha hecho en las últimas temporadas perder el interés hasta de los habituales.

Estoy seguro que corridas con matadores bien posicionados en la feria, incluyendo a los emergentes de cada temporada, atraerían gente a los tendidos, al tiempo de que ello pudiera dar un empujón a más de uno. Un ejemplo reciente lo tenemos en esta acabada temporada con el salmantino Juan del Álamo.

Pero, y por encima de todo, es conveniente concluir que los aficionados lo que esperan es ver retos de verdad -no pasar el rato- a los llamados figuras, mano a mano que tengan sentido, alicientes y antecedentes que lo aconsejen, ternas abiertas donde los toreros que destacan alternen y compitan con quienes dicen ostentar el mando… y que las ganaderías dejen de ser siempre las mismas para los mismos.

El afán recaudatorio como único objetivo ya está contestado en la pérdida de abonados. Toca programar en base a ello y saber de verdad lo que los aficionados reclaman. Ya es sabido, o deberían de saberlo, que los abonados de paso no son esa clientela a fidelizar. Para mirar para otro lado… ya llevan años haciéndolo.