Se aplauden procedentes y faenas que carecen de valoración taurina, por hacerse de manera ventajista. La to­rería actual en determinados casos ha olvidado recursos de lo que es lidiar a los ignora. Estas evidencias restan esencia y solera ejem­plar de como debe ser el toreo, así desmitifican con el peligro de caer en pantomima.

A la vez, las empresas incluyen en sus carteles a cierto número de espadas que bullen en el ambiente festivo del toreo enaltecidos por  sus panegiristas, y se olvidan de muchos espadas que hacen bien el toreo y estoquean a les toros como mandan los cánones, inexplicablemente carentes de las loas que se merecen, pero que son del gusto de auténtico aficionado que sabe apreciar en ellos sus valores toreros y su oficio consumado.

 

Entre tanto el toro acusa, salvo excepciones, un bajón en la casta y su poderío. En la suerte de vara, no siempre se nos deja ver al toro poniéndolo a distancia para ver  arrancada y pujanza. La mayoría de los puyazos se colocan traseros, haciendo daño al toro en los costillares, en vez de castigarlo, como debe ser picándolo ligeramente delantero pa­ra ahormarle la cabeza y sangra con el fin de descongestionarse de la pelea en la suerte. En muchas ocasiones se le tapa la salida ignominiosamente, pues esa acción es un recurso para picar a los toros mansos con tendencia a la huída, pero no es tolerable con los toros bravos que pelean con casta y empujan con fuerza y celo.

La suerte de banderillas también esta afectada de irregularidades y deterioros. Suerte vistosa, gallarda que requiere conocer los terre­nos y querencias del toro, además de valor y arte. Se suele clavar al hilo del pitón, cuando no a cabeza pasada. Pocas veces se saca el par de arriba a abajo, en el momento en que se hace la reunión en la cara del toro y se clava al tiempo en décimas de segundo de marcarle la salida. Ese momento es algo bello y emocionante, lo otro es una chapuza, aunque haya ignorantes que lo aplauda. Porque lo aplauden todo. Se abusa de hacer la suerte al cuarteo, cuando los matadores banderilleros, es más obligado la realicen de poder a poder, o al quiebro, también al sesgo.

 Lo inconcebible es que se tolera y aplaudan loS pares llamados de “Vio­lín”, que son del toreo cómico,  la diferencia que los charlots iban andando al novillo para clavar y salían con el mismo paso.

Mientras los matadores que banderillean al «Violín” lo hacen corriendo como si fueran en moto, algo deleznable. Otra novedosa forma de clavar rehiletes es la llamada “banderillas a la moviola'». Se provoca la arrancada del toro y el ejecutante va para atrás aprovechando el viaje del toro. Cuando llega a su jurisdicción salva la cabeza y clava a toro pasado. Otra mentira ventajista. Sin  embargo la mayoría de los que banderillean, desconocen el recurso para banderillear a un toro quedado, que derrota con peligro, lo que antes se decía un toro “pregonao”. Que debe colocarse las banderillas partiendo del costado de la  res y sorprenderlo al ganarle la cara, de manera que cuando tira el pitonazo, el banderillero ya está a salvo.

En el toreo de capote, es conveniente fijarse en las zapatillas del diestro, algunas las mueven demasiado, no para adelante, que es como se carga la suerte sino para detrás, que es como se descarga y se alivia el ejecutor. En el toreo con capote y más en el de muleta, el diestro se cruza poco o nada, se torea citando al hilo de pitón y fuera de este, o sea lo que se denomina  “fuera de Cacho”.  Cruzarse en la cita con el toro adelantarle el capote o la muleta y provocarlo la arrancada, siempre dando la distancia precisa para no ahogar la embestida, es eficaz en la lidia, porque el toro viene metido en la tela torera, sometido, templado y dominado. Citar fuera de cacho, con la muleta a media altura y metiendo el pico, para después rematar el pase fuera, es una ventaja, una adulteración del toreo.

Como adulteraciones que colman hasta el enfado el ánimo ético del buen aficionado taurino al practicarse la suerte de matar. Esta suerte llama de la  “Hora de la Verdad» no se viene realizando de manera ortodoxa. Lo clásico, lo auténtico, es perfilarse en corto y por derecho. Montar la espada junto al pecho la altura del corbatín y atacar adelantando la muleta hasta el hocico, o la pata izquierda del toro. Así éste humilla, y descubre la muerte, o sea el morrillo. Entonces va el espada con el brazo todavía acodado y con la muleta le marca la salida a la res como si iniciase un pase de pecho. Al unísono clava el estoque y salva la arrancada del astado. Por contra ejecutar la suerte perfilado el diestro al hilo del pitón, o fuera de cacho, no jugar la muleta, que su manejo es primordial  como ya queda detallado,  y atacando con el brazo suelto, o sea, alargado, es una corruptela de la suerte de matar, un mal modo, que no se debe aceptar por la afición, pues cuando atacan se están yendo fuera de la suerte.

Expuestas derivaciones que actualmente y por desgracia se repiten con frecuencia estamos obligados los aficionados a decir que hasta ya de cuento y mentira, porque sino la fiesta terminará en pantomima, para algarabía de sus detractores.

 

 

 

 

José Julio García

Decano de la Crítica Taurina