Este arte taurino nos aporta una belleza sin comparación y conjuga junto con el toreo a pie un espectáculo que a los aficionados nos gusta ver. Por eso, actualmente si se habla de toros, hay que hablar por obligación del toreo a caballo, el Arte del Rejoneo. Lo primero que hay que tener en cuenta en este toreo es la dificultad de ejecución que conlleva dominar la fuerza y agilidad del caballo para convertirla en arte. Esto lleva a los rejoneadores a tener que realizar las suertes con una exactitud extrema, el caballo torero esta domado de forma que hará todos los movimientos tal y como los piensa su jinete, ambos deben ir a la par, el jinete saber mandar y el caballo obedecer instantáneamente, en definitiva ir unidos. El caballo confía ciegamente en su jinete y se somete a sus órdenes enfrentándose al toro y no lo hace por miedo si no por convencimiento. El rejoneo es torear a caballo utilizando al mismo como engaño, clavar rejones y banderillas burlando las embestidas del toro con cruces y quiebros haciendo que el toro siga al caballo llevando sus embestidas lo más cerca posible sin tocarlo. Al igual que el toreo a pie, el rejoneo se compone de tres tercios. En el primer tercio se le colocan al toro uno dos rejones de castigo, dependiendo de su fuerza y del criterio del rejoneador. El segundo tercio es el de banderillas, reglamentadas a tres pares, pero que se pueden colocar de una en una para mayor vistosidad y encuentros entre caballo y toro. En este tercio se suelen sacar los caballos más vistosos y mejor domados ya que se busca el mayor lucimiento posible. El tercer tercio es el de muerte y es donde se coloca al toro un rejón más largo que sustituye a la espada, en este tercio se montarán caballos con galope más templado y medido, que lleguen bien a la cara del toro, ya que esta suerte ha de realizarse lo más despacio posible. El primer rejoneador que lucio por primera vez el traje campero fue Antonio Cañero que se presentó por primera vez como profesional en la plaza de San Sebastián en el año 1923, iniciando así una tradición que llega hasta nuestros días. Hasta los años 60 la mayoría de caballos que se utilizaban para el rejoneo eran de pura raza Española pero a partir de los 70 y hasta nuestros días las razas más habituales son el Lusitano, Anglo-Árabe, Hispano-Árabe y Anglo-Hispano-Árabe.