Durante la transmisión de alguna corrida realizada en la mismísima Maestranza de Sevilla en la pasada feria de abril, el matador Manuel Caballero comentó que lo peor que le puede pasar a la fiesta es que los toros salgan sin raza, porque los toreros se la juegan igual y el peligro no se percibe en los aficionados.

 

Todo porque los cuatro primeros toros de una corrida salieron descastados, iban a la muleta sin eso que los taurinos le dicen transmisión.

 

Además de faltos de raza, el propio matador albaceteño no tuvo empacho en decirles a ese tipo de toros: sosos y descastados.

 

¡Caramba!, qué poco aguante, tanto mitote por cuatro toros, acá en la plaza México, en la temporada que acaba de terminar salieron por toriles 148 toros, ni siquiera hubo seis bravos. Con bravura de verdad, auténticamente bravos y con trapío.

 

Bravos que salgan cruzando el ruedo hasta rematar al burladero de los matadores, que peleen con los caballos, ¡pelear!, no defenderse tirando cornadas al peto tratando de quitarse la puya; después que acometan con prontitud a los banderilleros desde donde los llamen y que en la muleta embistan con fuerza, con bravura, que den -transmitan- sensación de peligro.

 

En México se ha generalizado que los toros en lugar de embestir, sólo pasen y pasen, como si fueran toros de cuerda, como escapados de un carrusel, como si se supieran el script.

 

Entiendo que en un espectáculo llamado fiesta brava, la ausencia de bravura tendría que ser alarmante, tanto como si fuera un virus, al que tendrían que exterminar para que no se convierta en epidemia. Pero no.

 

Para muchos ganaderos mexicanos no es motivo de alarma, por el contrario, la ausencia de bravura es una bendición, es una satisfacción, es un logro. No es un problema… es una virtud.

 

Que los toros sean sosotes en su forma de ir a la muleta o bobos, con discapacidad de bravura, no es inconveniente, ya se encargará la prensa de justificarlos, les dirán toros nobles o toros con arte, los jueces de plaza se encargarán de premiarlos y el público de ovacionarlos.

 

Pero, ¿por qué es una bendición?

 

Muy sencillo, para venderlos, porque las figuras, sobre todo extranjeras pedirán a los empresarios esos toros. Enrique Ponce, El Juli, Sebastián Castella exigirán en sus contratos esas ganaderías, ya en alguna cláusula pondrán que el ganado no debe tener más de 3 años cumplidos, que estén gorditos, cachetones, que sean una pelotitas de manteca para que den el peso reglamentario.

 

De lo que dijo el matador Manuel Caballero queda claro que un toro soso también le puede hacer daño a un torero pero, entonces ¿por qué esas figuras españolas exigen ese ganado?

 

En España se alarman, y hacen bien, porque algunos toros salen bobos, sosos, En México al contrario, a ese tipo de toros se les premia en la plaza México con arrastres lentos, vueltas al ruedo y hasta indultos, porque en México la sosería es el pan de cada día.