Del encuentro del hombre con el toro surge el toreo. La acometividad del toro bravo, su superioridad física, y la habilidad e inteligencia, por otra parte, del ser humano se produce el juego, la lucha de donde nace la técnica, la belleza y el arte, que son los principios fundamentales del toreo. La lidia y su evolución durante los tres tercios -siendo los tres importantes- es en el último de ellos donde se fundamenta el desenlace final de la corrida al emplear el torero la espada y la muleta.

De ella nos habla “El Cossío” como instrumento de toreo y nos dice que su uso es relativamente moderno, pero no tanto como tradicionalmente viene suponiéndose.

 

Cierto que los tratadistas, al atribuir erróneamente su invención a Francisco Romero, (Ronda 1700), no precisan la fecha, puesto que no sitúan, cronológicamente al abuelo del gran Pedro Romero. Además, que tampoco hay pruebas fehacientes de que este hombre fuese torero. Pero aunque así fuere no podría llevarse en esta hipótesis más allá de las primeras decenas del siglo XVIII ya que se cree que la introducción de dicho instrumento en el toreo es bastante anterior.

En la Cartilla de torear de la Biblioteca de Osuna ya se menciona y hasta se explica su uso. Se la llamaba lienzo, era de color blanco y como su nombre indica…de lino, cáñamo o algodón. Se usaban de distintos colores (rojo, amarillo y azul), e iba sujeta de un palillo, con lo que se conseguía manejarla como engaño, con mayor rapidez, precisión y eficacia que la capa sola, por tener que emplear las dos manos el torero.

Anteriormente se usaba una especie de capotillo que se enrrollaba en el brazo izquierdo del lidiador para llamar la atención del toro y con habilidad marcarle la salida, con objeto de desviarlo de su viaje natural y evitar las cogidas, además de poder matar de frente.

Eugenio García Baragaña -primer tratadista que escribió una tauromaquia para los toreros de a pie, al hablar de la estocada de ley, única para la que era imprescindible el lienzo, explica que hasta la mitad del siglo XVII solamente se usaba la muletilla para poder estoquear a la res indistintamente que la capa, seguramente liada también a un palo a guisa de muleta.

 

Más a poco empiezan a darse cuenta los diestros de las posibilidades artísticas del toreo con tal instrumento; y con toda seguridad es Joaquín Rodríguez “Costillares» (1743), inventor del volapié, quién promueve la gran revolución en el toreo con la muleta y el que convierte la elemental preparación para la muerte del toro, en un juego complicado de suertes que después había que clasificar y regular la Tauromaquia de José Delgado “Pepe-Hillo.

Si nos atenemos a esas reglas dictadas por José Delgado Pepe-Hillo (1754), en su libro “TAUROMAQUIA O ARTE DE TOREAR», obra utilísima para los toreros de profesión, para los aficionados, y toda clase de sujetos que gustan de los toros decimos, que está impresa en Cádiz en el año 1796, y que en la página 27 de la expresada obra, Pepe-Hillo también nos habla de “La suerte de la muleta”:

“La muleta se hace tomando un palo ligero de dos cuartas y media de largo, que tenga un gancho romo en uno de sus extremos, y en él se mete un capotillo por medio de la junta del cuello, y las dos orillas se juntan en el otro extremo del palo, y dándole algunas vueltas en él, queda formada la muleta, que toma el diestro por dicho extremo, con la mano izquierda. Para la suerte la pone al lado del cuerpo, y siempre cuadrada, y, situado en el terreno del toro, lo invita a partir y lo recibe en dicha muleta a modo de suerte de capa al pase regular…..”


 Más o menos lo que el aficionado conoce hoy como la franela, la pañosa o la colorá, dentro de la jerga taurina. O sea, un instrumento de torear que consiste en un paño o tela color rojo (antes se usaron de color blanco, azul y amarillo) con el que el matador templa y encauza la embestida del toro durante el último tercio de la lidia y que forma parte de lo que llamamos, “trebejos o trastos” que el torero utiliza para hacer su trabajo (torear). Su tamaño puede variar según la envergadura y gustos del matador, así como su peso y consistencia, en función de las circunstancias. Lo normal es que armada con el estoque, arrastre ligeramente por el suelo.

El repertorio de esas suertes han seguido aumentando hasta ser hoy, la faena de muleta la más importante de la lidia, habiendo dejado en penumbra la de matar, que por ineludible necesidad es la fundamental del matador y, con razón la llamada suprema.

 

FINITO DE CÓRDOBA, Foto: Cuevas

 El escritor- periodista José Sánchez Neira que, la llamaba muletilla, hizo responsables de los primeros aumentos a Julián Casas “El Salamanquino», y a «El Gordito», que empezaron a usarlas mayores que las entonces corrientes. En el año 1873 a “Curro Cúchares”, al “Salamanquino», Arjona y “Pepete», como recuerdo de la corrida que torearon a beneficio a los pobres de Galicia le regalaron unas muletillas de tamaño pequeño. Se ignora cuando desaparecieron los colores de las muletas, antes de unificarse en un color solo (el rojo) pero de lo que si podemos informar es que en los primeros años de “Lagartijo» aún subsistian los tres colores.

En la actualidad el palillo o estaquillador de la muleta no tiene una medida estándar (de 55 a 60 centímetros de largo), así como la franela que de él pende se confecciona también de distintos tamaños, a gusto del espada, que suele adaptarlos a su estatura, largura de brazos o estilo de toreo.

 

 ENRIQUE PONCE, Foto: Cuevas

 Para evitar el inconveniente del viento que pone en riesgo al torero porque lo descubre, posteriormente se hicieron varias pruebas que no gustaron a los toreros y por consiguiente, no se llevaron a cabo, pues todas iban a parar a aumentar su peso y la fatiga del brazo que ha de sujetarla. El maestro “Cúchares”, según testimonios de aquella época, solía atar con un nudo, en el

extremo del pliegue más largo, una piedra. Los toreros de ahora usan, para esos momentos menos adecuados, muletas de doble forro confeccionadas con telas de más textura, además, de mojar con agua del botijo, la bamba del trapo y embarrarlo con la arena del ruedo para que no se levante ni lo zigzagee el viento.

Así vemos que la muleta de simple ayuda para la preparación a dar muerte a los toros, ha venido a convertirse en la parte más esencial e importante y bella de la lidia.

Antonio Rodríguez Salido.-

Compositor y letrista,

 

Escalera del Éxito 176.-