Estamos abonados a la tragedia y queremos arreglarlo todo con
Y la burocracia sobra en esto y en otras muchas cosas. Menos reglamentos y menos pliegos de condiciones. Hace falta más libertad y que los empresarios organicen sus espectáculos a su leal saber y entender con la simple exigencia de que se cumpla lo que anuncian: Seis toros que serán lidiados, picados, banderilleados, pasados a muleta y muertos a estoque por unos matadores de toros o novillos concretos acompañados por sus correspondientes cuadrillas. Ese es el único reglamento necesario. Y que el empresario organice las corridas de toros, de novillos o de rejones que crea convenientes, que no se impongan concursos de ganaderías con el ruedo pintado como un campo de baloncesto, que el cartel de diestros sea del grupo primero y naturales de la propia región o de triunfadores del año anterior, en Madrid o en Calatayud. Fuera reglamentos y cortapisas. ¡Libertad! Y luego arreglar la buena marcha de la lidia, sobre todo el primer tercio. Lo que llevo repitiendo desde hace más de medio siglo: el peto anatómico. Y que sean los picadores que saben montar a caballo tirar el palo, sujetar el empuje del toro, manejar las riendas para salavar al caballoy contar con la ayuda de los toreros de a pie. Necesitamos recuperar la suerte de varas. Después, cada cual pondrá las banderillas de los colores que quiera. Variedad, señores, variedad. Tenemos toreros para satisfacer todos los gustos, los del paladar, la valentía consciente, la técnica, la naturalidad o
Estos últimos días, el tema general fue el anuncio de la vuelta a los ruedos de Juan José Padilla tras el largo y doloroso periplo recorrido desde el 7 de octubre, cuando un toro le rompió la cara desde la oreja izquierda hasta el ojo del mismo lado. Las informaciones similares y las fotos impactantes. Un Padilla elegante, vareado, con un traje de chaqueta cruzada y raya diplomática, gesto serio y parche de piel negra tapando el ojo sin luz. Volverá el 4 de marzo próximo en la plaza de Olivenza, con Morante y Manzanares de compañeros y toros de Núñez del Cuvillo. Ángel Solís, en “Heraldo de Aragón”, ponía el estrambote a la noticia con estética azoriniana y técnica gongorina: “Vuelve Padilla. El héroe. El villano, el transgresor de
No conozco personalmente a Juan José, al que algunos motejan de “Ciclón de Jerez”, pero tengo muy buenas referencias de él puesto que goza de las simpatías y el favor de sus compañeros. Es muy buena señal. Y me alegra que, con voluntad y sacrificio, haya superado el gran trauma sufrido y empiece una nueva temporada con todas las garantías. Solís titula su comentario como “El negocio Padilla” y lo termina así de críptico: “Vuelve, hoy, con lo bueno, lo comercial, lo pastueño, lo que siempre anheló y se lo negaron. El negocio lleva su nombre, pero no es para él. Que la suerte le acompañe”. Está bien, que le acompañe la suerte, claro. Pero no es el primer caso de un torero en estas circunstancias. Allá por el 1816 nació en Gelves, Sevilla, Manuel Domínguez al que apodaron “Desperdicios”, unos dicen que porque lo vio
El más terrible de los antecedentes de este tipo de lesiones fue el de Manuel Granero en Madrid. El pitón le entró directamente al cerebro por un ojo y murió en el acto. Antes a este tipo de cornadas sin las consecuencias trágicas del valenciano se les llamaba cornadas de espejo y es fama que la que en Santander sufrió Pepe Luis Vázquez menguó sus afanes. Al enterarse de lo que había ocurrido, Manolete, que también lucía en su cara una cicatriz recordatoria, comentó: “No es posible, ¿le habrá tirado un cuerno el toro?”
Ya avanzado el siglo XX, tenemos los casos de Eladio Peralvo, matador de toros cordobés que en Los Navalmorales, Toledo, se vacío la órbita ocular izquierda con el arpón de una banderilla el 15 de septiembre de 1973, Lucio Sandín, madrileño de
Artículo de
Periodista
Fundador de la Revista “Fiesta Española”
Escalera del Éxito 85