En la madrileña calle de Goya, allá en el emblemático Barrio de Salamanca, justo hace un siglo nació Luis Carlos Felipe de la Cruz Fernández y López Valdemoro, no obstante, con el paso del tiempo y de la genialidad implícita, quien acabaría trascendiendo con letras de oro en el arte de la tauromaquia y en la propia literatura… sería: Pepe Alameda.

 

En lo personal, desde que yo era niño, me impactó su innegable sabiduría, su sentido del arte, el caudal de cultura que poseía, no sólo en lo que se refiere al tema taurino, sino a la erudición en su conjunto. Un hombre en verdad con tal grado de conocimientos del arte, de las aportaciones de los genios, de todo, y lo manejaba con sumo conocimiento, con el buen manejo del lenguaje, conversaba con talento y amenidad el tema que se tocara, analizándolo con inobjetable sabiduría; y como amigo… fue el mejor amigo de sus amigos.

 

No obstante, el respeto al público, al gran público le distinguió y siempre tuvo importante deferencia, sobre todo porque el sentenciaba:

 

«El público siempre es primero».

 

Y así fue toda su vida, yo le conocí en principio y como era obvio… como público, como admirador de su caudal de sabiduría, luego merced a su don de gente, pude ingresar al selecto grupo de amigos que le rodeábamos, entre ellos, en un lugar importante siempre estuvo ahí, junto a él… otro gran amigo mutuo: Don Julio Téllez.

 

Sí… en lo personal debo confesar a usted, lector amigo, que si el Maestro Alameda fue mi inspiración, el licenciado Téllez ha sido el Maestro.

 

Una cosa debe quedar muy en claro, con el Maestro Alameda nace y muere el género de la crónica en televisión. Sus interesantes relatos sobre lo que ocurría en el redondel, siempre eran sustentados con un juicio crítico serio e inteligente, basado en la aportación del artista, nunca rebasaba el límite del respeto indicando cómo debería torear el artista en turno. No hacía alardes de la fatua superioridad ni del uso frívolo de un lenguaje exagerado que al final nada dice porque no lleva el sustento del contenido… era diáfano.

 

Sabía estar.

 

Sí… sí, fue un gran periodista que dominó los géneros fundamentales… televisión, radio y prensa escrita; pero su inagotable sabiduría dio para más… para mucho más… para muchísimo más. Libros de auténtica erudición, no sólo del tema taurino, sino como el gran literato que fue… nacieron de su luminosa pluma… poesía, sí y mucha.

 

Quede este recuerdo perenne, por el primer centenario de su natalicio, recuerdo que ha dejado en su brillante paso por el mundo… por la Fiesta, y con los amigos que nunca le olvidaremos.

 

Sus sabias sentencias formar ya parte del acervo no sólo de la tauromaquia sino de la cotidianidad:

 

«Un paso adelante y puede morir el hombre… un paso atrás y puede morir el arte».

 

«El toreo no es graciosa huida sino apasionada entrega».

 

Por el imborrable recuerdo del INMENSO POETA DE LA CRÓNICA:

 

DON JOSÉ ALAMEDA… El Gran Pepe Alameda.