LA GENEALOGÍA DE MIGUEL DE CERVANTES 

Frecuentemente, solía repetir aquel sabio enciclopédico y cronista oficial de la ciudad que fue don José María Rey Díaz que Miguel de Cervantes fue un cordobés nacido en Alcalá de Henares por casualidad y aunque el aserto pueda parecer desmedido, la realidad es que por su vinculación con la ciudad y, sobre todo, por las muestras de identificación y afecto que le prodigó a lo largo de su vida esa afirmación no es exagerada.

Y es que como dijo el 4 de noviembre de 1922 en la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, don José de la Torre y del Cerro en el discurso de su recepción como académico numerario que versaba sobre la familia de Cervantes,  “Córdoba tuvo la gloria de haber sido patria material de sus ascendientes y espiritual de Miguel de Cervantes Saavedra”.

Su estirpe es cordobesa de pura cepa; su tatarabuelo Pedro y su bisabuelo Rodrigo eran cordobeses, al igual que sus abuelos Juan y Leonor y su padre Rodrigo, pero si con esa ascendencia no fuese bastante, se puede decir con rotundidad y los hechos lo confirmarán que Cervantes llevó a lo largo de su vida a Córdoba en el corazón.

Miguel de Cervantes provenía de una familia hidalga e ilustrada, su abuelo Juan era en 1508  abogado de los pleitos y causas de las rentas reales en Córdoba y en 1516 Alcalde mayor interino de la ciudad; también desempeñó el cargo de Alcalde mayor en Baena y Cabra para el Duque de Sesa; posteriormente sería nombrado Juez de causas del primer Duque de Osuna; también ocupó el cargo de Teniente corregidor en Toledo y Cuenca; fue Corregidor en Plasencia; después se haría cargo de la alcaldía de alzada de los estados del tercer Duque del Infantado, su jurisdicción entre otras ciudades alcanzó Guadalajara; siendo, precisamente, en esta ciudad de donde dimana el imprevisto de que Miguel de Cervantes naciera en Alcalá de Henares.

El nombramiento de Alcalde de alzada en Guadalajara, le llevó a trasladarse junto a su esposa Leonor y sus hijos Juan, Rodrigo –el padre de Miguel de Cervantes- y Maria a aquella localidad y fue precisamente, el extraordinario atractivo de esta mujer la causa indirecta de que el Príncipe de los Ingenios naciese en Alcalá.

Su mentor y valedor el Duque del Infantado, tuvo un hijo bastardo con una gitana al que apodaban “El Gitano” que sería legitimado por la Reina doña Juana, siendo nombrando arcediano de Guadalajara y Talavera. “El Gitano” de nombre don Martín de Mendoza, quedó prendado de Maria, a la que conquistaría a base de obsequios valiosísimos, otorgándole –y en esto no fue ajeno su padre don Juan de Cervantes- una especie de dote concubinaria, plasmada en una curiosa carta de obligación, por seiscientos mil maravedíes, suma enorme para entonces y que su padre sabiamente negoció en la sombra con el sano propósito de salir al paso de la posibilidad de que el arcediano se cansara de doña Maria y en tal circunstancia hubiese de cargar con ella algún espontáneo, al que habría que dorarle la píldora del previo holocausto de su doncellez en altar ajeno.

Bien sea por la habilidad de doña Maria o por la sagacidad y previsión de don Juan de Cervantes, lo cierto es que acabada la relación entre doña Maria y el arcediano, estando vencida y siendo exigible la obligación de los seiscientos mil maravedíes que aquel se negó a pagar por las buenas, se llegó al pleito y don Juan para ponerse a salvo de la jurisdicción territorial del Duque, decidió llevarse a su familia a Alcalá de Henares, a escasas cuatro leguas de Guadalajara. Tras conseguir un fallo favorable de la Chancillería de Valladolid, la familia se asentaría definitivamente en Alcalá. Este sería el motivo por el que Rodrigo, padre de Miguel, arraigaría finalmente en aquella ciudad, en la que vendría a nacer su hijo.

En los últimos años de su vida, allá por 1554,  don Juan de Cervantes volvería a Córdoba como Letrado capitular, ello depararía que fuese en nuestra ciudad el lugar donde durante los años de niñez y adolescencia su nieto se instruyese  en su etapa de colegial y a la vez sintonizase y aprendiese a amar a Córdoba.

CÓRDOBA FUE EJE EN LA VIDA DE MIGUEL DE CERVANTES. SUS HABITOS,  VIVENCIAS Y RECUERDOS LE MARCARÍAN  PARA SIEMPRE.         

Esa etapa primigenia en la vida del ser humano en la que, paulatinamente, se  va formando y enriqueciendo su personalidad con la influencia de factores externos y vínculos de afinidad o amistad, junto a experiencias atractivas y desconocidas que se acumulan y su propia ascendencia  familiar enraizada en Córdoba,  influirían de tal forma en la vida de Miguel de Cervantes que este de por vida convertiría esta ciudad en paradigma y núcleo de su existencia, de manera que ya nunca dejaría Córdoba y esta en justa correspondencia le abrazaría como uno de sus hijos más preclaros.

 La levadura cordobesa que dejaron en su alma los primeros años de su vida salpican su obra y así alude al barrio del Potro, centro de la picaresca y lugar predilecto de pillos y bribones, como lugar  donde unos fabricantes de agujas mantearon a Sancho Panza; personajes como Luís López, aquel  loco que despertaba con cantos de piedra a los perros vagabundos. Retrata en El Quijote a Luscinda y Cardenio aquellos amantes cordobeses. En La Gitanilla se recuerda a la familia de los Cárcamos de Córdoba.

A citar, igualmente, sus frases de elogio para el lucentino Luís Barahona de Soto o para Juan de Mena a quien refiere como . Decir que uno de los pocos libros que se libraron del expurgo que en la biblioteca de Don Quijote hicieron el cura y el barbero fue La Austriada  de Juan Rufo. En La Galatea dedica grandes elogios a varios poetas cordobeses entre ellos a don Luís de Góngora.

Otras muchas alusiones aparecen en la obra de Cervantes relacionadas con temas cordobeses, así al referirse a la altitud de una sima cita la de Cabra, ciudad que visitó en alguna ocasión; no existía para él jamón como el de Rute y si se trata de yeguas, menciona como las mejores las que se crían en nuestras dehesas y los mejores jinetes son  los cordobeses, alabando su agilidad y destreza.

Sorprende y halaga las numerosas citas y recuerdos que con harta frecuencia aparecen en la creación cervantina referidos a Córdoba, siendo así que son contadísimos y difusos los que prodiga a su pueblo natal y es que su obra se impregna del valor, del estoicismo y la caballerosidad de la que dio tan relevantes pruebas en su cautiverio de Argel, virtudes a las que no debieron ser ajenas su instrucción y formación cordobesa.

En 1587 fue comisionado para incautar trigo en diversas localidades de Sevilla y Córdoba por el Delegado Consejero de Hacienda de Sevilla (una especie de recaudador de contribuciones) y actuando en esa función, requisó diversas partidas de cereal en Ecija. También en La Rambla, Espejo y Castro del Río.

Fue en Ecija donde por sacar algunas partidas de grano de las fábricas de las iglesias y requisar otras de personas próximas al clero, las autoridades eclesiásticas del lugar se encresparon airadamente. Tal exacción formaría tal revuelo que el provisor del Arzobispado de Sevilla le fulminó de excomunión, de la cual sería absuelto varios meses después, aunque no sin crecidas expensas.   

También en Castro del Río tendría un serio enfrentamiento con un sacristán al que llegó a encarcelar al presentar seria oposición  al decomiso de una serie de partidas de trigo de la propiedad eclesiástica; ello trajo como consecuencia que el obispado lo excomulgase por segunda vez.  

Sería también en Castro del Río donde se le cambiaron las tornas y en la cárcel de esa localidad, sufrió prisión a causa de haber enajenado sin permiso una fanegas de trigo. ¡Por un motivo u otro, no serían buenos los recuerdos que de sus estancias en Castro del Río, conservaría don Miguel!

En estas lides, Cervantes pasó por Santaella y la tradición o legado de dicha villa, según de la Torre y del Cerro, la llevó al don Quijote de la Mancha, en su aventura con los galeotes y desarrollando ese cometido visitó, igualmente, Aguilar, Monturque y Montilla, donde también existe la creencia de que permaneció algún tiempo en prisión.

En todos estos viajes de ida y vuelta, tuvo necesariamente que pasar por Córdoba y detenerse en ella, alojándose en alguna de las posadas de la plaza del Potro y esas prolongadas estancias en nuestra ciudad le pondrían al tanto del acontecer diario de la ciudad.  

A referir un suceso que si bien ya esta completamente aclarado, durante algún tiempo dio pábulo y alimentó la creencia de que Miguel de Cervantes había nacido en Córdoba. 

A mediados de 1593 intervino en Sevilla como testigo de conocimiento en un pleito seguido por su amigo Tomás Gutiérrez, comediante y mesonero cordobés, contra la Cofradía y Hermandad del Santísimo Sacramento del Sagrario de la Santa Iglesia Mayor de la ciudad hispalense que se negaba a admitirle en su seno, teniendo por deshonrosos o bajos su ejercicio de posadero y el anterior de comediante. En el interrogatorio de preguntas formulado para la información que hubo de practicarse, se incluían entre otras estas dos:   Si Tomás era nacido en Córdoba, así como sus padres y si eran cristianos viejos, limpios de toda mala raza y no descendientes de moros ni judíos, ni de los nuevamente convertidos ni penitenciados por el Santo Oficio.

Evidentemente el peso del testimonio de Miguel de Cervantes, caso de proclamarse natural de Alcalá de Henares, hubiese sido nulo; para servir al protector y al amigo no vaciló en proclamarse, en dos ocasiones diferentes, natural de Córdoba y considerar a su amigo y a los padres de este como cristianos viejos, sabiendo a ciencia cierta que no descienden ni de moros ni de judíos y reconociéndose a si mismo como persona autorizada para testificar por ser hijo y nieto de personas próximas al Santo Oficio en Córdoba.   

Sobre la declaración de Cervantes en el referido pleito han corrido ríos de tinta, pues él en sus declaraciones oficiales siempre aparece como natural de Alcalá de Henares; sin embargo la cuestión quedó zanjada con el informe emitido por el ilustre investigador y estudioso cervantista don Francisco Rodríguez Marín quien, precisamente, hizo publico ese testimonio en el transcurso de unos Juegos Florales celebrados en el Círculo de la Amistad de Córdoba el 24 de mayo de 1915, justo el pasado año se cumplieron  los cien años de ese acontecimiento.

Sostenía tan prestigioso erudito la tesis de que la palabra natural, antaño, tenía también la acepción de la tierra o pueblo del que se es oriundo y que Cervantes no mintió cuando se asignó esa naturaleza cordobesa ni cuando se atribuyó autorización para testificar, pues cierta era su proximidad al Santo Oficio cordobés. 

Quede, pues, Alcalá de Henares, como es de justicia, en quieta y pacifica posesión de su legitimo titulo de madre del escritor incomparable que llena el mundo con su gloriosa fama; pero  sépase, también, que si el gran Cervantes fue castellano y alcalaino por el hecho fortuito y momentáneo del nacer, por toda su ascendencia, no fue sino cordobesa la sangre que regó aquel nobilísimo corazón y dio robusta vida e ideas luminosas a aquel portentoso cerebro a quien debe la cultura universal joya de tanto precio y tan justamente admirada y famosa como El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha.     

 

 

Alfonso Gómez López

Abogado, articulista y escritor
Reconocimiento
“Un Romántico del Toreo –
Rafael Sánchez “Pipo”