PARIS.-

A partir de junio de 1813 Badia y su familia fijan su residencia en Paris y este se afana en los preparativos y elaboración de la historia de sus viajes, cuya primera edición que consta de tres volúmenes lleva por titulo “Voyages d` Alí Bey el Abbassi en Afriqué et en Asie pendant les annés 1803, 1804, 1805, 1806 et 1807” que ven la luz, por primera vez, en 1814, bajo el reinado de Luis XVIII, a quien va dedicada la obra, después de haber sido aprobada su publicación por el Instituto de Francia. Además se publicó un apéndice  con el titulo Atlas des Voyages d`Alí Bay que contiene 83 laminas y 5 mapas realizados por él mismo. En 1816 apareció en Londres la versión inglesa; fue en ese mismo año en el que salió la versión estadounidense en Filadelfia y la alemana en Weimar; la edición italiana de 1816 fue republicada en 1817.

La edición española, publicada, también en tres volúmenes, en Valencia, no vio la luz hasta 1836, justo dieciocho años después de haber fallecido el autor; aunque ya desde 1833, coincidiendo con la muerte de Fernando VII, que nunca lo permitió, se empezó a reivindicar en España la figura de Domingo Badia. En esta edición junto al seudónimo Alí Bey, aparece el verdadero nombre del autor, señalándose de forma explicita que Domingo Badia y Alí Bey son la misma persona.

Domingo Badia a quien Fernando VII ni siquiera se dignó contestar a sus peticiones, encontró adecuado acomodo en territorio francés. La vida en Paris le sonreía. Fue nombrado mariscal y le fue concedida la Orden de la Flor de Lis; a su hijo Pedro lo ascienden a teniente de artillería. Su hija Asunción contrae matrimonio con el filósofo, académico e historiador francés Jean Baptiste Claude de L´isle de Sales.

También, conocemos el contenido de una carta que envía con fecha 17 de diciembre de 1814 a su cuñado José Antonio Berruezo en términos más bien optimistas; en ella refiere sus andanzas y sus éxitos sociales en la corte de Luis XVIII. En esa carta muestra especial interés en dejar claro que pasó al servicio de Napoleón por orden de Carlos IV y que en el desempeño de su empleo en Segovia y Córdoba procuró evitar toda injusticia.    

El gobierno de Luis XVIII en su proyecto de impulsar y dotar del mayor esplendor el decaído imperialismo francés ve con buenos ojos el documento que presenta Badia en octubre de 1815 al ministro de Asuntos Exteriores sobre al que acompaña una memoria sobre los servicios que con anterioridad había prestado a Francia y propone una operación similar a la que hizo en el pasado, esta vez bajo bandera francesa. Pero en el trasfondo de este viaje subyace su deseo de afianzar la situación de los suyos en un país extranjero y a cambio de una fuerte pensión para su mujer y sus hijos,  decide a acometer esta segunda expedición. Badia, de salud achacosa, es consciente de que su fin esta próximo y no quiere dejar desprotegida a su familia.  

 Estos documentos firmados por le generale Badia, ya nacionalizado francés,  presentan un plan detallado para una nueva expedición por  África que salio adelante con el apoyo de el conde Molé, ministro de Marina y de las Colonias y el conde Decazes, ministro de Policía. Así se aprobó, en primer lugar la travesía entera de África de Oriente a Occidente y, posteriormente, en tres  años llevar a cabo la peregrinación a La Meca y la travesía de África, entrando por Abisinia, pasando por Darfur, en Sudan, remontando el curso del Niger y saliendo por Senegal. Este proyecto lleva implícito y tiene por ultimo fin el dar con una ruta hasta la India desde el Mediterráneo, para de una manera u otra, entorpecer el comercio de Gran Bretaña.

SEGUNDO VIAJE DE BADIA.-

Badia sale de Paris el 6 de enero de 1818, esta vez se hace llamar Hajjí Alí Utman –el peregrino Alí, padre de Utman- en la esperanza de localizar a su hijo nacido hacía quince años. Con el nombre de Alí Utman, intentará pasar desapercibido entre los musulmanes que conocieron a Alí Bey. Desde Milán el 18 de enero envía una carta a sus hijos y otra a su esposa –su amantísima Mariquilla- y de ellas se desprende como única causa del viaje, su nobilísimo propósito de asegurar la tranquilidad económica de los suyos. Ambas cartas parecen realmente una despedida.

El 20 de marzo enviaría desde Constantinopla su última comunicación. Se sabe que pasó por Alepo y que enfermó de disentería en Damasco, cuando preparaba su segunda peregrinación a La Meca; aún así, inició el viaje dentro de una caravana de peregrinos, aunque no llegaría la ciudad santa del Islam. La muerte le alcanzó antes de cumplir su objetivo.

SU MUERTE.-   

Pero al igual que su vida, también su muerte se ve envuelta en el misterio. Corrió la especie de que murió envenenado por el pachá de Damasco en connivencia con el gobierno ingles, aunque fue algo que nunca pudo probarse.

Sin embargo Mesoneros Romano, años después, en su magnifica biografía de Alí Bey, afirma haber visto una carta del padre franciscano Vinardell en la que dice que Badia murió allí de una disentería natural y que al desnudar su cadáver para darle la ultima ablución, según el rito árabe, encontraron en su pecho una cruz, que evidenciaba su verdadera fe.

El abogado cordobés Manuel Madrid del Cacho que pronunció una documentada conferencia en el Salón de Ciento del Ayuntamiento de Barcelona el 20 de abril de 1972, bajo el titulo “Un Barcelonés Prefecto de Córdoba con José Bonaparte: Domingo Badia (Alí Bey)” cerró así su disertación.

 Murió, pues, lejos de su patria que le había negado. Ante la incomprensión de los suyos pudo decir como Escipión “el Africano”:

Ingrata patria mía,

no guardara tu suelo mis cenizas.

El Ayuntamiento constitucional de Barcelona en 1868 acordó nominar una calle del ensanche con el nombre de “Alí Bey” y el acuerdo termina diciendo textualmente:

Ya que le fue ingrato en vida,

que le sea fiel, al menos, en la muerte.

DOMINGO BADIA EN CÓRDOBA

El 5 de abril de 1810 llega a Córdoba para desempeñar el cargo de Intendente de la ciudad Domingo Badia Leblich, después de haber desempeñado ese mismo cargo en Segovia desde octubre de 1809. Más adelante, el 29 de agosto del mismo año, fue designado Prefecto, cargo en el que se refundieron las funciones de Intendente y Comisario Regio.

Aunque Domingo Badia solo ejerció el mando durante quince meses, su cese se produjo el 14 de julio de 1811, fecha en la que se despide de la municipalidad por haber sido destinado como Prefecto a Valencia, su labor en este tiempo fue tan fecunda para la ciudad que vale la pena hacer de ella un “paralipómenos”, sacándola del olvido y exaltándola como mejor expresión de gratitud hacia la persona que, de hecho, hizo pasar a Córdoba la frontera del siglo XVIII al siglo XIX.  Y no es una exageración lo que digo.

Voy a aglutinar sus actuaciones en cuatro apartados, ciñéndome a realidades concretas y dejando a un lado sus proyectos o aquellas obras previstas que no llegaron  a ejecutarse.