En la festividad del Domingo de Ramos, con sol en los tendidos se vio mayor número de espectadores que en las novilladas anteriores celebradas con frío y lluvia.

 

Los toreros de la ganadería andaluza de María del Carmen Camacho, encaste Carlos Núñez, bien presentados y descarados de cornamenta, flojearon de remos. El quinto por sus respectivas caídas retornó a los corrales. El primer sobrero de la divisa de Canas Vigoux, por el mismo motivo se lo llevaron para adentro los cabestros de Florito. En su lugar salió el otro sobrero de Mauricio Soler Escobar, que acusó genio y también se dobló de manos.

 

La corrida por estas vicisitudes resultó larga, más de dos horas y media de duración, con motivo de los avisos escuchados por largas series de muletazos que no procedían y fallo de espadas. Repetimos una vez más la conocida frase, cuando no hay nada que hacer. “Faena de aliño y media que basta”. Así se evita aburrir y enfadar a la concurrencia.

 

Víctor Puerto, que posee torería se le vieron buenos momentos con el capote. Tuvo el detalle o gesto de iniciar la faena al primero citando con un pase cambiado, que tenía aroma de tiempos pasados y muchos aficionados noveles no acertaron a distinguir. Su problema fue su desconfianza con la espada y fallo con el descabello que sumó 14 intentos y escuchó dos avisos, con repulsa de la concurrencia. En el cuarto también oyó un aviso.

 

El catalán de Moncada I Reixac (Barcelona), demostró que por aquellos pagos todavía hay toreros que saben hacer el toreo con empaque, dignidad y afición. Agradó y entusiasmó a la afición madrileña que al despachar al segundo que se dejaba hacer nada, de una estocada sin puntilla, saludó desde el tercio. Al manso que se lidió en quinto lugar, con genio que cortaba el viaje y le revolcó, lo remató de un estoconazo que hizo innecesaria la puntilla y fue premiado con petición de oreja y vuelta al ruedo.

 

El joven espada madrileño Javier Cortés atesora saber torero, con buen estilo y unas maneras de estoqueador consumado. Se admiraron y gustaron su estilo con valor sereno, empaque e inteligencia. ¡Torero Habemus!

 

El lote al que tuvo que dar replica no muy sobrado de fuerza. El tercero llegó corto de embestida a la muleta, lo remató de estocada haciendo la suerte con clasicismo, como mandan los cánones. El sexto flojeó y deslucido, no dio motivo más que para despenarlo con brevedad.

 

Y antes de terminar recordamos otra frase conocida de los aficionados del siglo XX: “Ya lo dijo Pepe Moros, en una reunión de barberos, cuando hay toreros, no hay toros, y cuando hay toros, no hay toreros”. En esta ocasión los toros que nos sirvieron, sólo tenían fachada y kilos sin más.

 

 

José Julio García

Decano de la Crítica Taurina

Escalera del Éxito 103