Joselito: Autor desconocido

Manolete: Obra de Jose Luis Cuevas

Hablar de tiempos pasados incluso para los que ya se nos han borrado hasta la huellas de los dedos de pasar hojas de almanaque, no es tarea fácil.

Estos días de “asueto obligado» ojeando mis viejos y garabateados papeles, me he tropezado con un puñado de cuartillas cuidadosamente ordenadas que he vuelto a leer. No tienen fecha, pero recuerdo que hace algún tiempo cayó en mis manos una de las revistas de toros de las más importantes de aquellos años…El Ruedo, en donde pude informarme de cómo repercutió en el ánimo de Juan Belmonte la muerte de uno de los mejores toreros que ha dado la historia del toreo: José Gómez Ortega “Gallito III».

En mis papeles escrito está:

 José Gómez Ortega Joselito “El Gallo» 

“Mil novecientos veinte, en Talavera de la Reina, muere José Gómez Ortega Joselito “El Gallo» y queda desamparado, su compañero Juan Belmonte, que ya sabemos de lo que es capaz, pero que se siente abandonado y, comprueba que la lucha, la competencia, no tiene el interés de antes, aunque, ante la nueva situación, le respeten tirios y troyanos. ¡Qué cosas! Verdad?, ahora Belmonte está solo y no quiere aprovechar la circunstancia porque está convencido de que en la pareja Juan y José se necesitaban mutuamente.

 

Y Juan viene y va como un fantasma desesperado, como si sintiera la culpabilidad absurda de que él era el destinado a morir y había sido el otro del que Corrochano decía que “era el toreo», el que había caído ante las astas del toro “Bailaor», y en una plaza de pueblo, aunque éste fuera de la importancia de Talavera.


Y qué pasaba?…pues que se desvanecía todo el hechizo de una etapa que se inscribía en los anales de la historia como la “Edad de Oro del Toreo“. Dijeron que debió de llegar la de “Plata” o la de “Platino”, cuando en realidad, y según comentarios de los críticos contemporáneos, se quedó en la de “Hojalata”; ni siquiera la de “Bronce”.

Juan Belmonte Fotografiado a los 34 años (en 1926)

Sin embargo, el listado de los nuevos toreros es algo impresionante: Juan Luís de la Rosa, Manuel Jiménez “Chicuelo”, Manolo Granero, Victoriano Valencia, los hermanos ⁹Nacional, Antonio Márquez, Marcial Lalanda, Nicanor Villalta, “Gitanillo” (el de Ricla, que fue el primero en utilizar el diminutivo aunque no fuera gitano), Luís Fuentes Bejarano, Manuel Báez “Litri», “El Niño de la Palma», Félix Rodríguez, Francisco Vega de los Reyes, “Gitanillo de Triana I” o “Curro Puya», Vicente Barrera, Armillita y Manolo Bienvenida (el mayor de los hermanos).

Poco se puede decir de la mayoría de ellos porque fueron estrellas fugaces, unos por falta de espíritu y otros por mala suerte en el desarrollo de su profesión o de su propia vida. Granero, “Litri», y “Curro Puya» murieron por asta de toro, Juan Luís de la Rosa y Victoriano Roger Serrano Valencia II por culpa de la guerra civil, Félix Rodríguez, muy joven a causa de una traidora enfermedad y Manolo Bienvenida por otra enfermedad de distinto signo, pero también mortal. El caso de Juan Anlló “Nacional II» fue especial puesto que murió en Soria como consecuencias de un botellazo que le dio un espectador en una discusión y por defender desde el tendido a su compañero Emilio Méndez que actuaba aquella tarde. Fue, en realidad, una generación maldita, en la que también se dieron los desastres económicos y los abandonos sin compasión. Por entonces se popularizó el dicho de que a la “puta y al torero a la vejez os espero». Mientras estaban en los “felices años 20” todo iba bien y cualquier exageración de los propios protagonistas o de sus acompañantes estaba bien vista -el regar el suelo con champán y fregarlo con el mantón de Manila de la querida, el entrar a caballo en el café o encender un habano con un billete de mil pesetas, pagar con un solitario el servicio de un limpiabotas o llevar un automóvil con chófer negro- todo era euforia y juerga incontenida de varios días seguidos. Los hubo, no obstante, ordenados y buenos administradores y hasta padres de familia numerosa, pero se pueden contar con los dedos de una mano y puede que sobre alguno.

Fueron tiempos que se conocieron como decíamos, los “felices años 20″ cuando en realidad, en España, se les podía considerar más bien desgraciados, desgracias que comenzaron con el famoso desastre del Anual de Marruecos con las consecuencias de inestabilidad política que supuso el que durante los años 1919, 1920 y 1921 se sucedieran siete gobiernos presididos por Romanones, Maura, Sánchez Tosca, Allendesalazar, Dato, otra vez Allendesalazar y nuevamente Antonio Maura. Se recrudece las aspiraciones regionalistas de los catalanes, aumentan los atentados sindicalistas y se intenta encauzar el gobierno de la Nación a través de la acción de Juntas de Defensa militares, lo que acabará en la Dictadura de Primo de Rivera.


Eduardo Dato fue asesinado cuando paseaba en su coche presidencial por la calle Alcalá en marzo de 1921. Antes, el 16 de mayo de 1920, murió «Joselito». También se fueron: Benito Pérez Galdós, la emperatriz Eugenia de Montijo, viuda de Napoleón III, que falleció en el palacio de Liria de los duques de Alba, lo que puede que explique lo de la diadema que llevaba puesta Eugenia Martínez de Irujo en la boda con Francisco Rivera Ordóñez, el periodista y gran crítico taurino Mariano de Cavia “Sobaquillo», y la famosa escritora Emilia Pardo Bazán.

El 4 de abril del 1920 tomó la alternativa Ignacio Sánchez Mejías, al que también podemos considerar como torero de los años 20 y con trágico final, con lo que acrecienta que ésta brillante generación torera tuvo tras de sí un negro designio. En junio de 1923 también fue asesinado en su coche, el cardenal Soldevilla, arzobispo de Zaragoza. Juan de la Cierva hizo su primer vuelo con su autogiro y se recuperaron las planchas de la “Tauromaquia» que el hijo de Goya había vendido y que estaban en París. Y más noticias buenas a Jacinto Benavente le concedieron el Premio Nobel. Alfonso XIII recorrió “Las Hurdes» con el doctor Marañón y unos insensatos asaltaron el tren expreso de Andalucía a cambio de unas cuantas muertes y el botín de 25 mil pesetas. Se presentó Miguel Fleta en el Teatro Real y se inauguró la plaza de toros de Pamplona.

En 1924 inauguración del metro de Barcelona y en 1925 el vuelo del hidroavión “Plus Ultra» entre Palos de Moguer y Buenos Aires, más el desembarco de Alhucemas que venía a recomponer un poco la guerra con Marruecos. En 1926, el estreno del teléfono automático entre Madrid y varias poblaciones y la victoria de Paulino Uzcudum en el campeonato de Europa de Boxeo de los pesos pesados. Murió el arquitecto Gaudí atropellado por un tranvía y, de muerte natural los políticos Antonio Maura y Pablo Iglesias. En 1928 se incendió el teatro “Novedades» con un centenar de muertos y el 24 de enero de ese mismo año Diego Mazquiarán “Fortuna» mató un toro en la Gran Vía madrileña de una estocada y un descabello. Resultó herido de poca importancia el policía David del Campo que se acercó demasiado cuando el torero consumaba el descabello. El hecho dicen que fue casual y que le valió a “Fortuna» una recuperación de su fama y la Medalla de la Beneficencia.

En ese ambiente se movieron los toreros que se analizan a continuación y que representan la flor y nata de esa década, a pesar de los pesares, maravillosa. Y es de mi desaparecido amigo Benjamín Bentura Remacha, que merece todo mi crédito, del que me sirvo para describir taurinamente a algunos de los más destacados protagonistas.

 JUAN LUÍS DE LA ROSA, 

Tomó la alternativa en la plaza Monumental de Sevilla que construyera “Joselito» para hacerle la competencia a la Maestranza, y de manos del propio José Gómez Ortega media hora antes de que 8en el coso del Baratillo, se doctorara Manuel Jiménez “Chicuelo” de manos de Juan Belmonte.

Juan Luís de la Rosa había nacido en Jerez de la Frontera y aunque tuvo éxitos importantes en España, fue un genio frustrado. Pronto marchó a América porque el toro de aquellas tierras le afectaba menos a su maltrecho corazón. En 1936 regresó a España y actuó tres tardes en Barcelona, la última el 6 de septiembre. A los pocos días fue fusilado por las facciones republicanas sin que se tengan noticias de lo que motivó tan lamentable hecho. “Torero notable con capote y muleta, mal estoqueador y sin afición. Esa falta de afición y su inclinación a las juergas le apartaron del camino que por sus virtudes toreras debió seguir”. “Juan Luís de la Rosa, torero admirable con capote y muleta, especialmente con ésta, llegó a la verdadera cumbre de la perfección. Su pase natural puede quedar como canón de tal suerte, del mismo modo que la verónica de “Curro Puya» debe considerarse como modelo de lance. Esto lo decía don Ramón de la Cadena, “Don Indalecio” en la crítica.

 

 MANUEL JIMÉNEZ “CHICUELO» 

Dejó más huella que Juan Luís de la Rosa y hasta fue considerado por “Pepe Alameda» como uno de “los arquitectos del toreo moderno” por muchas cosas y, sobre todo, por su enorme faena al toro “Corchaito» de Graciliano Pérez Tabernero en 1928 en la plaza de Madrid. Este artista tan sublime como desigual, “de baja estatura y brazos cortos, manejó los engaños con una gracia y un sabor insuperables». Contrajo matrimonio con la famosa artista Dolores Castro “La Cordobesita» (que lo dejó todo para dedicarse a su marido e hijos) en la iglesia de Los Dolores de Córdoba, el 10 de noviembre de 1927.

 

 MANUEL GRANERO Y VALLS 

Era la esperanza cuando a “Joselito» le mató el toro “Bailaor». Había sido becerrista de impacto, ilusionó a la afición como novillero y tenía la misión de sustituir a José Gómez Ortega ese mismo año de 1920 cuando el 28 de septiembre le entregó los trastos de matar Rafael “El Gallo» en Sevilla, en la Feria de San Miguel. Sus virtudes las confirmó en la siguiente temporada 1921 y, al comienzo del año 1922, el 27 de mayo día en que confirmaba su alternativa Marcial Lalanda y en presencia del diestro gaditano Juan Luís de la Rosa, el toro “Pocapena», de Veragua, lo lanzó bajo el estribo de la barrera y le metió el astifino pitón por el ojo. El peón “Blanquito” se llevo las manos a la cara para taparse los ojos y no ver directamente aquella tragedia. Fue una de las cogidas más estremecedoras de la historia del toreo, y un instantáneo y demoledor trallazo en las esperanzas de los buenos aficionados.

 MARCIAL LALANDA DEL PINO,

 

Testigo de la tragedia desde la misma arena fue el madrileño MARCIAL LALANDA DEL PINO, que, al final tuvo que ejercer de joven maestro hasta los muchos detractores que no le aguantaban su difícil facilidad y la continuidad en el esfuerzo en contra de los otros toreros más explosivos y brillantes en los días de triunfo pero que entregaban su dignidad en tardes aciagas o de mala suerte. Habían pasado diez temporadas desde su alternativa, también en Sevilla un 28 de septiembre de 1921, también Juan Belmonte de padrino cuando en la temporada 1930 contrae matrimonio con Emilia Mejías, madrileña, menuda, morena y tiple de zarzuela. Marcial tenía 27 años y llevaba nueve años de matador de toros cuando se embarca para las Américas. En la Habana coincide con Pastora Imperio y en México torea seis corridas, en el Distrito Federal y cinco en los demás estados. Marcial Lalanda de la escuela de “Joselito», inteligente y con recursos, cerebral y dominador fue primera figura desde que tomó la alternativa hasta que se retiró veintiún años después. Murió el 24 de octubre de 1990, a los 87 años de edad y fue enterrado en la Sacramental de San Lorenzo.

 NICANOR VILLALTA 

Fue un torero aragonés que triunfó en esto de los toros a base de tesón y lucha continua contra su desgarbada figura y las maneras toscas de manejar los engaños. Pero… amigo mío, a la hora de ejecutar la estocada no había quien le ganara la pelea. Así pudo ser el torero que más orejas cortó en la plaza de Madrid, récord que todavía no ha superado nadie. Pero Nicanor no fue afortunado. Se casó poco antes de comenzar la guerra civil y en diciembre de 1936, en plena contienda, le nace un hijo. El parto resultó un aventura que se resuelve favorablemente gracias a la ayuda del médico Luís Yunta, padrino del chico en lo que se llamaba “aguas de socorro» porque por entonces no se podía pensar en bautismo eclesiástico. Luego, al cabo de los años, a Nicanor Luís le bautizaron en el templo del Pilar de Zaragoza con la presencia del citado doctor Yunta. Pero su vida corre peligro le persiguen los milicianos. Su esposa Josefina Juberías con carrera de Comercio, experta en taquigrafía mecánica, traductora de francés, fue empleada del Ministerio de Gobernación de la República y conocía al ministro con el que se pone en contacto al enterarse que a Nicanor lo habían llevado a las Checas de Fuencarral. De allí lo trasladan a la embajada de Estados Unidos y luego a Rumanía para, al final, refugiarse en la casa precintada de un diplomático destinado en Londres, hasta que acabó la contienda. Vendió sus fincas para poder subsistir. Tenía la plaza de toros de Toledo y la perdió, un taxi y tampoco pudo vivir de ello, hasta el punto de tener que acudir a la ayuda de sus compañeros con un festival que llegó a celebrarse en Madrid con éxito rotundo y otro no menos brillante celebrado en Zaragoza. No todo fueron imprevistos y malas administraciones. Su esposa no pudo aguantar más, se resintió su salud mental. Su hijo enfermó de riñón y con una lesión de cadera acabaron con el sueño de verlo vestido de torero. En la familia Villalta hubo mucho de mala suerte y circunstancias muy adversas: la guerra, la enfermedad de su esposa y la de su hijo rompieron la vida de un hombre cabal.

VICTORIANO ROGER “VALENCIA» 

Fue persona de gran temperamento y suscitada los sentimientos más encontrados, con él o contra él. Decían que le parecía a “Frascuelo» en ese su desafío a todo el que ponía en solfa su valor. Dedicó ocho años de su vida en ser monosabio de la plaza de toros de Madrid para familiarizarse con el oficio taurino, antes de llegar a ser el segundo matador de toros de la saga de los “Valencias». Manolo Granero le cedió el toro “Cigarrito», de Narciso Darnuade, el 17 de septiembre de 1921.

Hombre arrogante, buena persona excelente amigo, cariñoso, modesto con el que no fuera en detrimento de su personalidad artística. Estas cualidades tan apreciables hacen olvidar su vida, un poco turbulenta por alegre. De esa época son sus amores con “La Caoba» -le llamaban “La Caoba” por su pelo colorao- (fandango de los años cincuenta en la voz del malagueño Antonio Molina), que era la querida del general Sanjurjo. Se cruzó el matador de toros Antonio Posadas y Victoriano le invita a que se fuera de Madrid si no quería tener un disgusto y eso que había sido padrino suyo de confirmación.

Una cuestión de índole privado con un chófer de un taxi tuvo tal reacción por parte de los compañeros de éste que, en aquella temporada, cada vez que Victoriano toreaba en Madrid los taxistas se declaraban en huelga durante las horas que duraban las corridas.

Sin embargo el publico estaba de parte del torero y recordaba que en octubre de 1928 había actuando gratis a favor de las víctimas del incendio del teatro “Novedades». Y llegó un momento en que los propios taxistas que habían ido a la plaza con bocinas a perturbar el desarrollo de la corrida, se pusieron de parte de Victoriano y lo sacaron a hombros de la plaza. Pero el rencor se trasladó a los trágicos días del 36 y el 18 de diciembre Victoriano Valencia murió vilmente asesinado en la carretera de Hortaleza (Madrid).

 

 BRAULIO LAUSÍN “GITANILLO DE RICLA» 

Fue una de las figuras del toreo más destacadas de los años veinte. Nació en el municipio aragonés de Ricla, el 20 de enero del 1898 y se vistió de luces por primera vez en una nocturna en la plaza de Zaragoza donde dio su primer aldabonazo. La alternativa en Santander en 1922. El 16 de mayo de 1926 obtuvo su mayor triunfo en la plaza de toros de Madrid al cortar los máximos trofeos siendo aclamado por la cátedra madrileña.

 

 FELIX RODRÍGUEZ Y RUIZ “

Como torero tuvo un conocimiento extenso del oficio, una intuición extraordinaria, una afición grande y un mayor deseo de triunfar, y al asimilar lo mejor de aquellos toreros que eran más de su gusto, supo dar a cuanto ejecutaba el sello personal de un estilo propio en el que el valor, la alegría y la gracia se unían estrechamente». Fue un gran tipo. Guapo, bien plantado, imponente, santanderino de nacimiento y valenciano de adopción, desde sus primeros pasos como novillero mostró unas cualidades fabulosas para ser torero pero la misma pasión que  ponía en el ejercicio de su profesión torera lo aplicaba a la juerga, a la diversión, sin poner freno a ninguna de sus pasiones. Fueron las temporadas 1927, 1928, y 1929 la cumbre máxima de su carrera. Félix Rodríguez se casó con la cantante María Hueso Martínez, conocida en el mundo de la canción como “María Antinea», con la que tuvo un hijo. A partir de aquel feliz momento todo fue una carrera desafortunada hacia la ceguera y la inmovilidad. Pronto le empezaron a fallar las fuerzas y tuvo que dejar de vestirse de luces para reponer su quebrada salud, hasta que murió en una casita de la Ciudad Lineal el 21 de enero del año 1943, ciego y paralítico con apenas 37 años de edad. Otro triste final de un torero de estos “felices años veinte».

 CAYETANO ORDOÑEZ AGUILERA “NIÑO DE LA PALMA “

Lucía un arte de firme y serena expresión, propio de un temperamento libre de toda influencia, suelto de todo perjuicio de escuela, limpio de amaneramientos y ficciones, un arte personalísimo que le dio un gran relieve; pero fueron tales sus abandonos, tanta su negligencia, que no solo perdió el alto puesto donde el público le colocó, sino que descendió hasta llegar a torear como subalterno.

 

 JOAQUÍN RODRÍGUEZ ORTEGA “CAGANCHO». 

Su gracia, su majestuoso porte, su quietud y temple…cuando se confiaba, eran admirables, de una belleza plástica que no había más que pedir; más para que luciera estas prendas necesitaba el toro ideal que le permitiera confiarse, porque de lo contrario daba lamentables espectáculos, tan es así que vio ir varios toros al corral”. Todo era contradicciones en el famoso torero gitano: había un crítico de la época que se negaba citarlo por su sobrenombre “Cagancho», porque decía que no le interesaba la manera de defecar de tan estrafalario diestro. Lo decía por ignorancia ya que el apodo le venía porque trabajó de aprendiz de herrero con un pariente suyo en Triana que solía hacer el trabajo propio de una fragua: rejas, cancelas, barandas y tambien hacían ganchos para las romanas y otros menesteres. Cada vez que le preguntaban por el precio de ellos respondía: “Cá gancho… dos reales». Desde entonces empezaron a llamarle por ese apodo. El caso es que “el gitano de los ojos verdes» era un hombre de gran personalidad, de un atractivo sobre las mujeres irresistible y una genial interpretación de la vida que le llevaba a ser admirado por todos, incluidos intelectuales y políticos.

Tambien tuvo muchos detractores, pero eso no era malo. Los tuvieron igualmente: Rafael “El Gallo»“Chicuelo», Pepe Luís Vázquez, Curro Romero o Rafael de Paula. En el fondo “Cagancho» fue un gran torero con capote, muleta y espada, pero, al pobre, se le aflojaba el corazón y ya no daba pie con bola. Sin embargo quedan por ahí, documentos gráficos que demuestran el arte y el buen hacer de Joaquín Rodríguez Ortega.

“Cagancho» también tenía antecedentes flamencos por el apellido Ortega, como los “Gallo» y los “Caracol», parientes entre sí, abuelo y bisabuelo, y él mismo pasaba por ser un excepcional bailaor por bulerías. Le podían los mejores rituales gitanos y se pregonan sus idilios amorosos con artistas como Custodia Romero “La Venus de Bronce», gitana y bailaora, o su fuga con una tiple del Teatro Romea casada con un músico de la orquesta. Sus aventuras se contaban por decenas a este y al otro lado del Atlántico puesto que, como otros toreros de la época pasó grandes temporadas en los cosos de América, sobre todo en México, donde se le consideraba, y aún se le considera, como una de las grandes figuras de todas las épocas junto a “Manolete» y Paco Camino. Ese es el trío de españoles en México. Y allí se fue a vivir los últimos años de su vida hasta que murió de un cáncer de pulmón, el día 1 de enero de 1984.

 

 RAFAEL VEGA DE LOS REYES “GITANILLO DE TRIANA I» o “CURRO PUYA» 

Para distinguirlo de su hermano Rafael, también gitano, igualmente muy buen torero y excepcional con el capote, también de Sevilla, nacido en Triana, y malogrado prematuramente. “El trajo el toreo de manos bajas las verónicas de “los cinco minutos de silencio» que provocaban una emoción artística de primer grado. Además aún siendo «calorró», no tuvo los desmayos en brazos del miedo tan propios en los toreros de su raza, y como con la muleta también tuvo destacada personalidad, es lógico que sumara muchos admiradores.

Tomó la alternativa en el Puerto de Santa María el 28 de agosto de 1927, de manos de Rafael “El Gallo», en presencia de Juan Belmonte, pero des-afortunadamente, el mejor intérprete de la verónica duró bien poco. En 1929 un accidente de automóvil le produjo graves lesiones y una reducción de temporada, para el 31 de mayo de 1931, en Madrid, al resultar herido en una corrida en la que actuaba junto a “Chicuelo» y Marcial Lalanda con toros de Graciliano Pérez Tabernero. El toro “Fandanguero» lidiado en tercer lugar, le hirió por tres veces, y aunque superviviente bastantes días,⁰ a los dos meses y medio falleció. Era el día 14 de agosto. En fin, Francisco Vega de los Reyes fue un hombre tímido y egocéntrico, no dado a las grandes manifestaciones. Un buen torero que no tuvo tiempo para mostrar sus virtudes. No había cumplido los 27 años cuando murió.

Se puede decir que estos años veinte componen una década prodigiosa en lo que a toreros se refiere, aunque muchos la consideren como de transición. Por otro lado no se cree que haya sido suficientemente estudiada para dar medida de su valor artístico y para desentrañar sus secretos humanos, la raíz de tanto esplendor y de tanta tragedia y miseria. Puede que el pecado esté en esa su propia grandeza.

Antonio Rodríguez Salido

Compositor y letrista

Escalera del Éxito 176

 

 

Jose Luis Cuevas 

Montaje y Editor

 

 Escalera del Éxito 252