Manifiesto por la defensa de la tauromaquia

 

Los aquí firmantes, seres pensantes, en ejercicio de los derechos que nos asisten, manifestamos que:

 

1.       La tauromaquia es una manifestación cultural de los pueblos de la península ibérica y de algunos países latinoamericanos que heredaron esta práctica en procesos de transculturación a través de la historia. Surgió de la adoración del toro bravo como especie que representa la belleza física, la bravura y la capacidad de reproducción. Se fue materializando como arte popular a través de la evolución de prácticas y ritos espontáneos que pretendían transmitir esos valores a los hombres; de juegos lúdicos que se ejecutaban espontáneamente para demostrar su valor y experimentar sensaciones de riesgo; y por la necesidad de los caballeros feudales de aprovechar la condición de acometer del bos taurus, para emprender ejercicios de preparación para la defensa del territorio y de los hombres a su cargo.

 

2.       Entendemos por cultura como el proceso en el que los individuos construyen, comparten y transforman sus sentidos. Sentido es el conjunto de representaciones, símbolos, arquetipos, conceptos y significados construidos históricamente: Todo aquello a lo que el ser humano dota de sentido durante su existencia. A través de este proceso se construyen los conceptos de identidad, diversidad y, por ende, de la convivencia.

 

3.       Como lo expresara el filósofo y pensador José Ortega y Gasset, no se puede entender la historia de España sin tener en cuenta la fiesta de los toros. Por ende, también la de una parte de nuestra historia. La tauromaquia representa la evolución social de España, desde su estructura feudal, con una fiesta protagonizada en principio por caballeros aristócratas, pasando por la revolución industrial, con un nuevo protagonista, el torero de a pie, de extracción popular, una proyección del proletariado, hasta su consolidación como espectáculo de masas gracias a la invención del ferrocarril y el advenimiento de los medios de información.

 

4.       Es un arte porque cumple las tres condiciones fundamentales para poseer dicha categoría: Su fin es producir una emoción estética; como tal, está en perpetua evolución; y como todo arte, se ejecuta para un público.

 

5.       Su existencia permite, además, la conservación de patrimonios culturales tales como espacios arquitectónicos (las plazas de toros), vestuarios y adornos del siglo 17, una gran variedad de ritmos y piezas musicales que inspira, términos que  enriquecen la lengua castellana y un amplio inventario de obras plásticas de los más renombrados artistas, que han visto en la tauromaquia un espectáculo sensible y digno de ser representado.

 

6.       Económicamente representa la generación de riqueza, el pago de impuestos y la inversión de capitales, muchos de los cuales se dirigen a obras solidarias de un gran impacto social. Además, ofrece empleo a centenares de personas que pueden acceder, gracias a la existencia de la fiesta, a un ingreso y a una oportunidad laboral digna.

 

7.       Los adultos que son profesionales de esta actividad y los jóvenes que aspiran a serlo, encuentran en la tauromaquia un espacio de expresión y de realización artística y profesional. Siempre que respeten las leyes y el orden, los proyectos de realización personal son un derecho fundamental e inalienable. Todos ellos, sin excepción, son ciudadanos que se insertan pacífica y constructivamente en la sociedad.

 

8.        Ecológicamente, contrario a lo que sus contradictores argumentan, la tauromaquia posibilita la conservación de una especie que fue extinguida en el resto del mundo. Un animal que acomete era un estorbo para la productividad económica, a menos de que se le castrara, lo que, de entrada, es la negación misma de este animal. Además de que se cría en exigentes condiciones  fitosanitarias y alimenticias, es la especie de la que se tienen los más completos registros genéticos del mundo, superiores a los equinos. Gracias a la tauromaquia, se conserva una gran cantidad de encastes y ramas que constituyen un gran capital  de biogenética animal.

 

9.       Estudios de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, demuestran que el umbral de dolor del toro bravo es muy alto. Este animal libera durante la lidia grandes cantidades de betaendorfinas, con un alto efecto analgésico que bloquea en grandes proporciones el dolor. Además, el toro libera menos cantidad de cortisol durante la lidia, es decir, su nivel de estrés es más bajo que en otras circunstancias como el festejo de recortes, donde no se le somete a castigo algunos, o a actividades que parecerían rutinarias como el transporte en camiones u otro medio tecnológico.

 

10.    La abolición de este tipo de manifestaciones tiene como consecuencia la homogenización y estandarización de prácticas culturales, cada vez más promovida por tendencias hegemónicas y de libre mercado.

 

11.    La fiesta brava es un acto democrático. Lo rige un reglamento, genera diversas opiniones y permite la calificación colectiva. Como tal, reproduce en su dinámica los conceptos legislativos, ejecutivos y judiciales, soportes de las sociedades occidentales.

 

12.    Las expresiones culturales no surgen por decreto, simplemente existen o no. Colombia es un país pluricultural y diverso. Su abolición no sólo atentaría contra esa diversidad, sino que es, a todas luces, un gesto antidemocrático, resultado de la imposición de conceptos del bien y del mal, que viola todos los derechos a la libertad de expresión y al libre desarrollo de la personalidad.

 

13.    La democracia se soporta en el respeto a la diferencia y a la ley. La tauromaquia es una actividad reconocida por la constitución colombiana. Los gobernantes, las autoridades y los servidores públicos deberán promoverla y protegerla, al igual que al resto de manifestaciones que hacen parte del patrimonio cultural inmaterial de la Nación.

 

 

Por todo lo anterior, quienes gustamos de la tauromaquia, tenemos derecho a cultivar nuestros gustos y aficiones. La libertad se basa en el derecho a la diferencia. Así como debemos respetar la libertad y los derechos fundamentales de quienes no comparten nuestro gusto, tenemos derecho al mismo gesto de reciprocidad.

 

Los taurinos tenemos derecho a hacer valer todos nuestros derechos. Todo derecho supone un deber, como lo plantea el filósofo Fernando Savater. Los taurinos entonces también tenemos el deber de asumir la defensa de aquello que queremos. Hacerlo exige decisión y organización. La fiesta es actualmente atacada con diversas campañas de desprestigio, a veces desde los argumentos, muchos otras veces con ausencia de ellos. Su defensa debe tener una respuesta inmediata. El silencio es cómplice y cede espacio a la duda y a la desinformación. La defensa de un derecho, exige ante todo el pronunciamiento oportuno y con argumentos. Eso requiere a su vez organización y compromiso. También el acuerdo y la implementación de estrategias que la hagan efectiva: pedagógicas, comunicativas, legislativas, de promoción y de participación. No sólo para exponer argumentos sino también para construirlos. La defensa de los valores exige también su consolidación. Esto es, la construcción de una fiesta que, a su vez, cumpla las normas y respete los derechos de la afición y el cabal cumplimiento de sus expectativas. Esto se logra con la organización de festejos que se ajusten, sin excepción, al respeto al toro como eje central de la fiesta, a los artistas y sus derechos fundamentales, y al público con el estricto cumplimiento del reglamento nacional.

 

La permanencia en el tiempo pasa por el fomento de nuevos aficionados. Este compromiso exige además el diseño de planes y proyectos que difundan los valores de la tauromaquia entre la niñez y la juventud. Esto se logra con la implementación de programas pedagógicos y de promoción, y con el apoyo a las nuevas generaciones de toreros y artistas, quienes representarán en el futuro dichos valores.

 

La defensa de la fiesta no debe ser un simple ejercicio retórico, va más allá de los simples pronunciamientos colectivos. Exige ante todo un compromiso. Los aquí firmantes, asumimos a fondo esta responsabilidad. Acogemos y apoyamos La Plataforma Taurina de Colombia, que hoy nace, nos comprometemos con trabajar para el logro de sus propósitos e invitamos a la integración de todos los estamentos de la fiesta en Colombia en torno a ella. Esperamos que las entidades taurinas comprometidas con este Manifiesto coordinen su acción a partir de este momento en beneficio de esta Fiesta que tanto amamos.

 

 

 

 

 

 

Firmado en Medellín, Colombia, a los 12 días del mes de julio del 2008.