Informa desde México. José Antonio Luna Alarcón. Profesor Cultura y Arte Taurino. UPAEP

Entrados en el camino de la alevosía, aquí le vamos al trapo como un victorino bueno a la muleta de El Cid. Ya se sabe, si los bovinos de lidia pudieran hacerlo, tendrían que preocuparse más de los taurinos que de los antis, porque la gente del toro, en su afán de saquear la fiesta, les hace más daño, que los otros cuando se desnudan, se untan salsa de tomate y antes de irse a zampar unos filetes, se ponen a gritar consignas pro defensa de la vida de los toros, que en realidad, son un acelerador hacia la desaparición de la especie.

De lo que les quiero hablar, es de enmendar la ruta.  Del camino que conduce a la suerte de varas como el aspecto crucial del futuro de la fiesta de los toros. En la actualidad, existen dos vertientes para llevarla a cabo. La pica de los camotes taurinos que son suaves y débiles, -tan del gusto de los diestros españoles que vienen a ser la América plan todo incluido-  debe hacerse apenas arañando la piel del cornúpeta una sola vez y a otra cosa muchachos. Con ello, se da al traste con la parte más recia de la lidia, la lanzada, y con la más vistosa de este tercio, es decir, la de los quites.

Por otro lado, están los puyazos que se les pegan a los toros bravos con edad y cuajo. En ese caso, el picador piensa que en lugar de a caballo va en un tanque y que en vez de una puya, tiene en la mano una ametralladora pesada Browning, y se ensaña brutalmente en contra del toro. Le pega tan fuerte, que tras ser separado del peto, el animal se queda parado y con un rebozo de sangre que encharca el suelo bajo las pezuñas. Adiós, a cualquier ilusión.

Si queremos que la anacrónica tauromaquia se salve, los aficionados a las corridas debemos entender que el eje central de la lidia es el tercio de varas y hay que defenderlo contra todo y contra todos, en especial -me da risa acompañada de un cólico intestinal- de los toreros.

Escribo sobre este punto por dos razones. La primera es que mi amigo Arturo Carvajal, me ha enviado la dirección electrónica de un video en el que se muestra una puya modificada que daña menos a los toros. La segunda es que mañana voy a Santa Ana Chiautempan, en el estado de Tlaxcala, a ver una señora corrida de toros de la ganadería de Tenexac, que son bravos y fuertes y que según la experiencia, serán aminorados de manera brutal en la suerte de varas.

El video es una grabación del programa Tendido Cero, en el que los comentaristas Belén Plaza y Federico Arnás, nos hablan de un puya creada por el matador de toros valenciano, Manolo Sales, que ha inventado cosas de gran utilidad para la lidia contemporánea, ejemplo, las banderillas retráctiles que se pliegan y evitan accidentes de gravedad como sucedía antes, cuando las jaras quedaban enhiestas. Por cierto, hace años, una banderilla en ese estado se le clavó en el cuello al matador Miguel Espinoza Armillita.

Ahora, el coleta-inventor ha ideado una puya que de ser aprobada, mejorará radicalmente el tercio de varas. El artilugio facilita la rectificación cuando el picador prende al toro en mal sitio, además de que, al no tener el tope después de la almendra, evita un castigo excesivo, no confundir con la cruceta que sí conserva. Por otra parte, Sales ha indicado que esta nueva puya ahorma la cabeza de los toros, con lo que se obtienen embestidas por lo bajo, es decir, de mejor calidad.

Todo está en que los intereses alevosos de los protagonistas actuales accedan a un tercio de varas más emocionante y con la bizarría de antaño, con una puya que mermará lo justo los ímpetus del toro. Claro que para ello, habrá que tener los arrestos para aguantar un animal con mejor movilidad y con más posibilidades de herir al diestro.

Qué leal y cuanta carga de toreo verdad sería eso. Pero, no se hagan muchas ilusiones y más bien, échenle huevos. El invento, de demostrar su funcionalidad, será aprobado en España. Aquí en México, seguiremos con la leona que para eso este país es singular y polimorfo, donde toda trampa y corruptela tienen su asiento y su paraíso, y donde lo chueco crece como lechugas en invernadero. No, si el problema no son los antis, el problema son los pro. Uno no sabe si reír o llorar a moco tendido.