Informa desde México. José Antonio Luna Alarcón. Profesor Cultura y Arte Taurino. UPAEP

Los toros que José Tomás matará el día de Corpus en Granada serán de esos que sustentan su comportamiento en la nobleza exagerada. Las ganaderías que tienen el billete del premio mayor son: Núñez del Cuvillo, El Pilar, Garcigrande y Domingo Hernández. Encaste Domecq, suavidad obliga, hechuras muy bellas, nobles como marqueses y con la fiereza ausente. Sin embargo, será una gran tarde.

Para la corrida más importante de la temporada española, el cartel es extraño, como extraño es el genio de Galapagar. El rejoneador Sergio Galán lidiará dos toros y cuatro, José Tomás. Cada vez que el místico se anuncia, empieza todo un proceso fenomenal. Cosas como las que enumero: la ganadería en la que se dará el retiro tomasino, encierro de preparación exhaustiva, permanecerá a puerta cerrada, piedra y lodo obstruyendo el paso a los intrusos. Silencio en torno, ahí, no entrarán ni las golondrinas. La empresa elegida, probablemente, no ganará tanto dinero como sí, fama y prestigio. Las redes sociales cada día irán más cargadas de comentarios, expectativas, augurios y venta de bolígrafos carísimos acompañados, ¡ofertón!, de unas entradas a la plaza de Granada el veintidós de junio. El mundo del toreo de cabeza. Para esta ocasión, los matadores de a pie no tuvieron oportunidad de compartir el escaparate más distinguido de la temporada. El príncipe matará cuatro toros y verlo será un privilegio. Los aficionados ya sueñan con un boleto por el que estarán dispuestos a darse de cuchilladas.

José Tomás es una verdadera figura del toreo ante la que los primeros del escalafón se ponen de pie y se quitan el sombrero. Merecidísmo puesto de honor. A la feria del Corpus de Granada también van Morante, El Juli, El Fandi y algunos jóvenes, pero todos están a distancia cósmica. Parafraseo a Guerrita: primero José Tomás, después naiden y después de naiden, el que ustedes quieran. Y si como sostienen algunos de los que llegan al mundo del toreo en clase turista, que todos los toreros merecen admiración y respeto, el madrileño es insignia y guía, luz de luna llena que apaga en olvido a las estrellas.

El místico de Galapagar vale toda la expectación generada. Lo que digan, pero esa tarde será de lujo. Habrá secretos que no serán develados hasta que el diestro baje a la recepción del hotel. Patio de cuadrillas de silencio y recogimiento tibetano. Lejanías en la mirada y en la abstracción. Luego, el toreo más hondo y doloroso del mundo. Cruzarse con el toro, cargar la suerte, ligar en tandas armoniosas, solemnidades de misa mayor en el terreno del fuego y el toreo luminoso resurgiendo de las tinieblas. Porque el toreo de José Tomás lastima, desfonda, colma el corazón de nostalgia y a la vez, de alegría. Lo supo el filósofo Henri Bergson como si lo hubiera visto actuar: “el rasgo distintivo del arte es que produce choque”. Por eso, cuando José Tomás levita en la arena uno entiende que la esencia de la faena verdadera es la profundidad, la jondura negra del sentimiento exaltado y no la experiencia estética que suma, pero que no es lo más importante.

Torero mítico, fenomenología del arte, obra sublime, sugestión de rito pagano, revelación y encontronazo, síndrome de Stendhal, el escritor viajero tan sensible que afirmó: “Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo de caerme.” Igual que yo cuando veo torear a José Tomás.