Otra de estas y hago cisco los empastes. ¡Qué coraje!. Dicen algunos que a los toreros hay que respetarlos por el simple hecho de que se juegan la vida, pero qué hacer después de semejante atraco. Los asaltantes de bancos, igual, se la juegan, entonces, ¿también hay que respetarlos?.

La cosa en la Plaza México iba de estafadores, zascandiles, truhanes y malandrines, todos cobijados bajo el manto de la impunidad delictiva. En el cartel: Julián López El Juli mano a mano con Octavio García El Payo, para matar la corrida de Ferdinandos. Estando el diestro de Velilla de San Antonio anunciado en México, la sospecha era un escozor creciente, bastó que saliera el primer becerro de la tarde, para comprobarlo. Con aires de “Roma andaluza” don Cochupas nos pintó dedo. Todo estaba arreglado: novilletes, corniausentes, encima, tenían la apariencia de que les habían dado segueta. A su vez,  simulacro de mano a mano, o sea, juego de villanos, con un torero más cómodo que una hamaca como lo es El Payo que siempre queda a deber. Por si faltara, sin transmisión televisiva a España, para que no se dieran cuenta de las tropelías del Juli, como si no se las imaginaran. El muy malagradecido vino a pagarnos con queso, todo el apoyo que los mexicanos le hemos dado.

Por su parte, El Payo, al igual que un esquiador de “downhill”, se deslizó a toda velocidad por la pendiente de la mediocridad y si en esto hubiera medalla de oro, la habría obtenido sin objeciones. Pie izquierdo para la primera aparición en la temporada grande. No sólo fue el hecho de haberse anotado a las sardinas –al punto, hay que sumarle que le tocaron las dos más chicas, por lo tanto, seguro es que no hubo sorteo- por si fuera poco y como ya es costumbre, el torero queretano desperdició el mejor merenguito de la corrida, es decir, el cuarto.

En cuanto a los morlacos, estos fueron impresentables, una mansada indignante. Se acabó la bravura y entramos de lleno a los tiempos de la nobleza sin emoción. Si el primero se llamó “Gracias doctor Rubio”, ahora que se acostumbra mandar mensajes por todas partes incluido el canal de comunicación que son los nombres de los toros, al segundo le vendría bien el de “No la chingue, don Fernando”. Todos por el estilo, sin embargo, el quinto, fue un himno a la bobería más desesperante, premio nacional al toro más soso y bobo de la historia. Si eso es lo que sigue, yo me marchó. Lo del sexto con el torilero me recordó a una vaca Holstein. Fue mirarlo con los ojos entrecerrados y seguir rumiando, la escena bucólica llenaba de paz los corazones. Propongo que en vez de los toretes que no dejan de ser un peligro por más chicos y sin cuernos que salgan, a partir de ahora, se lidien panditas. Imaginen la nobleza, bondad y ternura de esos berrendos. Los arrimones serían de escándalo y la afición de la Plaza México se volvería loca, quedando ronca de tanto cantar oles –así, sin acento- largos como un día sin comer, porque sólo hay algo más noble, bobo y manso que un toro de Fernando de la Mora, y es el público que ocupa las gradas de la plaza más grande e insulsa del mundo.

Jesús Morales que fue subalterno de lujo ha devenido en antitaurino delirante. Le está haciendo más daño a la fiesta que el holandés rompebolas. Ensañado contra la tauromaquia, o tal vez, obediente con el amo, sacó los dos pañuelos como John Wayne hubiera sacado la colt cuarenta y cinco “Frontier” en una película de vaqueros.

Al mismo tiempo de ser la red informática más grande del mundo, Internet es un dolor de huevos. Hizo que nos enteráramos de lo que había pasado un día antes en la plaza de Acho: los torazos largos, bien armados y bravos, Rafaelillo, Escribano y Paco Ureña partiéndose el alma frente a un encierro de Miuras con toda la barba. En cambio, nosotros salimos catapultados a la temporada grande y ¡tómala!, te das cuenta de que naciste en el país taurino más mediocre del mundo y por ello, nunca tendrás la fortuna de ver una verdadera corrida de toros con todo su protocolo, como los peruanos que con su fiesta importada sí ven el rito auténtico.

Ya basta y ¿saben qué?, si nuestra fiesta va a seguir en manos de tantos sinvergüenzas antitaurinos internos, que se acabe y rápido. No quiero que siga agonizando.

 

 
José Antonio Luna Alarcón
ProfesorCultura y Arte Taurino
UPAEP
Puebla, México