Ante todo, no compararlo en calidad al que seguramente sirvió de inspiración para que publicistas genios remedaran descaradamente el guión. Al punto diré, que ni estando en juego mis partes nobles escribiría yo palabras como “story board” o “script” de más vanguardia, pero ajenas.

 

Vean ustedes: el anuncio original es de la marca española Loewe. Inicia fósforo en mano encendiendo velas, mientras el audio nos da una nota larga de chelo. Siguiente toma: el torso desnudo de alguien sentado en la cama revuelta dando la impresión de que acaba de despertar.

 

No se ve la cabeza y como la estrategia de moda entre los tigres de la publicidad, es la de confundir a los espectadores con imágenes de figuras humanas cada vez más indeterminadas, el que lo ve -esa es la intención- tarda algunos segundos en sacar proporciones para enterarse de que es un hombre. A continuación, el tipo se está estirando una media de torero, muy al estilo de Mónica Bellucci en Tango corazón, por lo que continúa el jueguito de la ambigüedad de interpretaciones. Siguiente toma: descubrimos que es Cayetano. Aparece con el capote de paseo liado, pero sin camisa y por supuesto, ni chaquetilla. Cámara frente al espejo que capta al mozo de espadas trenzando el añadido. Al caso, el torero de las damas ostenta vientre de lavadero y pelo en pecho para atizar las brasas de la pasión mujeril y de quien se apunte. Le calzan una de las zapatillas, se ajusta la corbata y acto continuo, se pasea por la habitación. Últimas imágenes, la dramática, pero siempre bella escena del matador saliendo del cuarto del hotel. En pasadizo sombrío, la silueta del diestro en claroscuros, túnel del patio de cuadrillas, se abre una gran puerta y entra la luz, luz de plaza de toros desde luego. La única voz que se oye en todo el comercial -el resto del audio es la música del chelo- nos dice: “Loewe 7, para hombre”. Enorme.

 

La versión mexicana es un poco más de infantería: Enfoque similar de un hombre de espaldas sentado en la cama, qué increíble coincidencia. En este anuncio, de manera idéntica, alguien con un cerillo enciende una vela, fusilada artera. Sólo que como los diseñadores de la publicidad han calculado que aquí nos nubla la cerrazón de la ignorancia, opinaron que había que incluir comentarios. Por lo tanto, una locución masculina dice alguna sandez sobre el aroma de la valentía. De golpe y sin la menor consideración, esa misma voz nos participa que la colonia Sanborns es muy efectiva para desafiar obstáculos. Consejo desinteresado para jinetes por cortesía de Publicaciones Luna, en día de concurso hípico darle unas friegas con este líquido a sus corceles antes de entrar a la pista. En ese momento del monólogo, despabilen y adivinen quién de nuestros toreros aparece llenando la pantalla. Exacto: El Payo, la versión nacional del torero de las damas.

 

Al igual que en el comercial europeo -la casualidad se hace patente- le trenzan el añadido, dan la idea de que le han calado el terno y está listo. Las siguientes escenas son las del espada queretano en una verónica y luego, un brindis. Al final, el guión es de una delicadísima sutileza. Como carecemos del potencial necesario para dilucidar que la loción tiene su no sé qué, que qué se yo, de voluptuosidad, a cuadro tras la barrera, aparece una chica esperando al torero rubio y cuando este se acerca, en tono de voz que denota le zumba el mambo y la malanga, lo felicita y le suelta un “qué rico hueles”. Y qué bien toreas, pero qué mejor te distraes. El recibimiento es sensual y envidiable.

 

Cuando el que firma este artículo llega a casa trascendiendo a roble y a agave, aroma de la fragancia anunciada, lo mandan a dormir a la tina.

 

Desde Puebla, México José Antonio Luna Alarcón