Lo nota cualquiera que se fije. El mal que nos aqueja se llama abulia desmedida crónica. Somos abúlicos, lo que es lo mismo, tenemos los arrestos de un conejo. Aquí estamos, como borregos en esquilma balando temblorosos, a la espera de que los ladrones de nuestros políticos nos la apliquen sin recato. Faltaba que nos gravaran las colegiaturas, que con tanto esfuerzo saldamos para librarnos de la desastrosa educación pública con sus libros de texto cargados de errores, incluidos los ortográficos, pero ya está. Ahora, pagaremos impuestos para educar a nuestros hijos, porque a los desvergonzados que nos gobiernan no les alcanza el presupuesto. Era al contrario parásitos. Si alguien está haciendo un esfuerzo por brindar una buena educación a otro, había que darle incentivos por hacer lo que la Secretaría de Educación Pública no hace. Un pueblo inculto es campo fértil para abusar de él, uno inculto y además abúlico es como robarle la paleta a un niño. También, faltaba una imposición económica a las mascotas. Lo que sigue es tasar las veces que nos sentemos en el escusado y una cuota impositiva a las mujeres de buen ver. Nos la vamos a tragar completita. La sangrienta Revolución Mexicana sólo fue útil para desatar bandidos, a sus hijos y a los hijos de estos. Bueno, también sirvió para que los Casasola tomaran fotos, Diego Rivera pintara murales y María Félix filmara películas.

Somos muy poquita cosa y así nos sentimos bien. Para muestra volteemos la mirada hacia esa vulgaridad que se llama futbol. Si la selección mexicana no va al mundial se perderán seiscientos millones de dólares. Es un hecho, esa oncena de mediocres sí irá a Brasil. Claro, sin la mínima posibilidad de que brinden un buen partido y sí de que se paseen por los bares y antros de la noche carioca. Los millones de retrasados mentales que gustan de pintarse la cara de verde, blanco y rojo, pueden estar tranquilos porque el año entrante gritarán las porras. Sólo es cuestión de esperar el milagro que no hará Dios contagiado por nuestra abulia,  pero que sí están dispuestos a realizar los directivos de la FIFA. Jugar en la Concacaf la eliminatoria para asistir al mundial es algo muy ramplón. Que clasifiquen los tres primeros lugares de seis competidores, es como para esconderse de vergüenza. Preocuparse por ganar a Costa Rica, Estado Unidos, Honduras, Jamaica y Panamá, es una patada en los huevos. O sea, si eso le quita el sueño al entrenador, jugar contra Argentina, Alemania o Italia, por decir algo, es como para que se ponga una Smith y Wesson en la sien y jale el gatillo. Pero, que el cuarto clasificado pelee el último boleto contra Nueva Zelanda -y esa será nuestra selección- es como para ciscarse en la puta que parió a directivos, cuerpo técnico y jugadores.

Sé que esta columna es taurina. Como todo en este cuchitril llamado México, en ese tema también se cuecen habas. Ahora, la afición está muy ilusionada con la corrida de De Haro para el próximo sábado en Tlaxcala. ¿Por qué?. Porque el encierro es de toros de verdad, además, ya se sabe, los ejemplares de esa casa ganadera son muy bravos, buenos, fijos y emotivos. Sin embargo, sin olvidar mi condición de aguafiestas, aún queda descorrer el velo y esperar que los cárdenos salten a la arena con su cornamenta íntegra, cosa que dudo mucho. Luego, que los subalternos vivales no los vayan a estrellar accidentalmente contra las tablas. Por último, habrá que ver que los matadores no los manden matar en los caballos. La hombría de estos toreros no está en haberse apuntado a este cartel, sino en la dignidad con la que salgan a la arena y eso, ya lo veremos.

La verdad, es que la expectación está en que asistiremos a una verdadera  corrida con el peso, la edad y el trapío al que tenemos derecho cada vez que pagamos la entrada. Eso, no debería ser excepción sino cotidianidad y aquí estamos, haciendo antesala sentados en la paradoja, porque la particularidad de los seis de De Haro que se correrán el sábado está en que, como pocas veces, son el encierro de calidad que las empresas deberían ofrecer siempre. Por supuesto, en el cartel no aparece el nombre de ninguna figura, cosa que augura aún mejores posibilidades.

Este es el país de la estolidez, la infamia y la vileza. En nuestro naufragio no hay un madero al que asirse. Reforma hacendaria, futbol, toros, lo que sea, no es la carencia de cultura y de educación lo que nos hace tan vulnerables, sino la falta de casta. Otros pueblos tan mal preparados como nosotros han espetado el “ya basta” que no hemos dicho, y no diremos nunca. Ahí están, justamente, los brasileños, que hace unos meses en pleno campeonato de futbol, ante la incredulidad del mundo entero, salieron a las calles a exigir una mejor calidad de educación, de salud pública, de vivienda y de paso manifestaron a su gobierno: Ya déjense de idioteces y la Copa Confederaciones métansela por donde les quepa.

 

 

José Antonio Luna Alarcón
ProfesorCultura y Arte Taurino
UPAEP
Puebla, México