Que conste por escrito, oyes, porque seguro va a suceder y ambiciono llevarme la gloria de haberlo predicho. Que en esto del toreo, los aficionados más reconocidos son aquellos que sus pronósticos salen ciertos. Esos adelantos que sueltan por ahí, se convierten en frases célebres y cada vez que lo anticipado se cumple, el diletante suma puntos y acrecienta su prestigio. Ya se sabe, cosas como la que sigue: Estamos al término del entorilamiento y un tipo al que le dicen El Andaluz o El Gitano –da lo mismo, por lo general, siempre tiene la cara del mismísimo Tlaloc-  toma la palabra y suelta algo como que “el 324 es el toro del boleto”. Al caso, obliga decir que los toros son desencajonados siendo reconocidos por el número herrado en la piel, mismo que los identifica, pero que de todas maneras los mantiene en el anonimato. Luego, si el merengue fue superior o a alguien le pegó una cornada de las que se caga toda la torería, es arrastrado por el tiro de mulillas con un nombre propio que lo eterniza, para bien o para mal, en la historia del toreo. Siendo el caso de que el 324 convertido en “Amapolo”, haya sido el mejor toro de la corrida, ya puede El Gitano pasear la vista por el abanico del tendido, con la guirnalda de laureles ceñida en la cabeza y citar al punto otra frase célebre que obliga a que se le reconozca como el non plus ultra de los aficionados: “¡Quióvole, pendejos!”. Expresión, por demás, con un sabor mexicano más rico que el del mole poblano y que viene a significar, poco más o menos, algo así como: “Ya ven, yo lo vaticiné, colegas”.

Otra oración que entona y da caché es, por ejemplo: “Hoy, Rodolfo sale de rosa y plata”. Déjenme hacer un par de apuntes: Primero, para dar la impresión de que uno es alguien en el putiambiente taurino, y segundo, para resaltar que uno es personaje cercano, querido y requerido por el diestro, obliga a mentarlo con el nombre propio. Si en vez del nombre, se dijera: El Pana, uno sería catalogado como un espectador del montón, “un don nadie” que también es frase nacional de uso diario, precisa y de una elocuente belleza. Si El Pana llega a salir con el vestido mencionado, el autor del vaticinio ya puede echar un choro mareador de veinte minutos sobre los consejos que él le dio y sigue dando al diestro, para que fuera lo que es ahora.

El que esto escribe, también quiere su corona, así que, lo profetizo, sucederá en su oportunidad y reclamaré el crédito: Joselito Adame será un torero que cuando llegué su día se convertirá en el César Rincón mexicano. Ante esta afirmación muchos se rasgarán las vestiduras, sin embargo, va a ocurrir. José –noten que uso el nombre propio- es un matador poderoso que, poco a poco, ha suplido su falta de clase con un toreo técnico y de entrega. Él, como todos los que aprenden en la guerra, puede con cualquier tipo de toro y eso del estilo y del contra-estilo le suena a pretextos de señoritas. Adame es un triunfador al que –nos guste o no- podemos decirle maestro sin tener que aguantarnos la risa, porque domina todas las suertes y torea todos los encastes. No se amilana nunca y ejecuta con mucha dignidad en cualquier escenario del mundo taurino. Además, su gran virtud es la de ser un torero analgésico en el enfermo ambiente que priva: ¿El cinismo y el cachoendo de coletas y empresarios, son un dolor de huevos?. Adame calma y reconforta en una sola tarde. ¡No lo dude, los que saben lo recomiendan!.  Por algo será que durante el mes de septiembre, va a lidiar en tres países – España, México y Francia- incluidas, las plazas de Arles y la Maestranza de Sevilla.

Al igual que lo acontecido con el maestro Rincón, todo el mérito es suyo. Joselito Adame hace campaña en Europa y se mantiene allá, porque es el único que quiere y sobre todo, es el único que puede. Por otra parte, está convencido de que regresar a México para quedarse, sería caminar en reversa. Así que nada, lo dicho: un día vendrá la faena consagratoria en la plaza de las Ventas, una obra de tal envergadura que lo ponga en los famosos cuernos de la luna, lugar al que se trepó Rincón en una corrida. Eso, a mí me permitirá andar por ahí, oyes, tocado de gorra cordobesa, puro en los labios, gazné, dictando profecías y paseando mi menda con la galanura del Gitano, es decir, sintiéndome la última Coca del estadio, el caballo de Marlboro y hasta el Capitán Plátano de la tauromaquia, lo que quieran, eso también lo predigo.

 

ProfesorCultura y Arte Taurino
UPAEP
Puebla, México